Milcíades
II el Joven, también llamado el Maratonómaco (550 a. C. - 488 a. C.), fue un
político y general ateniense de la familia de los Filaidas, arconte epónimo de
Atenas en 524 a. C., gobernador del Quersoneso tracio, y estratego durante la
batalla de Maratón en el año 490 a. C.
Era
hijo de Cimón I el Viejo, un hijo de Esteságoras I. Hermano
suyo fue Esteságoras II. El nombre de Milcíades es propio y se repite en la
familia de los Filaidas, siendo el más renombrado el de Milcíades II, por su
victoria en Maratón. Otro miembro de la familia fue Milcíades I el Viejo.
Su
primer hijo, Metíoco, no fue fruto de su matrimonio con Hegesípila. Con ella
tuvo a su segundo hijo, Cimón II, más recordado y conocido por la historia
únicamente como Cimón.
Gobernó
como tirano del Quersoneso tracio, donde fue enviado, a bordo de un trirreme,
en el 516 a. C. por Hipias e Hiparco, los hijos del tirano Pisístrato, para que
se hiciese cargo de la situación en el Quersoneso, tras la muerte de Esteságoras,
su hermano, sucesor de su tío Milcíades I (hermanastro de su padre Cimón I).
Dos años después, en el 514 a. C., Hiparco fue asesinado por Aristogitón y
Harmodio.
El
otro motivo por el que enviado, era el de asegurar el control de Atenas sobre
los estrechos de la región (Helesponto) y que el suministro de trigo del Ponto
pudiese llegar a Atenas sin problemas.
Tras
su llegada, bajo el pretexto de guardar luto a su difunto hermano, se recluyó
en su residencia. Allí acudieron los principales personajes del Quersoneso a
darle el pésame, y a una orden de Milcíades fuero encarcelados y así eliminó la
posible resistencia de los cabecillas locales. Controló el Quersoneso porque
contrató a 500 mercenarios tracios y pudo erigirse en tirano al contar con
apoyo tracio al casarse con Hegesípila I, una princesa tracia.
Hacia
el 500 a. C., las islas de Lemnos e Imbros, conquistadas por los persas, las
anexionó a sus dominios. Lemnos había sido conquistada en 512 a. C. por Ótanes,
quien había nombrado gobernador militar a Licareto. Es curioso que ninguna
fuente mencione la presencia de tropas persas en la isla.
Hay
quien retrasa la conquista de Lemnos entre el 510 y 506 a. C. y que la cedió
voluntariamente a los atenienses entre 496 y 493 a. C., sin duda para intentar
involucrar a Atenas en la sublevación jonia, a fin de contar con una buena
acogida en Atenas en el caso -cosa que sucedió y es relatado infra- de tener
que abandonar el Quersoneso, ante el mal cariz de las operaciones militares de
los jonios contra Darío.
La
incursión de los escitas motivó su marcha en el 495 a. C. Ante el avance del
rey persa Darío I, una vez había cruzado su ejército de Asia a Europa y ante la
amenaza de ser atacados, los escitas se dirigieron al Quersoneso e intentaron
convencer a los griegos de Jonia, encargados por Darío I de la custodia del
puente, durante 60 días, que habían tendido los persas sobre el río Istro, a
cortar el puente y a liberarse del yugo persa.
Milcíades
propuso también a los guardianes del puente que no dejasen escapar la ocasión
de liberar Grecia, ya que ante un posible fracaso de la invasión persa, los
habitantes de Asia de origen griego se sublevarían contra los persas. Ante la
negativa de la mayoría de los tiranos de las ciudades jonias de secundar el
plan, y al recibir Milcíades, noticias de que los fenicios, aliados de los
persas, se hallaban en Ténedos, Milcíades huyó y zarpó de la ciudad de Cardia
con cinco trirremes y con sus riquezas, rumbo a Atenas. Mientras costeaba el
litoral norte del Quersoneso con intención de cruzar el golfo de Melas, los
fenicios se lanzaron al abordaje de sus naves, capturando un trirreme.
Milcíades
consiguió refugiarse en Imbros con los otros cuatro trirremes. Al mando de la
nave capturada estaba Metíoco, el mayor de los hijos de Milcíades, y fue
conducido a presencia de Darío I, quien en lugar de infligirle ningún daño ni
pedir rescate, le concedió todo tipo de bienes y una esposa persa con la que
tuvo hijos que fueron considerados persas de pleno derecho. Por su parte, desde
Imbros, Milcíades se trasladó a Atenas.
Darío
I, ante el fracaso de la invasión de Escitia, depuso a Mardonio y nombró como
generales a Datis y Artafernes para que atacaran Escitia y Atenas. A ésta,
porque los jonios habían tomado Sardes gracias a la ayuda ateniense. Estos
generales atracaron su flota en Eubea y conquistaron enseguida Eretria,
deportando a sus habitantes al territorio asiático del Imperio persa.
Regresó
al Quersoneso hacia el 494 a. C., una vez se habían retirado los escitas,
vuelta que fue propiciada por los doloncos.
En el
493 a. C., se vio obligado a volver a Atenas. Mientras tanto los persas habían
desembarcado en una bahía en la Tetrápolis, la zona nororiental del Ática, a
unos 40 km de al noroeste de Atenas. La bahía estaba protegida al norte de las
peligrosas corrientes del estrecho de Eubea por el promontorio de Cinosura («la
cola del perro»).
A
dicha bahía daba una llanura de unos 50 km de largo por 5 de ancho, que se
extendía desde las estribaciones orientales del monte Pentélico. El terreno no
era muy propicio para una batalla en la que se emplearan grandes efectivos,
pues la llanura estaba dividida transversalmente por el torrente Caradro y en
ambos extremos había zonas pantanosas, siendo la situada al norte
impracticable.
