(...) Los bárbaros se derraman furiosos —… y el
azote de la peste no causa menos estragos, el tiránico exactor roba y el
soldado saquea las riquezas y las vituallas escondidas en las ciudades; reina
un hambre espantosa […], exacerbadas en todo el orbe las cuatro plagas: el
hierro, el hambre, la peste y las fieras, cúmplense las predicciones que hizo
el Señor por boca de sus profetas. Asoladas las provincias […], los bárbaros se
reparten a suertes las regiones de las provincias para establecerse en ellas.
(...) Bandas innumerables y muy feroces han ocupado
las Galias. Todo lo comprendido entre los Alpes y los Pirineos, entre el océano
y el Rin, está devastado por los cuados, los vándalos, los sármatas, los
alanos, los gépidos, los hérulos, los sajones, los burgundios, los alamanes y
los panonios. “Asur ha venido con ellos” (Sal. 82, 9). Han saqueado la ilustre
Maguncia y han asesinado a miles de personas en su iglesia. La misma suerte han
sufrido Worms, Reims, Amiens, Arras… Aquitania está arrasada, Hispania tiembla
viendo a la muerte abatirse sobre ella. En fin, no cuento más para que no
parezca que desespero de la misericordia divina…»
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