Pompeyo nunca entró en batalla sin previamente leer el Canto
XI de la Ilíada, pues era un gran admirador de Agamenón, cuyas hazañas más
heroicas se recogen precisamente en ese libro.
Y Cicerón iba en su litera leyendo la Medea de Eurípides
cuando sus asesinos le cortaron la cabeza.
( Ptolomeo Queno, citado por Focio en su
"Biblioteca" )
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