He aquí tu oportunidad de devolver ese favor a César,
Mitrídates. Sin duda a estas alturas estarás tan alarmado como todos nosotros
por la invasión de Ponto a cargo de tu hermanastro y por las atrocidades que ha
cometido en Amiso. Una vergüenza y una afrenta para todos los hombres
civilizados. La guerra es una necesidad, o de lo contrario no existiría, pero
es obligación de un comandante civilizado apartar a los civiles del camino de
la maquinaria militar y protegerlos de los daños físicos. El hecho de que los
civiles puedan morir de hambre o perder sus hogares es sencillamente una
consecuencia de la guerra, pero otra cosa muy distinta es violar y matar a
mujeres y niñas, y torturar y a extorsionar a hombres civiles por diversión.
Farnaces es un bárbaro.
La invasión de Farnaces me ha puesto en una situación
difícil, mi querido Mitrídates, pero acaba de ocurrírseme que en ti cuento con
una ayuda en extremo capaz, formalmente aliada al Senado y el pueblo de Roma.
Sé que nuestro tratado te prohíbe reunir un ejército, pero en las actuales
circunstancias debo abolir esa cláusula. Estoy autorizado a ello en virtud de
un imperium maius legalmente otorgado por el dictador.
No debes de saber que el dictador César ha zarpado
rumbo a Egipto con escasos efectivos pidiéndome que le mande otras dos legiones
y una armada naval cuanto antes. Ahora me encuentro con que sólo puedo enviarle
una legión y una armada.
Por tanto, esta carta te autoriza a reunir un
ejército y mandárselo a César a Alejandría. Ignoro dónde puedes encontrar
soldados, ya que yo me he llevado todos los hombres de Anatolia, pero he dejado
a Marco junio Bruto en Tarso con la orden de empezar a reclutar y adiestrar
tropas, así que deberías haber conseguido al menos una legión cuando tu
comandante llegue a Cilicia. Te sugiero asimismo que busques en Siria,
especialmente en las zonas del sur. Hay allí excelentes hombres, los mejores
mercenarios del mundo. Prueba con los judíos.
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