Hace mucho tiempo que la esfera de influencia de Roma
no se limita a Italia. Todos sabemos las contrariedades que Yugurta ha causado
a Roma. Todos estamos eternamente agradecidos al estimado primer cónsul Cayo
Mario por haber puesto fin tan admirablemente, y de forma tan definitiva, a la
guerra en Africa. Pero ¿cómo puede Roma garantizar a las generaciónes futuras
unas provincias pacificadas de las que puedan gozar sus frutos? Tenemos una
tradición, vinculada a las tradiciones de los pueblos no romanos, por la que,
aunque éstos vivan en nuestras provincias, son libres de continuar con sus
ritos religiosos, sus costumbres comerciales, sus costumbres políticas. A
condición de que ello no perjudique a Roma o suponga un peligro. Pero una de
las consecuencias más deplorables de esta tradición de no injerencia es la
ignorancia. Ninguna de nuestras provincias más allá de Italia, la Galia itálica
y Sicilia está al corriente de las cosas de Roma como para que la población se
sienta inclinada hacia la colaboración en detrimento de la resistencia. Si la
población de Numidia nos hubiera conocido mejor, Yugurta jamás habría podido
arrastrarla tras él. Si la población de Mauritania nos hubiera conocido mejor,
jamás Yugurta habría convencido al rey Boco para que le apoyase.
Lo que nos lleva al asunto del ager Africanus
insularum. Estas islas tienen poca importancia estratégica. Son pequeñas y esta
cámara no las echará de menos. No hay oro, ni plata, ni hierro, ni especias
exóticas. No son muy fértiles comparadas con los fabulosos graneros del río
Bagradas, en el que muchos de los miembros de esta cámara tienen tierras, igual
que muchos caballeros de la primera clase. Entonces, ¿por qué no dárselas a los
soldados del censo por cabezas de Cayo Mario cuando se retiren? ¿Queremos
realmente vivir abrumados con cuarenta mil veteranos proletarios en las
tabernas y calles de Roma? Sin trabajo, sin nada que hacer, empobrecidos
después de haberse gastado su pequeña parte del botín... ¿No es mejor para
ellos, y para Roma, asentarlos en el Ager Africanus insularum? Porque, padres
conscriptos, hay un trabajo que pueden hacer cuando se retiren. ¡Llevar Roma a
la provincia de Africa! ¡Nuestra lengua, nuestras costumbres, nuestros dioses,
nuestro modelo de vida! A través de esos valientes y animosos expatriados, los
pueblos de la provincia africana nos comprenderán mejor; porque esos valientes
y animosos expatriados son gente del común; ni más rica, ni más inteligente, ni
más privilegiada que la mayoría de los indígenas, y estarán en contacto diario
con la población; algunos se casarán con mujeres indígenas, confraternizarán
unos con otros y, en definitiva, habrá menos guerra y más paz.
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