Claudia
Quinta fue una matrona romana del siglo III a. C.
Claudia
dijo haber sido la encargada de traer a la diosa Cibeles –reverenciada como la
Gran Madre o Magna Mater– desde su santuario, en la zona griega de Asia Menor,
a Roma en el 204 a. C., durante los últimos años de la segunda guerra púnica de
Roma contra Cartago. La diosa había sido traída en respuesta a funestos
prodigios: la pérdida de una cosecha y el consejo de varios oráculos. La
historiografía describe a Claudia Quinta como castissima femina (la más pura o
virtuosa mujer) de Roma. Por ello, fue la escogida junto con Publio Cornelio
Escipión Nasica, optimus vir (el mejor hombre) de Roma para dar la bienvenida a
la diosa. Algunos rumores la acusaban de impura; pero se disolvieron cuando el
barco que llevaba el ídolo de la diosa –consistente en un aerolito– a través
del río Tíber, quedó encallado en un banco de arena y, según cuentan los
relatos, la diosa lo liberó como respuesta a los rezos de Claudia. A la llegada
de la diosa a Roma, le sucedió una buena cosecha y la victoria de los romanos
sobre el líder cartaginés Aníbal. El reporte de la llegada de la diosa Cibeles
a Roma y su transformación en Magna Mater ha sido ornamentado con el tiempo con
detalles coyunturales. En honor a la diosa se celebraba cada año en Roma la
fiesta de las Megalesias.
Estas
relatos, y el las festividades de Megalesia, se usaron para promover el culto
de la diosa, los valores romanos tradicionales y el estado y reputación de las
familias gobernantes de Roma. El reclutamiento de Magna Mater a la causa romana
se realizó en un tiempo particularmente inestable en la historia de la ciudad;
la elección de Claudia Quinta y Escipión Nasica como los mejores de su clase
puede reflejar una muestra de unidad.
La
leyenda de Claudia en particular devenía cada vez más fantasiosa y mitificada;
y se divagaba sobre quiénes podrían ser considerados sus descendientes. En la
era republicana, Cicerón presentó la moralidad de Claudia como ejemplo de
pudicitia (virtud sexual). El emperador Claudio reivindicó a Claudia como una
antepasada y puede haber promovido su culto, junto al de Magna Mater y su
divino consorte Atis.
La
mayoría de fuentes antiguas describen a Claudia Quinta como una matrona aristocrática
(una mujer casada y cabeza de su casa), quién activamente defendió el bienestar
de su país, su reputación personal y la de su familia. Cicerón y otras fuentes
más tardías parecen atribuir a Claudia el oficio de vestal. Algunas imágenes de
la era imperial temprana y posteriores, la pintan con un traje propio de las
vestales, destacándola como un dechado de moralidad y pureza religiosa. Tuvo al
menos una estatua en el vestíbulo del templo de Cibeles del monte Palatino.
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