domingo, 9 de septiembre de 2018

TRAS EL TRATADO ROMANO-PARTO ENTRE SILA Y OROBAZUS, SE INCREMENTA LA FORTUNA DE SILA



Reunidos cerca del río Eúfrates, el embajador parto Orobazus (representante de Mitrídates II de Partia) y el rey Tigranes de Armenia (acompañados del rey Osroene), aprobaron junto al procónsul Lucio Cornelio Sila, la propuesta del Senado y Pueblo de Roma consistente en lo siguiente:  Todo lo que queda al este del río Éufrates sería la absoluta potestad y asunto del rey de los partos y sus otros reinos vasallos, pero lo que está al oeste del río Eufrates es asunto de Roma y potestad de quienes actúan en nombre de Roma.

 

El acuerdo se inscribió en una piedra monumental que Orobazus financió y ordenó erigir en el sitio en que había alzado Sila la plataforma de mármol para acordar el tratado entre el embajador parto y los demás reyes, que ya había sido desmantelada para devolver los ricos materiales a sus lugares de origen. Era un obelisco en cuyos cuatro lados se esculpió el tratado en latín, griego, parto y medo, haciendo dos copias en pergamino auténtico, una para que Sila la llevase a Roma y otra para que Orobazus la presentase a Seleucia del Tigris, donde el honorable anticipó que complacería enormemente al rey Mitrídates de los partos.


MONEDA DE MITRÍDATES II DE PARTIA

Una vez concluido el Tratato, el rey Osroene de Comagene en privado  le entregó a Sila una bolsa grande de oro, siguieron otras cinco, obsequio del parto Orobazus, también donadas en privado al procónsul Lucio Cornelio Sila. Eran monedas acuñadas con la efigie de Mitrídates II de los partos, un anciano de cuello corto, nariz como un anzuelo, pelo muy rizado y barba puntiaguda, con el mismo sombrerito sin ala con que se tocaban sus embajadores, salvo que él lucía la cinta de la diadema, orejeras y toca.

 

Cuando regresó a Tarso, Sila cambió sus monedas de oro por denarios romanos, y para su sorpresa vio que poseía una fortuna de diez millones de denarios, o cuarenta millones de sestercios. ¡Había más que duplicado su fortuna!.  Naturalmente que de aquella banca de Tarso no salió cargado de bolsas de monedas romanas, sino que optó por la permutatio y únicamente se llevó un modesto rollo de pergamino auténtico. Ya tenía dinero suficiente para poder iniciar su campaña para conseguir el puesto de cónsul.

 

Había llevado a cabo su cometido de conseguir un tratado que especificara con claridad las fronteras entre el Imperio Parto, los reino de Armenia y el Ponto, y el Imperio Romano, y lo había hecho muy bien. Los del Tesoro romano que habían financiado la expedición no se quejarían, pues había habido otras diez bolsas de oro cedidas para el Estado Romano, dos del rey Tigranes de Armenia, cinco del rey de los partos, una del rey de Comagene y otras dos nada menos que del rey del Ponto. Lo cual significaba que Sila podía pagar su ejército, dar al sátrapa de Tarso Morsimo una buena recompensa por haberle organizado las cuatro legiones alistando al estilo romano a lugareños de la zona, y conservar en sus arcas de guerra más de dos tercios del total del estipendio que le había otorgado el Senado Romano antes de partir para esa misión, aumentándolas considerablemente. Había sido un buen año para Sila. Su fama crecería en Roma, y ahora tenía dinero para iniciar la campaña del consulado, pese a contar ya con 45 años y llegar un poco tarde para la más alta magistratura romana.


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