INTRODUCCIÓN
Arte y arquitectura de Roma, conjunto de manifestaciones artísticas desarrolladas en la antigua Roma y su Imperio, que en su periodo de máximo apogeo se extendió desde las islas Británicas hasta el mar Caspio. El arte romano más primitivo comenzó con el derrocamiento de los reyes etruscos y el establecimiento de la República el año 510 a.C. Se considera que el final del arte romano, y por consiguiente el inicio del arte medieval, llegó con la conversión del emperador Constantino I el Grande al cristianismo y con el traslado de la capital del Imperio desde Roma a Constantinopla en el año 330. Sin embargo, el estilo romano e incluso sus temáticas paganas continuaron representándose durante siglos, a menudo bajo la impronta cristiana.
El arte romano se divide tradicionalmente en dos periodos: el arte de la Roma republicana y el de la Roma imperial (desde el año 27 a.C. en adelante), con subdivisiones correspondientes a los emperadores más importantes o a las diferentes dinastías. En la época de la República, el término romano se aplica casi únicamente al arte realizado en la ciudad de Roma, que conserva la huella de su pasado etrusco (véase Civilización etrusca). Poco a poco, el arte se liberó de su herencia etrusca, gracias a la expansión a través de la península Itálica y el Mediterráneo y a medida que los romanos asimilaron otras culturas como la griega. Durante los dos últimos siglos antes del nacimiento de Cristo surgió una manera típicamente romana de construir edificios, realizar esculturas y pintar. Sin embargo, debido a la extraordinaria extensión geográfica del Imperio romano y a sus diversos pobladores, el arte y la arquitectura romanas fueron siempre eclécticas y se caracterizaron por emplear distintos estilos atribuibles a los gustos regionales y a las preferencias de sus mecenas. El arte romano no es sólo el arte de los emperadores, senadores y patricios, sino también el de todos los habitantes del vasto Imperio, incluyendo a la clase media de los hombres de negocios, los libertos o plebeyos, esclavos y legionarios de Italia y sus provincias. A pesar de que subsisten una gran cantidad de ejemplos escultóricos, pictóricos, arquitectónicos y decorativos, conocemos pocos nombres de sus artistas y arquitectos. En general, los monumentos romanos se realizaron para glorificar a sus mecenas más que para expresar la sensibilidad artística de sus creadores.
Podemos hacernos una clara idea de la arquitectura romana a través de los impresionantes vestigios de los edificios públicos y privados de la Roma antigua y gracias a los escritos de la época, como el De architectura, un tratado en 10 volúmenes compilado por Vitrubio hacia el final del siglo I a.C.
LA PLANIFICACIÓN DE LA CIUDAD ROMANA
La típica ciudad colonial romana del periodo final de la República y del pleno Imperio tuvo una planta rectangular similar a la de los campamentos militares romanos con dos calles principales —el cardo (de norte a sur) y el decumano (de este a oeste)—, una cuadrícula de pequeñas calles que dividen la ciudad en manzanas y un perímetro amurallado con puertas de acceso. Las ciudades anteriores a la adopción de este tipo de planificación, como la propia Roma, conservaron el esquema laberíntico de calles sinuosas. El punto focal era el foro, por lo general situado en el centro de la ciudad, en la intersección del cardo y el decumano. Este espacio abierto, rodeado de tiendas, funcionó como el lugar de reunión de los ciudadanos romanos. Fue además el emplazamiento de los principales edificios religiosos y cívicos, entre ellos el Senado, la oficina de registro y la basílica, que consistía en una gran sala cubierta, flanqueada por naves laterales, con frecuencia de dos o más pisos. En las basílicas romanas se celebraban las transacciones comerciales y los procesos judiciales, pero este edificio se adaptó en tiempos cristianos, convirtiéndose en la tipología de iglesia occidental con un ábside y un altar al final de la nave mayor. Las primeras basílicas se levantaron a comienzos del siglo II a.C. en el propio foro romano, pero es en Pompeya donde se encuentran los ejemplos de basílicas más antiguas y mejor conservadas (c. 120 a.C.).
En la Hispania romana se ha descubierto, gracias a diferentes excavaciones y a los vestigios arqueológicos, la planificación de algunas de las más importantes ciudades hispanorromanas, como Gades en Cádiz, Itálica cerca de Sevilla (fundada por Publio Cornelio Escipión el año 206 a.C.), Emerita Augusta (Mérida), Caesar Augusta (Zaragoza) o Tarraco (Tarragona).
