Primero,
designan a los cónsules y, después, nombran a los tribunos militares, catorce,
extraídos de los hombres que han cumplido un mínimo de cinco anos de servicio
militar, y diez mas, de los que han cumplido diez anos en el. Este ultimo es el
tiempo que debe servir un soldado de caballería; el de infantería dieciséis
años; en ambos casos, forzosamente antes de cumplir los cuarenta y seis de
edad, con la excepción de los que tienen un censo inferior a cuatrocientas dracmas;
estos se alistan todos en la marina. En casos de emergencia, los soldados de
infantería han de servir veinte anos. Nadie puede ser investido de cualquier
magistratura, si no ha cumplido diez años íntegros de servicio.
Cuando
los magistrados que ostentan el poder consular se aprestan a realizar una leva
de soldados, anuncian al pueblo reunido en asamblea el día en que deberán
presentarse todos los romanos en edad militar. Esto se hace anualmente. Llegado
el día prescrito, todos aquellos que legalmente el ejercito puede alistar se
dirigen a Roma y se concentran en el Capitolio. Los tribunos militares mas
jóvenes se reparten, según el orden en que han sido elegidos por el pueblo o
por los cónsules, en cuatro grupos, porque entre los romanos la división
primera y principal de sus efectivos militares es en cuatro legiones.
Los
cuatro tribunos mas antiguos vienen asignados a la legión llamada la primera,
los tres siguientes a la segunda, los cuatro siguientes a la tercera y los tres
últimos a la cuarta. De los tribunos mas antiguos, los dos primeros son
asignados a la primera legión, los tres siguientes se sitúan en la segunda, los
dos siguientes en la tercera y los tres últimos en la cuarta.
Concluida
la elección y la asignación de tribunos, de manera que cada legión tenga el
mismo numero de oficiales, estos se reúnen en seguida, separadamente y
agrupados según las legiones, para echar suertes sobre las tribus y las llaman
según el orden que ha arrojado el sorteo. De cada tribu escogen cuatro jóvenes
soldados que tengan, mas o menos, físico y edad similares. Les mandan
aproximarse y, primero, escogen los oficiales de la primera legión, después,
los de la segunda, a continuación, los de la tercera y, finalmente, los de la
cuarta. Presentados cuatro jóvenes mas, ahora son los oficiales de la segunda
legión los primeros en seleccionar, y así sucesivamente; los últimos en elegir
son los oficiales de la primera legión. Se adelantan otros cuatro soldados, y
ahora eligen, los primeros, los oficiales de la tercera legión y, en ultimo
lugar, los de la segunda.
Hecho
de esta forma cíclica el encuadramiento de los soldados, cada legión recibe un
conjunto de hombres muy similar. Cuando se llega al numero decretado (que es
casi siempre cuatro mil doscientos soldados de infantería por legión, pero
alguna vez cinco mil, esto si el riesgo que se corre es excepcional),
antiguamente se seleccionaba la caballería después de la elección de los cuatro
mil doscientos soldados, pero ahora se empieza por aquí: la elección la hace el
censor según las fortunas personales; a cada legión le vienen asignados
trescientos jinetes.
Después
del alistamiento, realizado tal como se ha descrito, los tribunos
correspondientes reúnen a los elegidos para cada legión, escogen al hombre mas
capaz y le toman el juramento de que obedecerá a los oficiales y cumplirá sus
ordenes en la medida de lo posible. Entonces, Lodos los restantes se van
adelantando y juran, uno por uno, declarando que harán exactamente lo mismo que
el primero.
Simultáneamente,
los magistrados que ostentan la potestad consular pasan aviso a las autoridades
de las ciudades confederadas de Italia cuya participación en la campana se ha
determinado: se les señala el numero, el día y el lugar al que han de acudir
los seleccionados. Las ciudades realizan un alistamiento no muy distinto al que
se ha descrito, se toma el juramento, se nombra un general y un cuestor y se
envía la tropa.
En
Roma, mientras tanto, despumes del juramento, los tribunos militares indican a
cada legión la fecha y el lugar en que deberán presentarse los hombres sin
armas; inmediatamente les mandan a sus casas.
Los
hombres se presentan en el día fijado y los tribunos eligen de entre ellos los
mas jóvenes y los mas pobres para formar los velites, los siguientes para los
llamados hastati, los hombres mas vigorosos forman el cuerpo de los
príncipes; los de mas edad el de los triarii. Entre los romanos, estos
son los nombres de las cuatro clases de tropa de cada legión, distintos en edad
y en equipo.