Se ha
aducido que las razones que impulsaron a los persas a desembarcar allí fueron
los consejos de Hipias, que pensaría poder repetir con la ayuda de los
partidarios que tenía en la Diacria, el éxito de su padre Pisístrato al
regresar definitivamente a Atenas. La perspectiva de que Hipias volviera a
ocupar el poder no disgustaba a ciertos sectores de las clases más humildes del
Ática, que recordaban la atención que les había dispensado Pisístrato.
Cuando
arribó Milcíades, sus enemigos políticos le hicieron comparecer ante un
tribunal acusándolo, en virtud de una ley contra la tiranía, de haberla
ejercido en el Quersoneso. Fútil pretexto, dado que la presencia de Milcíades
en el Quersoneso había sido muy positiva para Atenas al asegurar el
aprovisionamiento de cereales desde el Mar Negro. Las verdaderas razones
debieron ser, posiblemente la oposición de un partido, entre los que estaban
Temístocles y Arístides, frente a las demás facciones atenienses: los
Alcmeónidas por su actitud no beligerante en la sublevación jonia; a los
partidarios de los Pisistrátidas por el asesinato de su padre, Cimón I; y a los
filopersas, en general, por haberse visto obligado a abandonar el Quersoneso.
Proceso
que no prosperó y libre de cargos (prueba de la inmensa popularidad de
Milcíades en Atenas y el declive de la influencia política de sus adversarios)
fue elegido estratego.
Él y
los otros nueve estrategos encabezaron las tropas que se dirigieron a Maratón,
ante la creencia de que, como los persas no habían ocupado los pasos montañosos
del monte Pentélico, que conducían a la capital, no se proponían dirigirse
desde Maratón a Atenas.
Los
planes de los persas eran atraer a los atenienses a Maratón, pero no para
librar una batalla definitiva, sino para alejar a los hoplitas atenienses de su
ciudad, mantenerlos allí, y entretanto dividir sus propias fuerzas y con parte
de ellas presentarse por sorpresa en Falero y, en connivencia con sus
partidarios atenienses, dispuestos a entregarles la ciudad, apoderarse de
Atenas. Es indudable que los persas contaran con partidarios en Atenas, ya que
el «medismo» no era aún mal considerado como lo sería a partir de Maratón, pues
muchas ciudades jonias, vasallas de Persia, eran muy prósperas.
Al
vencer a los persas en Maratón, se le recordó en adelante con el sobrenombre de
Maratonómaco y se le concedió el honor de que cuando se pintó en el pórtico
(stoa) llamado Pecile la batalla de Maratón, su imagen se representó la primera
en el grupo de los diez estrategos, en actitud de arengar a las tropas.
Aumentado
su prestigio por la victoria en la batalla de Maratón, convenció a los
atenienses de zarpar y atacar la isla de Paros en la primavera del 489 a. C. Es
posible que Milcíades, privado de sus posesiones en el Quersoneso, deseara
imperar en otro lugar.
Atracó
la flota ateniense en la bahía al norte de Paros. Se dirigió por tierra hasta
la capital de la isla del mismo nombre, situada en la costa occidental, y
exigió a los parios mediante un heraldo cien talentos (unos 2590 kg de plata,
cantidad exorbitante que permite pensar que, por estas fechas, la isla
constituía el centro neurálgico del comercio insular de Mar Egeo) y que de no
pagar los aniquilaría. Los parios, al amparo de la noche doblaron la altura de
las murallas más expugnables.
Una
noche tuvo lugar un incendio en un bosque. Los parios y los atenienses creyeron
que los marineros persas estaban haciendo señales. Los parios abandonaron toda
idea de rendirse y Milcíades ante la posible aparición de la flota persa hizo
quemar las obras que cercaban Paros. Milcíades aconsejado por una cautiva
paria, profanó durante la noche, el santuario de Deméter Tesmófora, con la
esperanza de que los parios se desmoralizasen al enterarse de la profanación o
de la desaparición de algún objeto sagrado (tal vez el robo del Paladio de la
ciudad, estatua milagrosa de una divinidad que hacía invencible a la comunidad
que la poseía. Al saltar precipitadamente el muro del templo se golpeó la
rodilla, que le produjo una herida que se le infectó. Dado su mal estado de
salud, emprendió la vuelta a Atenas tras 27 días de asedio, sin los cien
talentos y sin haber conquistado Paros.
Los
atenienses lo acusaron de traición y de ser sobornado por los persas para
abandonar Paros. Milcíades, enfermo, por las heridas recibidas, fue defendido
por sus amigos. El pueblo le absolvió de la pena de muerte, por su triunfo en
Maratón y por la conquista de Lemnos, pero se le impuso una multa por un
importe de 50 talentos (unos 1295 kg de plata). Por no haber podido pagar esta
multa al contado fue encerrado en prisión, muriendo después del juicio a causa
de la pierna gangrenada. La multa de 50 talentos la haría efectiva su hijo
Cimon.
En la
acera izquierda de la Vía Sacra de Delfos se encuentran los restos de un exvoto
ofrecido por Atenas en recuerdo de los fallecidos en Maratón, entre las
estatuas estaba Milcíades, en este momento se deduce que ya estaba
rehabilitado, por lo cual esta escultura debió donarse en torno al 460 a. C., y
no en el 490 a. C., fecha de la batalla. El grupo escultórico fue atribuido a
Fidias, realizado en bronce, compuesto por dieciséis figuras.
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