Me encantaría disponer de una hora libre, Lucio, pero es realmente. Hay
ciento cincuenta y tres puntos en la ley agraria, debido a la falta de tierras
públicas y a lo pendencieros que son los dueños de los latifundium cuyas
propiedades mi comisión está comprando. Hay casi la misma cantidad de colonias
en tierras extranjeras, todas las cuales han de ser legisladas individualmente.
En mi capacidad de censor, tengo innumerables contratos de tierras por
arrendar; cada día me llegan treinta o cuarenta peticiones de ciudadanos de una
ciudad u otra, todos con agravios serios, y eso no es más que una pequeña parte
de mi trabajo. Mis senadores y magistrados son demasiado perezosos, demasiado
arrogantes, o demasiado despreocupados en cuanto al funcionamiento del gobierno como para actuar
como suplentes. Y yo todavía no he tenido
tiempo para crear los departamentos burocráticos necesarios antes de que pueda
retirarme de mi puesto de dictador.
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