Su
distribución es como sigue: los de mas edad, los llamados triarii, son
seiscientos, los príncipes mil doscientos, y también mil doscientos los hastati-,
los restantes, que son los mas jóvenes, son los velites. Si la legión
supera los cuatro mil hombres se hace una distribución proporcional, a
excepción de los triarii cuyo numero es siempre invariable.
A los
mas jóvenes les ordenan armarse de espada, jabalinas y de un escudo ligero, de
construcción muy sólida y de tamaño suficiente para una defensa eficaz; es de
forma abombada y tiene un diámetro de tres pies. Los velites usan un casco sin
penacho, pero recubierto por una piel de lobo o de una bestia semejante, tanto
para su defensa como para servir de distintivo: así cada jefe de línea puede
comprobar claramente los que se arriesgan con valor y los que no. La parte de
madera de la jabalina tiene, aproximadamente, una longitud de dos codos, un
dedo de espesor y su punta mide un palmo; esta punta es tan afilada y aguzada,
que al primer choque se tuerce y el enemigo no puede dispararla; sin esto, la
jabalina serviría a los dos ejércitos.
A los
que siguen en edad, los llamados hastati, se les ordena llevar un equipo
completo. El romano consta, en primer lugar de un escudo de superficie convexa,
de dos pies y medio de longitud y de cuatro de anchura. El espesor de su borde
es, mas o menos, de un palmo. Esta construido por dos planchas circulares
encoladas con pez de buey; la superficie exterior esta recubierta por una capa
de lino y, por debajo de esta, por otra de cuero de ternera. En los bordes
superior e inferior, este escudo tiene una orla de hierro que defiende contra
golpes de espada y protege el arma misma para que no se deteriore cuando se
deposita sobre el suelo. Tiene ajustada una concha metálica (limbo) que
lo salvaguarda contra piedras, lanzas y, en general, contra choques violentos
de proyectiles.
A
este escudo le acompaña la espada, que llevan colgada sobre la cadera derecha y
que se llama "española". Tiene una punta
potente y hiere con eficacia por ambos filos, ya que su hoja es sólida y
fuerte. Hay que añadir dos venablos {pila), un casco de bronce y unas
tobilleras (ocreae). Hay dos clases de venablos, los delgados y los
gruesos. De los pesados, unos son redondos y tienen un diámetro de un palmo;
otros tienen una sección cuadrangular de un palmo de lado. Los delgados, que se
llevan además de los otros, son como espadas de caza, de una longitud media.
Todos estos venablos tienen un asta que mide aproximadamente tres codos; a cada
uno se le ajusta un hierro en forma de anzuelo, de la misma longitud del asta.
Su inserción y su uso vienen tan asegurado por el hecho de ir atado hasta media
asta y fijado por una tal cantidad de clavos, que, en el combate, antes de que
ceda la juntura se rompe el hierro, aunque este, en su base, por donde se
implanta en la madera, tiene un grosor de un dedo y medio; tal es el cuidado
que ponen los romanos en esta inserción. Además, los haslati se adornan
con una corona de plumas, con tres plumas rojas o negras, de un codo cada una.
Cuando se la ponen en la cabeza y empuñan las armas, dan la impresión de ser el
doble de altos, su figura es arrogante e infunde pánico al enemigo. La mayoría
de estos soldados completan su armamento con una plancha rectangular de bronce,
de un palmo de lado, que se colocan a la altura del corazón; esta pieza se
llama pectoral, con la cual completan su equipamiento. Pero los que tienen un
censo superior a las diez mil dracmas no añaden este pectoral al resto de sus
armas, sino que se revisten de una coraza fijada por cadenas. Y un armamento
igual a este es el de los príncipes y de los triarii, solo que
estos últimos utilizan lanzas en vez de venablos.
De
cada una de las clases ya citadas de soldados se escogen diez taxiarcos en
orden a sus méritos. Después se lleva a cabo una segunda elección, de diez mas.
Taxiarco, efectivamente, es el titulo que se les da; el que ha sido elegido en
primer lugar tiene el derecho de asistir a los consejos. Los taxiarcos se
adjudican, a continuación, un numero igual de oficiales de retaguardia (optiones).
