Tiberio se fue de Roma en 27 d. C. y no volvió nunca
más a la ciudad. Pasó casi todos los años de su declive rodeado de los lujos
más decadentes en la isla de Capri, en el golfo de Nápoles. A los pocos días de
su llegada a Capri, cuando un pescador le ofreció de improvisto un enorme
salmonete mientras paseaba solo, mandó que le frotaran la cara con ese pez,
espantado de que hubiera podido trepar hasta él desde la parte posterior de la
isla por terrenos rocosos y fuera de ruta; y como el hombre se congratulaba
durante el suplicio de no haberle ofrecido también una langosta enorme que
había cogido, ordenó asimismo lacerarle el rostro con este animal.
( Suetonio en "Vida de Tiberio")
No hay comentarios:
Publicar un comentario