domingo, 18 de agosto de 2019

DISCURSO DE LUCIO MARCIO FILIPO EN EL SENADO PIDIENDO EL MANDO DE LA GUERRA CONTRA SERTORIO EN HISPANIA PARA CNEO POMPEYO MAGNO




Padres conscriptos ha llegado la hora de que hagamos inventario de la situación en Hispania sin apasionamientos ni prejuicios. ¡Cuán sedante y enaltecedora experiencia ha sido para mí escuchar a nuestro muy querido e inteligente segundo cónsul, nuestro príncipe del Senado, Mamerco Emilio Lépido Liviano, al decir tan tranquilo y convincente que los veteranos de sus legiones piensan que la persona más indicada para derrotar a Sertorio en Hispania no es otro que el joven general Cneo Pompeyo Mango!. Yo voy a continuar en el mismo tono mesurado y reflexivo.

 

Los primeros éxitos de Quinto Sertorio después de regresar a Hispania para unirse a los lusitanos hace tres años y medio son comprensibles. Hombres como Lucio Fufidio no supieron contenerle y le presentaron batalla precipitadamente. Cuando nuestro pontífice máximo, Quinto Cecilio Metelo Pío, llegó para gobernar la Hispania Ulterior, y su colega Marco Domicio Calvino llegó para gobernar la Hispania Citerior, sabíamos que Quinto Sertorio iba a ser difícil de derrotar.


 Fue entonces, en aquella primera campaña de verano, cuando el legado de Sertorio, Lucio Hirtuleyo, atacó a las seis legiones de Calvino con tan solo cuatro mil hombres y le infligió una derrota. Calvino murió en el campo de batalla, igual que la mayoría de sus hombres. A continuación, Sertorio fue a combatir a Pío, pero prefirió atacar a su estimable legado Thorio, muriendo Thorio en el campo de batalla y quedando sus tres legiones malparadas. Nuestro querido Pío se vio obligado a retirarse a sus cuarteles de invierno en Olisipo del Tajo, perseguido por Sertorio.

 

Al año siguiente -es decir, el año pasado- no hubo grandes batallas. ¡Pero tampoco grandes éxitos!. Pío pasó el tiempo tratando de librarse de las garras de Sertorio, mientras que Hirtuleyo recorría la Hispania central y afianzaba la influencia de Sertorio entre las tribus celtibéricas. Ya se había ganado Sertorio a los lusitanos, y en ese momento casi toda Hispania estaba a punto de ponerse de su parte, salvo las tierras entre el río Betis y las montañas de Orospeda, en donde Pío había concentrado sus fuerzas para atraerle.

 

Pero el gobernador del pasado año de la Galia Transalpina, Lucio Manlio, pensó que podía asestar un golpe a Sertorio y cruzó los Pirineos con cuatro legiones. Hirtuleyo le presentó batalla en el río Iberus, causándole tan aplastante derrota que Lucio Manlio hubo de retirarse sin dilación a su provincia, en la que no tardó en ver ¡que corría peligro!, pues Hirtuleyo le persiguió y le derrotó por segunda vez.

 

Este año tampoco nos ha sido favorable, padres conscriptos. La Hispania Citerior aún no tiene gobernador, y en la Ulterior gobierna con una prórroga Pío, que no ha cruzado el Betis ni ha avanzado al norte de Orospeda. Sin encontrar resistencia, Quinto Sertorio cruzó el paso de Consabura de la Hispania Citerior y ha fijado su capital en Osca, pues ha tenido la audacia de organizar la ocupación de las provincias de Roma según el modelo romano. 


Tiene una capital y un Senado... incluso una escuela en la que pretende que los hijos de los caudillos bárbaros aprendan latín y griego para que ocupen debidamente los cargos de magistrados en esa Hispania que quiere suya. Sus magistrados ostentan títulos romanos, su senado consta de trescientos miembros. Y ahora se le ha unido Marco Perpena Vento con las tropas de Lépido que lograron escapar de Cerdeña.

 

¡Padres conscriptos, tenemos que enviar un gobernador a la Hispania Citerior!. Lo intentamos, pero Lépido impidió la marcha de Quinto Lutacio, y un motín ha impedido la marcha de nuestro príncipe del Senado. Me resulta evidente que el gobernador ha de ser un hombre de singular calidad. Sus obligaciones serán, en primer lugar, hacer la guerra y después gobernar. De hecho, su obligación casi exclusiva será hacer la guerra. De las catorce legiones que fueron con Pío y Calvino hace dos años y medio, puede que queden siete, todas ellas con Pío en la Hispania Ulterior. La Hispania Citerior está guarnecida.. por Quinto Sertorio. No hay nadie en esa provincia que le haga frente.

