No es
ocasión para entrar en debate, padres conscriptos. Ni para recriminaciones y
más enfrentamientos. Hoy es día de acción.
Mañana
son los idus de octubre y eso quiere decir que ha concluido la temporada de
campañas. Pero nos queda muy poco tiempo si queremos evitar que los germanos
invadan Italia en cualquier momento, como parece probable. He formulado un plan
de actuación que voy a presentaros, pero antes voy a hacer una solemne
advertencia. Al menor signo de discusión, disensión o cualquier otra forma de
partidismo en la cámara, presentaré el plan al pueblo y haré que lo apruebe la
Asamblea de la plebe. Así, os privaré, conscriptos padres, de vuestra
prerrogativa a dirigir los asuntos relativos a la defensa de Roma.
La
conducta de Quinto Servilio Cepio es exponente de la gran debilidad de la
institución senatorial, es decir, su negativa a admitir que la casualidad, la
fortuna y la suerte a veces se concatenan y hacen surgir hombres de las capas
sociales más bajas con grandes dotes que todos nosotros consideramos inherentes
al linaje y a la tradición para gobernar al pueblo de Roma y tener el mando de
sus ejércitos.
Vamos
a necesitar todos los hombres útiles de toda Italia, eso desde luego. Desde los
del censo por cabezas hasta las órdenes y clases del Senado, ¡todos los hombres
útiles! Por lo tanto os pido un decreto pidiendo a la Asamblea de la plebe que
redacte inmediatamente una ley prohibiendo a todo el que tenga entre diecisiete
y treinta y cinco años abandonar las costas de Italia o cruzar el Arnus y el
Rubico hacia la Galia itálica. Mañana quiero que haya correos dispuestos para
dirigirse al galope a todos los puertos de la peninsula con órdenes para que
ninguna nave acepte hombres libres útiles como marineros ni pasajeros. Eludir
el servicio militar se penará con la muerte, tanto por parte del que lo eluda
como del que lo consienta.
Todo
el personal disponible será enviado a reclutar soldados de todas las clases
desde el censo por cabezas hasta la senatorial. Y eso significa, padres
conscriptos, que los que entre vosotros tengan treinta y cinco años o menos
irán inmediatamente destinados a las legiones, independientemente del número de
campañas en que hayáis servido anteriormente. Si aplicamos la ley con energía,
conseguiremos soldados. Si no, mucho me temo que no obtengamos los precisos.
Quinto Servilio limpió las últimas bolsas de pequeños propietarios en toda
Italia y Cneo Malio alistó a casi setenta mil proletarios del censo por cabezas
como soldados o tropas auxiliares. Así que tendremos que tener en cuenta los
ejércitos que tengamos en otros países. En Macedonia sólo disponemos de dos
legiones, las dos auxiliares y a las que posiblemente sea imposible desplazar.
En Hispania, dos legiones en la provincia Ulterior y una en la Citerior; dos de
ellas son romanas y la otra de tropas auxiliares, y no sólo tienen que
permanecer allí, sino que deben reforzarse notablemente ya que los germanos se
proponen invadir Hispania.
Hay
tres aspectos de la guerra en Africa que deseo mencionar. El primero es su
acertada conclusión, con un enemigo totalmente batido, un rey enemigo con su
familia que en estos momentos se encuentra en Roma como rehén en casa de
nuestro noble Quinto Cecilio Metelo el Meneítos... oh, os ruego que me
perdonéis, Quinto Cecilio, el Numídico, quería decir. Bien, que se encuentra
aquí en Roma. El segundo aspecto es la existencia de un ejército de seis
legiones formadas por proletarios, sí, pero estupendamente entrenados,
valientes y con excelentes oficiales, desde los centuriones más jóvenes y
cadetes tribunos hasta los legados. Y cuenta con una fuerza de caballería de
dos mil jinetes igualmente avezados y valientes. El tercer aspecto, padres
conscriptos, es un hombre. Un solo hombre. Me refiero, naturalmente, al
procónsul Cayo Mario, comandante en jefe del ejército de Africa y único
artífice de una victoria tan absoluta que merece parangón con las victorias de
Escipión Emiliano. El peligro en Africa para los ciudadanos de Roma, sus
propiedades, su provincia y el abastecimiento de trigo ha desaparecido. De
hecho, Cayo Mario nos ha legado una Africa tan pacificada que ni siquiera es
necesario dejar allí una legión para guarnecerla.