LOS TEMPLOS ROMANOS
El templo principal de las ciudades romanas, el capitolio, estaba por lo general localizado en un extremo del foro. El templo romano fue el resultado de una combinación de elementos griegos y etruscos: planta rectangular, tejado a dos aguas, vestíbulo profundo con columnas exentas y una escalera en la fachada dando acceso a su alto podio o plinto. Los romanos conservaron los tradicionales órdenes o cánones griegos (dórico, jónico y corintio), pero inventaron otros dos: el toscano, una especie de orden dórico sin estrías en el fuste, y el compuesto, con un capitel creado a partir de la mezcla de elementos jónicos y corintios (véase Columna). La Maison Carrée de la ciudad francesa de Nimes (c. 16 d.C.) es un ejemplo excelente de la tipología templaria romana. Los templos romanos no se levantaron únicamente en el foro, sino que aparecen también a lo largo de toda la ciudad y en el campo. Uno de los ejemplos posteriores más influyentes fue el Panteón (118-128 d.C.) de Roma, que consistió en el habitual vestíbulo o pórtico hipóstilo cubierto a dos aguas, seguido por un espacio cilíndrico cubierto por una cúpula, sustituyendo la tradicional cella o habitación principal rectangular. Los templos rotondos, más simples, como el construido hacia el 75 a.C. en Tívoli, cerca de Roma, basados en prototipos griegos de cellas circulares perípteras, fueron también populares.
En España subsisten algunos restos arqueológicos de templos de época romana en las ciudades de Barcelona, Mérida (dedicado a la diosa Diana), Córdoba (columnas de la calle Claudio Marcelo) y Sevilla.
Los edificios lúdicos y las tiendas estaban diseminados por toda la ciudad de Roma. Generalmente las tiendas eran unidades de una habitación (tabernae) abiertas a las aceras. Muchas muestras, incluyendo las que asociaban el molino con la panadería, se conservan aún en Pompeya y en otros lugares. A veces, se construyó un complejo unificado de tiendas, como los mercados de Trajano (98-117 a.C.) en la colina del Quirinal en Roma, que incorporaban numerosos locales comerciales (tabernae) en diferentes niveles y grandes vestíbulos abovedados de dos pisos.
LOS TEATROS Y ANFITEATROS
Los teatros romanos aparecieron por primera vez al final del periodo republicano. Constaban de un alto escenario junto a un foso semicircular (orchestra) y un área circundante de asientos dispuestos en gradas (cávea). A diferencia de los teatros griegos, situados en pendientes naturales, los teatros romanos se construyeron sobre una estructura de pilares y bóvedas y de esta manera pudieron ubicarse en el corazón de las ciudades. Los teatros fueron populares en todos los lugares del Imperio. Podemos encontrar ejemplos impresionantes en Orange (principios del siglo I d.C., Francia) y en Şabrātah (finales del siglo I d.C., Libia). Los teatros de Itálica y de Mérida fueron realizados en tiempos de Augusto y de Agripa, respectivamente. El segundo de ellos, aunque presenta diferentes fases constructivas, destaca por su pórtico a modo de gran fachada trasera del escenario (frons scaenae) del siglo I d.C. y por su orchestra semicircular.
Los anfiteatros (literalmente, teatros dobles) tenían planta elíptica con una pista (arena) central, donde se celebraban combates entre gladiadores y animales, y un graderío alrededor similar al de los teatros. El anfiteatro más antiguo conocido es el de Pompeya (75 a.C.) y el más grande es el Coliseo de Roma (80 d.C.), que podía albergar a unos 50.000 espectadores sentados, más o menos la capacidad actual de los estadios deportivos. En la Hispania romana destacan los anfiteatros de Mérida, Tarragona e Itálica. También se construyeron circos o hipódromos en las ciudades más importantes; la piazza Navona de Roma ocupa el lugar de un circo que fue construido durante el reinado de Domiciano (81-96 d.C.).
En las ciudades de Tarragona, Sagunto y Toledo pueden hoy día contemplarse algunos restos de antiguos circos romanos.
LOS BAÑOS PÚBLICOS O TERMAS
Tanto las ciudades grandes como las pequeñas, tuvieron termas o baños públicos (véase Baños y termas). Bajo la República se completaron generalmente con un vestuario (apodyterium) y habitaciones para bañarse con agua caliente, templada y fría (caldarium, tepidarium, frigidarium) junto a una zona de ejercicios llamada palestra. Las termas cerca del foro de Pompeya, construidas hacia el siglo II a.C., son un ejemplo excelente de los modelos más antiguos. Bajo el Imperio estas estructuras comparativamente modestas se volvieron progresivamente más grandiosas. Ejemplos posteriores, como los baños de Caracalla (c. 217 d.C.) en Roma tenían incluso bibliotecas, tiendas y enormes espacios públicos abovedados, decorados con estatuas, mosaicos, pinturas y estucos.