 

El que enviemos a la Hispania Citerior deberá ir con un ejército... no podemos quitarle tropas a Pío. Y el núcleo de ese ejército lo tenemos en Capua: cuatro buenas legiones integradas por veteranos de Sila, que se han negado a marchar a Hispania si no es al mando de Cneo Pompeyo Magno, que no es senador pero sí caballero.

 

Entonces, queridos colegas, tenemos una sugerencia, gentilmente expresada por el ejército de Capua: Cneo Pompeyo Magno. No obstante, la ley de Lucio Cornelio Sila estipula que tenga prioridad de mando alguien del Senado dispuesto a recibirlo, y que esté militarmente calificado para ejercerlo. Quiero ver si existe tal hombre en esta Cámara.

 

A ver: eprimer cónsul Décimo Junio Bruto no quiere el mando porque es demasiado mayor y muy poco hábil. El segundo cónsul Mamerco no quiere el mando porque su ejército está descontento si no se le otorga el mando a Cneo Pompeyo Magno. El petror urbano Cneo Aufidio Orestes no quiere el mando ni aunque le permitiesen dejar Roma más de diez días. El pretor de extranjeros Marco Aurelio Cotta tampoco lo desea, ni el resto de los otros seis pretores aquí presentes.Y el resto de los consulares ya han manifestado que tampoco desean el amndo, como ya han expresado Marco Tulio Decula, Quinto Lutacio Catulo, y los demás aquí presentes. Entonces...¿yo mismo?,....¡no, yo tampoco quiero el mando!, soy demasiado viejo, demasiado gordo.....y militarmente inepto. Ni siquiera lo pedido el joven senador Cayo Julio César, porque sabe que por su juventud ninguno de los senadores aquí presentes le otorgaríamos el mando, pese a que luce la corona de hierba y es senador gracias a la legislación de Sila. Ni siquiera Cayo Escribonio Curio quiere aceptar el mando.

 

Entonces el caso es que nadie en el Senado quiere tomar el mando de la guerra contra Sertorio en España, lo cual nos lleva al asunto del mando especial que preveía nuestro llorado dictador Lucio Cornelio Sila para esos casos, y en el experimentado joven general Cneo Pompeyo Magno. Vosotros mismos habéis oído cómo me he descalificado. Ahora bien, puede que entre los senadores y promagistrados que se encuentren en el extranjero haya alguno adecuado. ¡Pero no hay tiempo que perder!. ¡Hay que hacer frente a la situación ahora mismo o perderemos las dos provincias de Hispania!. ¡Y para mí está bien claro que el único hombre disponible y adecuado es Cneo Pompeyo Magno!. No es senador, sino caballero; pero está en el ejército desde los dieciséis años, y desde los veinte ha mandado sus propias legiones una batalla tras otra. Nuestro llorado Lucio Cornelio Sila le prefirió a otros. ¡Y con justicia!. El joven Pompeyo Magno tiene experiencia, talento, buenas tropas de soldados veteranos, y le anima el mejor interés por Roma.

 

Disponemos del instrumento constitucional para nombrar a este joven gobernador de la Hispania Citerior con imperium proconsular y autorizarle a mandar las legiones que creamos necesario, prescindiendo de su condición de caballero. Sin embargo, yo solicitaría que no se le otorgue ese mando especial de modo que parezca que ya ha servido como cónsul. Que no se le califique de pro consule sino de pro consulibus; no cónsul tras un año en el cargo, sino en nombre de los cónsules del año. Así será consciente en todo momento de la naturaleza de su encargo especial.

 

Miembros de la Cámara, propongo una votación. Los que estén a favor de otorgar un mando especial con imperium proconsular y seis legiones a Cneo Pompeyo Magno, caballero, que se sitúen a mi derecha. Los que se opongan, que se coloquen a mi izquierda.

 
Bien, nadie se ha situado a mi izquierda. Queda otorgado el mando de la guerra contra Sertorio a Cneo Pompeyo Magno.


NOTA DEL AUTOR DEL BLOG: Lucio Marcio Filipo era la marioneta del riquísimo Cneo Pompeyo Magno, que lo tenía comprado con abundante dinero (lo mismo que muchos otros influyentes senadores), y esta era la verdadera razón por la que Pompeyo consiguió para él el mando de la guerra contra Sertorio. El joven senador Cayo Julio César, aunque aspiraba a conseguir para él el mismo mando, fingió no aceptarlo porque sabía que la inmensa mayoría del Senado no lo aprobaría, y optó por esperar otro momento más oportuno.  

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