martes, 18 de agosto de 2015

TRASIMENO Y CANNAS



PUNOS EN ITALIA

Gracias a un sutil juego de maniobras, Aníbal atrajo a un segundo ejército romano a las orillas del lago Trasimeno (217 a. de J.C.). La derrota de las legiones, en las que por primera vez militaban esclavos, fue tan completa que casi ningún soldado se salvó, y su jefe, el cónsul Flaminio, estuvo entre los caídos.




Roma fue víctima del pánico, pero, como siempre, volvió a encontrar en el peligro las razones para sacar fuerzas de flaqueza. Nombró un dictador, Quinto Fabio Máximo, que pasó a la historia con el nombre de Cunctator (el Contemporizador). Este evitó hábilmente las batallas en campo abierto, debilitando al adversario con continuas escaramuzas.



Pero los caprichos de la política romana condujeron a la sustitución de Fabio por Varrón, un plebeyo demagogo que, para satisfacer a sus electores, buscó un éxito rápido. Su ejército, cuatro veces superior en número al del general cartaginés, atacó a éste en Cannas.



Pero Aníbal, con un golpe maestro de estrategia militar (fingió ceder en el centro, atrayendo a los romanos entre sus dos alas reforzadas que se cerraron sobre ellos como un cepo), logró una nueva victoria: 45.000 romanos resultaron muertos y 20.000 fueron hechos prisioneros. Varrón, huyendo de la muerte, pidió indulgencia al pueblo romano (216 a. de J.C.).



La urbe parecía condenada, y una parte de Italia se sublevó. Siracusa volvió a aliarse con Cartago.



En Hispania, Escipión resistió; Aníbal negoció con Filipo de Macedonia, decidido a intervenir para expulsar a los romanos de Iliria, donde fijaron un protectorado en el 229 a. de J.C.

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