LAS OBRAS PÚBLICAS
Entre los diversos proyectos de construcciones públicas de los romanos, la red de puentes y calzadas que facilitaron la comunicación a través de todo el Imperio y los acueductos que traían el agua a las ciudades desde los manantiales cercanos (Pont du Gard, siglo I a.C., cerca de Nimes), son los más extraordinarios.
El puente de Alcántara sobre el río Tajo, en Cáceres (España), puede ser considerado como una gran obra de ingeniería, gracias a la combinación del arco y la bóveda. Fue construido por el arquitecto Lacer en tiempos de Trajano y llevaba asociados un arco de triunfo y un templo.
Aún se yergue el famoso acueducto de Segovia. Está formado por dos series de arquerías (160 arcos en su totalidad), superpuestas en dos niveles por robustos pilares de granito. Su cometido radicaba en surtir y proveer a la ciudad del agua necesaria. Fue construido en el siglo I d.C. Debemos destacar también los acueductos de los Milagros y de San Lázaro en Emerita Augusta (Mérida).
PERFIL ACUEDUCTO |
LAS VIVIENDAS
Aunque los edificios públicos fueron las construcciones urbanas más grandes y costosas, la mayor parte de la ciudad de Roma estaba ocupada por viviendas particulares.
LA DOMUS O CASA ROMANA
Las viviendas unifamiliares se construyeron con una amplia variedad de formas y tamaños, pero las domus romanas generalmente mostraron preferencia por la simetría axial, que caracteriza también la mayor parte de la arquitectura pública. Las casas más antiguas, fechadas entre los siglos III y IV a.C., parecen haber sido construidas de acuerdo con los modelos etruscos. La domus italica, o casa de los inicios de la República, constaba de un pasillo de entrada (fauces), un espacio principal a cielo abierto (atrio) con un estanque central para recoger el agua de la lluvia (impluvium), una serie de pequeñas habitaciones (cubicula), una zona de recepción y trabajo (tablinum), un comedor (triclinium), una cocina (culina) y a veces un pequeño jardín trasero (hortus). La parte delantera contaba en ocasiones con estancias abiertas a la calle que servían de tiendas. Durante el final de la República y el comienzo del Imperio, las casas romanas se convirtieron en unidades más complicadas. En el atrio se instalaron columnas de estilo griego, el antiguo hortus se ensanchó y se rodeó de una columnata (peristilo), y la decoración se hizo bastante profusa. Las viviendas de las ciudades más ricas llegarían a ocupar un bloque entero, como ocurrió con la denominada casa del Fauno de Pompeya, construida a principios del II siglo a.C.
LA VILLA Y EL PALACIO
Las villas suburbanas, como las que pertenecieron a Cicerón, el orador y hombre de estado, y a otros romanos famosos, incorporaron grandes terrenos, lagos, santuarios y complejos termales. La más extraordinaria de las villas imperiales conservadas es la de Adriano en Tívoli (iniciada el 118 a.C.). El primer emperador, Augusto, que reinó desde el 27 a.C. al 14 d.C., vivió en una residencia relativamente austera en la colina Palatina en Roma, pero Domiciano ordenó construir a su lado un gran palacio imperial (iniciado aproximadamente el 81 d.C.). La domus augustea de Domiciano sirvió también como cuartel general de los emperadores posteriores. Tuvo grandes salones de recepción, comedores públicos, fuentes y un jardín en forma de estadio, además de un ala residencial.
LA INSULAE
Los ciudadanos del periodo imperial que no pudieron permitirse tener viviendas particulares, vivían en insula, viviendas colectivas de muchos pisos, construidas de ladrillo y argamasa, similares a los edificios de apartamentos actuales. Los ejemplos mejor conservados, fechados en los siglos II y III, están en Ostia, el puerto de Roma en la desembocadura del río Tíber.
