Reunidos
cerca del río Eúfrates, el embajador parto Orobazus (representante de
Mitrídates II de Partia) y el rey Tigranes de Armenia (acompañados del rey
Osroene), aprobaron junto al procónsul Lucio Cornelio Sila, la propuesta del
Senado y Pueblo de Roma consistente en lo siguiente: Todo lo que queda al este del río Éufrates
sería la absoluta potestad y asunto del rey de los partos y sus otros reinos
vasallos, pero lo que está al oeste del río Eufrates es asunto de Roma y
potestad de quienes actúan en nombre de Roma.
El acuerdo se inscribió en una piedra monumental que
Orobazus financió y ordenó erigir en el sitio en que había alzado Sila la
plataforma de mármol para acordar el tratado entre el embajador parto y los
demás reyes, que ya había sido desmantelada para devolver los ricos materiales
a sus lugares de origen. Era un obelisco en cuyos cuatro lados se esculpió el
tratado en latín, griego, parto y medo, haciendo dos copias en pergamino
auténtico, una para que Sila la llevase a Roma y otra para que Orobazus la
presentase a Seleucia del Tigris, donde el honorable anticipó que complacería
enormemente al rey Mitrídates de los partos.
MONEDA DE MITRÍDATES II DE PARTIA |
Una vez concluido el Tratato, el rey Osroene de Comagene en
privado le entregó a Sila una bolsa
grande de oro, siguieron otras cinco, obsequio del parto Orobazus, también
donadas en privado al procónsul Lucio Cornelio Sila. Eran monedas acuñadas con
la efigie de Mitrídates II de los partos, un anciano de cuello corto, nariz
como un anzuelo, pelo muy rizado y barba puntiaguda, con el mismo sombrerito
sin ala con que se tocaban sus embajadores, salvo que él lucía la cinta de la
diadema, orejeras y toca.
Cuando regresó a Tarso, Sila cambió sus monedas de oro por
denarios romanos, y para su sorpresa vio que poseía una fortuna de diez
millones de denarios, o cuarenta millones de sestercios. ¡Había más que
duplicado su fortuna!. Naturalmente que
de aquella banca de Tarso no salió cargado de bolsas de monedas romanas, sino
que optó por la permutatio y únicamente se llevó un modesto rollo de pergamino
auténtico. Ya tenía dinero suficiente para poder iniciar su campaña para
conseguir el puesto de cónsul.
Había llevado a cabo su cometido de conseguir un tratado
que especificara con claridad las fronteras entre el Imperio Parto, los reino
de Armenia y el Ponto, y el Imperio Romano, y lo había hecho muy bien. Los del
Tesoro romano que habían financiado la expedición no se quejarían, pues había
habido otras diez bolsas de oro cedidas para el Estado Romano, dos del rey
Tigranes de Armenia, cinco del rey de los partos, una del rey de Comagene y
otras dos nada menos que del rey del Ponto. Lo cual significaba que Sila podía
pagar su ejército, dar al sátrapa de Tarso Morsimo una buena recompensa por
haberle organizado las cuatro legiones alistando al estilo romano a lugareños
de la zona, y conservar en sus arcas de guerra más de dos tercios del total del
estipendio que le había otorgado el Senado Romano antes de partir para esa
misión, aumentándolas considerablemente. Había sido un buen año para Sila. Su
fama crecería en Roma, y ahora tenía dinero para iniciar la campaña del
consulado, pese a contar ya con 45 años y llegar un poco tarde para la más alta
magistratura romana.
Muy buen artículo
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