jueves, 9 de abril de 2015

EL CÓNSUL MARCO ATILIO RÉGULO

Marco Atilio Régulo (en latín, Marcus Atilius Regulus) (muerto 250 a. C.) general y cónsul en dos ocasiones, de origen plebeyo, ocupando segundo consulado durante el noveno año de la Primera Guerra Púnica (256 a. C.). Durante su primer mandato consular, en 267 a. C., derrotó a los salentinos, capturó Brundisium (hoy Bríndisi); y obtuvo, en consecuencia, el honor de un triunfo.
 
Once años después, en el año 256 a. C., fue cónsul por segunda vez con L. Manlio Vulso Longo, y fue elegido en el lugar de Q. Cedicio, que había muerto poco después de que había asumido la magistratura consular. Era el noveno año de la primera guerra púnica. Los romanos habían decidido hacer un enorme esfuerzo para concluirla, y en consecuencia habían decidido invadir África, con una gran fuerza. Los dos cónsules, con 330 buques, embarcaron las legiones en Sicilia, y luego se hicieron a la mar desde Ecnomo con el fin de cruzar a África. La flota cartaginesa, sin embargo, los esperó bajo el mando de Amílcar y Hannón en Heraclea Minoa, y de inmediato salieron a su encuentro. En la batalla que siguió, llamada cabo Ecnomo, los romanos salieron victoriosos, perdieron sólo veinticuatro buques, mientras que destruyeron treinta de los buques del enemigo, y tomaron sesenta y cuatro, con todos sus tripulantes.
 
El pasaje a África estaba despejado, y la flota cartaginesa se apresuró a defender la capital. Los romanos, sin embargo, decidieron no navegar directamente hacia Cartago, sino desembarcar en la costa oriental, cerca de la ciudad de Clypea o Aspis, capturándola y estableciendo allí su cuartel general. Desde allí organizaron expediciones de saqueo por toda la campiña cartaginesa, recogiendo en ellas un importante botín. Cuando se aproximaba el invierno, el cónsul Manlio regresó a Roma por orden del Senado, mientras que Régulo permaneció en territorio púnico con el resto de las tropas para proseguir las operaciones.
 
Marco Atilio llevaba las operaciones con la mayor energía, a lo que había de sumar la incompetencia de los generales cartagineses. El enemigo había reunido una fuerza considerable, que confió a tres comandantes: Asdrúbal, Bostar, y Amílcar, pero estos generales evitaban las llanuras, donde su caballería y los elefantes les habrían dado una ventaja sobre el ejército romano, y se retiraron a las montañas.
 
En los montes cerca de Adís los cartagineses fueron atacados por Régulo, y derrotados con grandes pérdidas; 15.000 hombres se dice que habrían muerto en la batalla, y 5.000 hombres con dieciocho elefantes habrían sido capturados. Las tropas cartaginesas se retiraron dentro de las murallas de Cartago, y Régulo ahora invadió el país sin oposición.
 
Numerosas ciudades cayeron en poder de los romanos, y Túnez, entre otras, a una distancia de sólo 20 kilómetros de la capital. Para añadir angustia a los cartagineses, los númidas aprovecharon la oportunidad de rebelarse, y sus bandas errantes completaban la devastación del país. Los cartagineses, en su desesperación, enviaron a un emisario a Régulo solicitando la paz. Pero el general romano, que estaba embriagado con el éxito, sólo se las concedía en términos tan intolerables que los cartagineses decidieron continuar la guerra, hasta las últimas consecuencias.
 
En medio de la angustia y alarma de los cartaginenses, la solución les llegó de un lugar inesperado. Entre los mercenarios griegos que acababan de llegar de Cartago, había un lacedemonio llamado Jantipo, que parece que ya había adquirido alguna pequeña reputación militar, aunque su nombre no se menciona con anterioridad.


Él señaló a los cartagineses que su derrota se debió a la incompetencia de sus generales, y no a la superioridad de las armas romanas, y con la confianza del pueblo, fue inmediatamente puesto a la cabeza de sus tropas. 
Basándose en su caballería de 4.000 jinetes y 100 elefantes, Jantipo marchó hacia campo abierto para hacer frente al enemigo, aunque sus fuerzas eran muy inferiores en número a los romanos, pero derrotó completamente a Régulo en los llanos del Bagradas. Treinta mil legionaros romanos fueron muertos, y apenas dos mil escaparon a Clypea, y el mismo Régulo fue hecho prisionero; junto con quinientos más. Esto fue en el año 255 a. C.2
 
Régulo permaneció en cautiverio durante los siguientes cinco años, hasta el año 250 a. C., cuando los cartagineses, después de su derrota de la Panormus por el procónsul Lucio Cecilio Metelo, enviaron una embajada a Roma para solicitar la paz, o por lo menos un intercambio de prisioneros.
 
Permitieron que Régulo acompañara a los embajadores con la promesa de que podría regresar a Roma si sus propuestas eran aceptadas, pensando que él podría convencer a sus compatriotas sobre un acuerdo de un intercambio de prisioneros con el fin de obtener su propia libertad.
 
La embajada de Régulo es uno de los relatos más célebres de la historia romana. Los cronistas y poetas relatan que Régulo al principio se negó a entrar en la ciudad como un esclavo de los cartagineses, después, no quiso dar su opinión en el Senado, porque había cesado, debido a su cautiverio, de ser un miembro de este ilustre órgano. 
Finalmente, cuando se le permitió por parte de sus compatriotas hablar, trató de disuadir al Senado de asentir a una paz, o incluso a un intercambio de prisioneros, y cuando los vio vacilantes, les dijo que los cartagineses le habían dado un veneno lento, que pronto pondría fin a su vida y como, finalmente, el Senado negó aceptar la oferta de los cartagineses, se opuso firmemente a las opiniones de sus amigos de permanecer en Roma y regresó a Cartago en su condición de prisionero.


A su llegada a Cartago, se dice que fue condenado a muerte en medio de las torturas más atroces. Se relata que fue puesto en un cofre cubierto en el interior con clavos de hierro, donde pereció, y otros escritores afirman además, que después de que sus párpados habían sido cortados, fue arrojado primero a un cuarto oscuro, y luego, de repente, expuesto a los rayos de un sol ardiente. Cuando la noticia de la muerte bárbara de Régulo llegó a Roma, el Senado se dice que habría dado a Amílcar y Bostar, dos de los generales cartagineses presos, a la familia de Régulo, que se vengaron sobre ellos con crueles tormentos.
 
Esta historia convirtió a Régulo en prototipo de resistencia heroica, puesto de ejemplo para generaciones posteriores de romanos. Muchos historiadores dudan de su veracidad, al carecer de pruebas fidedignas (el mismo Polibio guarda silencio sobre la misma). Quizá se tratara de una historia inventada por analistas romanos para infundir moral a las tropas y alimentar el odio a Cartago, excusando así el cruel tratamiento de los prisioneros cartagineses.


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El cónsul Marco Atilio Régulo, 
tras la victoria naval de cabo Écnomo en el año 256 a. C.,
 lleva la guerra a África, pero es derrotado por el ejército cartaginés. 

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