(...) Los bienes más grandes se poseen con recelo, y ninguna fortuna ha de
inspirar más desconfianza que la mejor.
(...) Más feliz es aquel a quien no hace falta la fortuna que aquel en
cuyo favor está dispuesta. Todos estos bienes que nos deleitan con placer
aparente, pero falaz: dinero, dignidad, poder y muchas otras cosas a cuya vista
se deslumbra la ciega codicia del linaje humano, con trabajo se poseen, con
envidia se miran y acaban finalmente por oprimir a aquellos mismos a quienes
adornan; sus amenazas montan más que sus provechosos, resbaladizos son e
inciertos; jamás se poseen con firmeza, porque aun, cuando en lo por veneri
nada se haya de temer, la misma conversación de una gran felicidad es azarosa y
llena de afanes. Si quieres dar crédito a los que profundamente calan la
verdad, toda la vida es suplicio.
(...) Más tolerable es el o adjudicar que el perder, y así verás que viven
más contentos aquellos en quien jamás puso los ojos la fortuna que aquellos a
quien abandonó.
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