LOS ENTERRAMIENTOS ROMANOS
Los monumentos funerarios fueron un tipo de construcción que casi siempre estaba emplazado fuera de la urbe propiamente dicha. Las tumbas romanas, levantadas generalmente junto a las calzadas principales de entrada a la ciudad, tuvieron una extraordinaria variedad formal porque reflejaron los gustos personales de sus promotores y porque su función, alojar los cuerpos o restos incinerados de los muertos, podía adecuarse a cualquier forma. El emperador Augusto construyó su propio mausoleo en Roma entre los años 27 y 23 a.C., un gigantesco tambor macizo coronado por un túmulo, recordando los sepulcros de tierra de la época etrusca. El emperador Adriano erigió en el otro lado del Tíber un mausoleo aún mayor, construido para él mismo y sus sucesores (135 d.C.-138 d.C.), que en el siglo V se transformó en el castillo de Sant'Angelo. Un potentado contemporáneo a Augusto, Cayo Sextio, se mandó construir hacia el año 15 a.C. una pirámide sepulcral, mientras que en la misma época un próspero panadero, Marcus Virgilium Eurysaces, decoró su tumba con un friso en el que se detallaban las diferentes fases de la cocción del pan.
Las personas con menos recursos, los libertos en particular, fueron enterrados en tumbas comunales llamadas columbaria, en las que las cenizas de los fallecidos se depositaban en alguno de los innumerables nichos diferenciados por una simple inscripción. Se erigieron también grandes tumbas verticales, como la realizada en honor de la familia patricia de los Julios en Saint-Rémy de Provenza (Francia). Su mausoleo, construido entre el 40 y el 30 a.C., consiste en una gran base bajo un cuerpo de cuatro arcos y un pequeño templo circular rematado por dos estatuas. Los sepulcros también podían estar horadados en las laderas de las montañas, con portadas monumentales talladas en los taludes de piedra, como en la necrópolis romana de Petra (actual Jordania).
La denominada tumba o torre de los Escipiones (primera mitad del siglo I d.C.) constituye uno de los mejores sepulcros conservados en la Hispania romana. Localizado cercano a Tarragona, presenta un aspecto de torre con cuerpos superpuestos, en los que se colocaron esculturas del dios Atis y bajorrelieves que quizás representan a los difuntos para los que se realizó el monumento, supuestamente rematado por una pequeña pirámide.
LOS MATERIALES Y MÉTODOS DE CONSTRUCCIÓN
El principal material de construcción romano a partir del periodo republicano, fue el sillar de piedra de cantería local, utilizado junto con vigas de madera, tejas y baldosas cerámicas. La piedra elegida variaba desde la toba y el travertino del centro de Italia al brillante mármol blanco importado de Grecia y Asia Menor o, en tiempos de Julio César, desde Luna (actual Luni, cerca de Carrara, Italia) y los mármoles policromos traídos desde las canteras de todo el mundo antiguo. A menudo se utilizaron finas placas de mármol como revestimiento para cubrir las paredes construidas de sillería o sillarejo ligado con mortero.
Los mármoles dieron esplendor a las construcciones romanas, al igual que a los edificios griegos anteriores, pero la argamasa, material equiparable al hormigón actual inventado por los romanos, les permitió levantar edificios imposibles de construir con el anterior sistema de estructuras adinteladas. El opus caementicium romano era una amalgama de piedras informes, cal y puzolana volcánica, que suministró a los arquitectos romanos los medios para cubrir espacios enormes con grandes arcos y bóvedas, y liberar al diseño arquitectónico de los modelos rectilíneos que se usaron en la arquitectura griega.
Las cubiertas concrecionadas hicieron posible la construcción de los grandes anfiteatros y baños del mundo romano, así como la cúpula del Panteón y algunos santuarios espectaculares en las colinas, como el de Fortuna Primigenia en Palestrina, Italia (principios del siglo I a.C.). Debido a que los muros y cubiertas estaban hechas con moldes, los arquitectos comenzaron a experimentar con configuraciones irregulares que proporcionaban un cierto dramatismo al interior de los edificios. Aunque la argamasa romana podía ser revestida con gran variedad de materiales, el ladrillo fue el más popular durante el Imperio. De hecho, durante los dos siglos anteriores a nuestra era, el ladrillo llegó a ser apreciado por derecho propio como elemento de construcción en las fachadas de los edificios. Las fachadas de argamasa revestida de ladrillo se convirtieron rápidamente en el modelo favorito para los edificios grandes como las insula o casas de apartamentos, las termas y los horrea o almacenes (como los horrea de Epagathius en Ostia, del 145 al 150 d.C.).
LA ESCULTURA
A lo largo de todo el mundo romano las estatuas y relieves escultóricos adornaron los edificios públicos y privados. De hecho, algunas construcciones romanas fueron poco más que soportes monumentales para la escultura.