Seguidamente cada categoría de soldados viene dividida en diez secciones
correspondientes a los diez taxiarcos primeros. De esta división se exceptúan
los velites. A cada sección se le asignan dos taxiarcos y dos oficiales de
retaguardia. En cuanto a los velites, son distribuidos a partes iguales entre
todos los grupos, habiéndose efectuado previamente su división. Estos grupos
son llamados compañías (ordines), manipulo (manipuli) o bien
estandartes (vexilla), y sus comandantes centuriones. Estos últimos, en
cada sección, escogen los dos hombres mas vigorosos y los nombran
portaestandartes (vexillarii). Es muy lógico que sean dos los
comandantes nombrados, porque lo que va a hacer un comandante o lo que le va a
suceder es imprevisible; las operaciones bélicas no admiten excusas y no se
quiere, absolutamente nunca, que una sección se quede sin el jefe
correspondiente. Cuando los dos centuriones están en su lugar, el elegido en
primer termino manda el ala derecha de la sección; corresponde al segundo el
mando de los hombres del ala izquierda. Cuando faka uno, el restante toma el
mando de la unidad integra. Es deseable que los centuriones, mas que osados y
temerarios, sean buenos conocedores del arte de mandar, que tengan presencia de
animo y que sean firmes no solo para atacar con sus tropas aun intactas, o bien
al principio del combate, sino también para resistir cuando están en
inferioridad de condiciones o en un aprieto y para morir sin abandonar su
puesto.
De
manera semejante se habían distribuido los jinetes en diez escuadrones (turmae);
tres hombres de cada uno son elegidos decuriones, que se escogen, ellos
personalmente, tres subalternos. El decurión elegido en primer lugar manda toda
la unidad; los otros dos ejercen las funciones de jefe de decena; sin embargo,
a los tres se les llama decuriones. Si falta el primero, el segundo le releva
en sus funciones de jefe de la unidad.
El
armamento de los jinetes romanos es ahora muy semejante al de los griegos. Pero
aquellos, antes, no usaban coraza y entraban en combate simplemente con sus
vestidos. Esto les facilitaba descabalgar con rapidez y destreza y volver a
montar, pero en los choques en formación cerrada se veían en inferioridad de
condiciones por el hecho de combatir a pecho descubierto. Ademas, sus lanzas
eran ineficaces por dos motivos: primero, porque las fabricaban muy delgadas y,
frágiles como eran, nunca alcanzaban el blanco propuesto; antes de clavar su
punta en lo que fuera, los movimientos bruscos del caballo bastaban las mas de
las veces para romperlas. Además, los romanos no aguzaban las puntas de estas
lanzas, por lo que servían solo para la primera arremetida, después de la cual,
rotas, se les convertían en inútiles y vanas. Los jinetes romanos usaban también
antes unos escudos confeccionados con piel de toro, muy semejantes a las tortas
en forma de ombligo que se ofrecen en los sacrificios. Pero estos escudos eran
casi inservibles en caso de ataque, porque no tenían ninguna solidez; cuando
las lluvias han enmohecido la piel y esta se destroza, pierden la poca utilidad
que antes tenían. Por eso, porque la experiencia no les recomiendo aquellas
armas, los jinetes romanos adoptaron muy pronto el equipo griego, en el cual la
primera herida de la punta de las lanzas resulta recta y eficaz, debido a su
factura; la lanza es estable y resistente; además, el hierro de su base permite
invertir el arma y usarla con firmeza y con fuerza. Lo mismo cabe decir de los
escudos griegos: resisten bien los golpes que vienen de lejos y los asestados
de cerca; son escudos con los que se puede contar. Los romanos lo comprobaron y
lo imitaron al punto. Ellos, mas que cualquier otro pueblo, cambian fácilmente
sus costumbres e imitan lo que es mejor que lo suyo.
Lista
esta distribución e impartidas las ordenes referentes a las armas, los tribunos
despiden a los soldados para que se dirijan a sus casas. Llegado el día en que
juraron congregarse todos en el lugar designado por los cónsules (cada cónsul
ordena un lugar distinto a sus legiones; a cada uno de ellos le corresponden
dos, y una parte de los aliados), todos los alistados se presentan sin excusa
que valga; la única causa eximente es un mal agüero o una imposibilidad física.
Cuando ya se han reunido todos, romanos y aliados, los toman a su cargo y los
organizan unos oficiales nombrados por los cónsules, los llamados praefecti
sociorum, doce en total. Estos prefectos empiezan por elegir para los cónsules,
de entre todos los aliados presentes, los jinetes y los soldados de infantería
mas aptos para el servicio activo; se les llama extraordinarii, termino
que en nuestra lengua significa "escogidos".
El numero de aliados, en total, resulta casi idéntico al de los romanos, en la
infantería, pero en la caballería estos acostumbran a ser triplicados por
aquellos. De todo este conjunto se escoge como extraordinarii, de los
jinetes, aproximadamente la tercera parte, y de los soldados de infantería, la
quinta. Todo el conjunto viene distribuido en dos grupos, llamados, uno, ala
derecha y, el otro, ala izquierda.
Cuando
ha concluido todo debidamente, los tribunos toman a los romanos y a los aliados
y empiezan a instalar el campamento...
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