Arato (Ἄρατος, 310 - 240 a. C.), nacido en Solos, (Cilicia), fue un escritor griego.
Compuso su poema más famoso, Fenómenos (Φαινόμενα), en la corte macedónica de Antígono II Gónatas y lo concluyó hacia el 275 a. C.Escribió otros poemas eruditos, algunos de tema médico, hoy perdidos. Gozó de una gran reputación entre los alejandrinos primero y entre los romanos después. El mismo Calímaco lo celebró en un hermoso epigrama, y muchos otros lo mencionaron elogiosamente, como un maestro de esa poesía astronómica, estelar en sus temas y luminosa en sus versos.
Los Fenómenos son el más refulgente y renombrado producto helenístico de la poesía didáctico-astronómica. Es decir, pertenece a un género de poesía que encuentra ya en Hesíodo su maestro más antiguo, y que tuvo notables practicantes en el mundo antiguo. En el ámbito latino cabe recordar que las Geórgicas de Virgilio se encuadran en ese mismo sendero literario. En algo más de mil hexámetros(1154 exactamente), Arato de Solos, poeta docto donde los haya, nos describe el alto firmamento y sus constelaciones en estupendos versos de homéricas resonancias.
Ya Aristóteles dedica unas líneas a distinguir la poesía didáctica (de tema médico o físico) de la verdadera épica, aunque ambos géneros se expresen en el mismo metro, con sus paralelos hexámetros.
Como en el De rerum natura de Lucrecio, late en el poema erudito sobre el cielo de Arato una emoción religiosa y una cosmovisión filosófica estoica, mientras que destella en sus imágenes una polícroma y refinada mitología. Es una magnifica y pintoresca muestra de esa poesía alejandrina recargada de erudición y, por otro lado, sustentada en un sólido saber astronómico, en boga en su tiempo.
Es una poesía con un vocabulario poético arcaizante y homérico, pero, a la vez, innovadora dentro de esa lengua épica de tan larga tradición, al introducir expresiones muy de su tiempo y su visión cósmica.
Ha suscitado a lo largo de la historia numerosos comentarios. Al latín se tradujo en repetidas ocasiones y por ilustres autores (Marco Tulio Cicerón, Varrón, Atacino, Ovidio, y Avieno). Su prestigio pervivió en la Alta Edad Media en el curiosísimo Aratus Latinus de época merovingia. Fue un texto muy leído en el Renacimiento
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