Roma
necesita un general más que soldados y centuriones. Como dijo en cierta ocasión
el propio Cayo Mario en esta misma cámara, millares y millares de soldados
romanos han perecido en los pocos años que van desde la muerte de Cayo Graco...
¡única mente por la incompetencia de los hombres que los mandaban a ellos y a
los centuriones! Y cuando Cayo Mario dijo estas palabras, Italia tenía cien mil
hombres más de los que tiene en este momento. ¿Y cuántos soldados, centuriones
y fuerzas auxiliares ha perdido Cayo Mario? ¡Prácticamente ninguno, padres
conscriptos! Hace tres años llevó seis legiones a Africa y aún cuenta con esas
seis legiones en perfecto estado. ¡Seis legiones veteranas, seis legiones con
centuriones!
¡Cayo
Mario es la solución a la necesidad que tiene Roma de un general competente!.
Habéis escuchado a Marco Aurelio Cota decir que había habido una
rencilla entre los germanos, y que de momento parece que han desistido de
migrar a través de la provincia de la Galia Transalpina. Creo que no deberíamos
quedarnos tan tranquilos por ese informe. Debemos tomarlo con escepticismo y
que no nos haga incurrir en mayores necedades. No obstante, un hecho parece
cierto: disponemos de este invierno para prepararnos. Y la primera fase de
preparación debe ser nombrar a Cayo Mario procónsul en la Galia, con un
imperium que no se le derogue hasta que venzamos a los germanos.
Ya sé
que Metelo el Numídico se opone a dar a Cayo Mario el gobierno de la Galia
Transalpina con imperium proconsular de varios años, pero dada la gravísima
magnitud de nuestros apuros, necesitamos un general de la categoría de Cayo
Mario. Sé que algunos, incluído el príncipe del Senado Marco Aurelio Escauro
deseais dar el mando supremo a Quinto Cecilio el Meneitos, pero yo no os lo
recomiendo. Me explico: Quinto Cecilio estuvo dos años en Africa perdiendo el
tiempo; lo sé porque yo estaba allí. Yo he servido con Quinto Cecilio, y lo de
Meneítos es un buen epíteto para él, porque es tan indeciso calculando como una
mujer veleidosa. Y también he colaborado con Cayo Mario, y quizá no sea pedir
demasiado que algunos miembros de esta cámara recuerden que yo mismo no soy de
despreciar en el terreno militar. ¡A mi se me habría debido dar el mando en la Galia
Transalpina y no a Cneo Malio Maximo! Pero eso es agua pasada y no tengo
tiempo que perder en reproches.
¡Os
repito, padres conscriptos, que la apurada situación de Roma exige urgentemente
que cese ese alcahueteo de unos cuantos en la cima de este noble árbol! Os lo
repito, padres conscriptos, a los que os sentáis en el tercio medio de los dos
lados de esta cámara, a los que os sentáis en el tercio posterior de ambos
lados de esta cámara, que sólo hay un hombre con capacidad para conjurar este
peligro! ¡Y que ese hombre es Cayo Mario! ¡Qué importa que no figure en el
registro genealógico! ¿Qué más da que no sea un romano descendiente de romanos?
¡Quinto Servilio Cepio es un romano auténtico y mirad dónde nos ha
dejado! ¿Sabéis dónde nos ha dejado? ¡En la pura mierda!
Honorables
miembros de esta cámara, hombres de bien, compañeros senadores! ¡Os suplico que
en esta ocasión dejéis a un lado vuestros prejuicios! ¡Tenemos que dar a Cayo
Mario poder proconsular en la Galia Transalpina todo el tiempo que sea preciso
hasta que los germanos retrocedan a Germania!. Gracias a todos, y que los
dioses nos acompañen.
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