No
ves que gritando el ser natural reclama del cuerpo alejar los dolores, y acercar
grata sensación al alma, librándola de miedo y de cuidado?. Ve cuan pocas cosas
requerimos para proteger el cuerpo de los dolores, y bañarlo en delicias
abundantes. Mas no pide la naturaleza, aunque no se vean estatuas de niños de
oro, de cuyas diestras juveniles cuelguen lamparas encendidas por las salas que
nocturnos banquetes iluminan, ni el palacio con plata resplandece, ni reluce
con oro, ni retumba el eco del artesón dorado con las liras; se desquitan, no
obstante, alla tendidos en tierna grama, cerca de un arroyo, en sombra de altos
y frondosos arboles, a cuyo pie disfrutan los placeres sin gran derroche;
particularmente si el tiempo ríe y la primavera esparce flores en las hierbas
de los campos.
Y
la fiebre no abandonara el cuerpo, si en bordados purpuras te revuelves, mas rápidamente que si te acostases en simple y tosca jerga de sayo. Para la
bienaventuranza del cuerpo los tesoros y el renombre nada pueden, ella nos
convence que al animo del alma tan poco provecho nos traen; crees tu que cuando
tus legiones veas, en la lejanía del Campo de Marte balancearse en imágenes de
guerra, cargadas de violentas lanzas tus tropas, decoradas excelentemente con
armas, en la mas valiente espera se encuentren; cuando veas tus velas pulular
en el mar, y hasta por todas partes esparcirse: acaso no con esto el temor
religioso huye espantado del alma, y serena el tiempo alejando el sufrimiento,
y el miedo a la muerte deja asi el pecho aligerado de penas?.
Pues
si vemos que estos temores absurdas y graciosas vanidades son; y en hecho y
verdad los miedos y cuidados de los hombres no temen el estruendo de las armas
ni las crueles lanzas; y en toda osadía con reyes y poderosos se pasean, ni del
resplandor del oro, ni de su ropaje purpura hacen caso; dudas todavía que todo
esto en la razón del poder no se encuentre?.
Ya
que toda vida a obscuras anda así como niños que de todo tiemblan y se
asustan en la penumbra. Asi tememos a cosas en el claro día que como un niño en
la sombra se asusta y ya lo imagina pasando. Este anochecer que asusta a
nuestra alma no se destierra con la luz solar, ni con las mas lucidas flechas
del día, sino con la visión y razón de las cosas.
(
Lucrecio en "De rerum natura" )
No hay comentarios:
Publicar un comentario