Tanaquil
o Caya Cecilia fue una dama aristócrata etruscorromana del siglo VI a. C. Fue
la esposa de Lucio Tarquinio Prisco, primer rey etrusco de Roma, a quien
convenció para que se instalaran en la ciudad. A la muerte de su esposo,
maniobró para favorecer el entronamiento de Servio Tulio.
Tito
Livio y Dionisio de Halicarnaso solo la llaman Tanaquil (en griego, Θanaχvil o Τανακυλλίς; en etrusco, Thanchvil, Thanchufil o
Thanchfil), pero otros autores, como Festo Rufo, indican que cambió su nombre
por el de Caya Cecilia (en latín, Gaia Caecilia) cuando se instaló en Roma.
Según
el escritor romano Tito Livio, Tanaquil fue una aristócrata originaria de la
ciudad etrusca de Tarquinia. Añade que era una mujer «entendida en augurios
celestes».
Tanaquil
pensó que su marido sería un buen líder, pero como era el hijo de un
inmigrante, que no sería capaz de obtener el poder en Tarquinia, ciudad en la
que vivían. Sabiendo esto, Tanaquil le animó a trasladarse a Roma, que no
estaba en esta época dominada por una fuerte aristocracia local. Sus
habilidades proféticas ayudaron a instalar a Lucio Tarquinio. Camino de Roma un
águila voló sobre el sombrero de Tarquinio y luego regresó a su cabeza. Tanaquil
interpretó esto como una señal de que los dioses querían que se convirtiera en
rey.
Convenció
a su esposo a abandonar Etruria y establecerse en Roma, prometiéndole que
reinaría en esta ciudad, lo que efectivamente sucedió después de la muerte de
Anco Marcio. La profecía de Tanaquil finalmente se materializó, se hicieron
amigos del rey Anco Marcio, quien hizo a Lucio Tarquinio tutor de sus hijos. Cuando
el rey murió antes de que sus hijos tuvieran la edad suficiente para ser
sucesores al trono, Tarquinio utilizó su popularidad en los Comitia (comicios)
para ser elegido el quinto rey de Roma. Gobernó de 616 a 579 a. C.
Tanaquil
también jugó un papel en el ascenso de Servio Tulio, el sexto rey de Roma. Lo
crio como a su propio hijo para que fuera sucesor al trono. Sus sueños se
hicieron realidad cuando Servio estaba un día durmiendo su cabeza estaba
envuelta en llamas. Las llamas bailaban alrededor de él sin quemarle y cuando
Servio despertó, el fuego desapareció.Tomando esto como un presagio, Tanaquil
supo que Servio un día sería rey. Tras la muerte en atentado de Tarquinio
Prisco exhortó al pueblo para que proclamara rey a su yerno Servio Tulio. Tanaquil
había ocultado la muerte de su esposo a sus súbditos, diciéndoles que Tarquinio
había nombrado a Servio regente, hasta que se repusiera de sus heridas. Después
de ganar el respeto de la gente y el control de la realeza, Servio y Tanaquil
anunciaron la muerte de Tarquinio.
El
historiador francés Alain Hus deduce de estas historias que el arte de
interpretar los signos divinos entre los etruscos era una prerrogativa de las
familias aristocráticas, y que las mujeres podían ser augures.
Tuvo
cuatro hijos: dos hijos y dos hijas. Tarquinia, una de sus hijas, se casó con
Servio Tulio. Sus dos hijos, Lucio Tarquino el Soberbio y Arrunte Tarquinio,
que se casaría con Tulia, hija de Servio Tulio.
Según
Rufo Festo, cambió su nombre por el de Gaia Caecilia (llamada Gaia Cyrilla por
Boccaccio' en De Mulieribus Claris) cuando llegó a Roma, aunque algunos
historiadores romanos también escribieron su nombre como Caia Cecilia o Caia
Cirila. Este nombre es el origen mítico de los ritos de las bodas romanas. Fue
recordada como una hábil tejedora en el arte de trabajar la lana. La reina Gaia
fue tan admirada por los romanos de su tiempo que se decretó que cualquier
novia que entrara en su palacio real anunciaría su nombre como "Gaia"
cuando se le preguntara. Se interpreta como un presagio de la futura frugalidad
de las mujeres, representativa del estilo de vida sencilla de su época. Plinio
el Viejo dice que se el dedicó una estatua como Caecilia Gaia en el templo de
Semo Sancus.
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