LOS ARCOS DE TRIUNFO
Los arcos de triunfo levantados en todas las partes del Imperio se destacan como uno de los monumentos más importantes. Aunque casi ninguno de los grandes grupos escultóricos (a menudo cuadrigas) que alguna vez remataron estos arcos ha subsistido, el propósito originario de tales construcciones fue únicamente servir de soporte a la estatuaria honorífica. Los arcos primitivos eran muy sencillos pero bajo Augusto y los emperadores posteriores se fueron complicando. Con el tiempo se convirtieron en verdaderos soportes propagandísticos, recubiertos con series extensas de bajorrelieves, anunciando las victorias y las grandes hazañas de los emperadores. Las imágenes solían representar acontecimientos históricos concretos, pero frecuentemente se desarrollaron también temas alegóricos en los que el emperador podía aparecer en compañía de los dioses o recibiendo el homenaje de los pueblos conquistados.
Entre los arcos más importantes conservados en Roma están el de Tito (c. 81 d.C.), en el foro romano, y el de Constantino (312-315 d.C.) cerca del Coliseo. En los dos bajorrelieves del arco de Tito se representa el desfile triunfal del emperador con los tesoros del gran templo de Jerusalén. El arco de Constantino presenta una mezcla de relieves reutilizados de monumentos más antiguos y otros realizados especialmente para dicho arco. Los medallones y frisos muestran una gran cantidad de temáticas, incluyendo escenas de batalla, sacrificio y distribución de dádivas. En los relieves antiguos la cabeza de Constantino fue labrada en sustitución de las de sus predecesores. Esta remodelación de los relieves antiguos fue algo corriente en la Roma imperial. Los monumentos de los emperadores condenados a título póstumo por el Senado (damnatio memoriae) fueron modificados o destruidos.
Algunos arcos decorados con suntuosidad pueden contemplarse también fuera de Roma. En Benevento, en el sur de Italia, se levantó hacia el 114 d.C. un gran arco con 14 placas en las que se rendía homenaje a Trajano. En Orange, Francia, el arco de Tiberio (c. 46 a.C.), uno de los más antiguos, se decoró con representaciones de las tropas y de los prisioneros, escenas de los romanos luchando contra los galos y escudos y armas de los prisioneros. En España se conservan en la actualidad los arcos de Bará en Tarragona, el de Caparra en la ciudad antigua de Capeta (Cáceres) y el de Medinaceli en Soria. El primero de ellos presenta un único vano central, el segundo de ellos, de finales del siglo I d.C., presenta una configuración cuadrifonte y el tercero una estructura tripartita, con un arco central más grande flanqueado por otros dos de menor tamaño.
LAS COLUMNAS ROSTRALES Y LOS ALTARES
Ocasionalmente se levantaron también columnas historiadas, con frisos de bajorrelieves en espiral, que relataban con gran detalle las campañas militares de los romanos. La primera y más grande de ellas fue la del foro de Trajano (113 d.C.) de Roma, levantada por el arquitecto Apolodoro de Damasco (véase Columna de Trajano). Describe las actividades de la armada romana en su guerra contra los Dacios, en la frontera septentrional del Imperio (actual Rumania). Los relieves históricos adornaron también grandes altares como el Ara Pacis Augustae (fechado en Roma del 13 al 9 a.C.), cuyos relieves celebran el inicio con Augusto de la pax romana, la gran época de paz y prosperidad del Imperio romano.
LOS ESTILOS ESCULTÓRICOS
El estilo de los relieves escultóricos del Imperio se extiende desde el consciente neoclasicismo griego de los frisos del Ara Pacis al esquemático, frontal e hierático estilo de los nuevos bajorrelieves labrados para el arco de Constantino. En muchos monumentos pueden contemplarse dos o más estilos superpuestos. Como se ha señalado anteriormente, la historia del arte romano fue ecléctica hasta su final y ningún periodo tuvo un estilo unificado. De hecho, las construcciones oficiales a menudo difieren, como se aprecia en los monumentos coetáneos de la capital y las provincias.
LOS RELIEVES FUNERARIOS
Los encargos privados de esculturas en relieve se hicieron por lo general en contextos funerarios. Los comerciantes prósperos, como el panadero Eurysaces, hicieron inmortalizar en sus mausoleos las actividades comerciales realizadas en vida. Durante el final de la República y el inicio del Imperio se labraron relieves escultóricos de los libertos para las fachadas de sus sepulcros comunales. En los siglos I y II d.C. los retratos en relieve se colocaron generalmente en los altares funerarios o alrededor de las tumbas.
Los relieves sepulcrales más importantes, utilizados a partir de mediados del siglo II tanto por las clases medias como por las altas, decoraron los sarcophagi (literalmente carnívoros), sarcófagos, producidos en Roma y otras metrópolis importantes del Mediterráneo, incluyendo Atenas y varias ciudades griegas. Muchos de los relieves de los sarcófagos conservados están compuestos únicamente de guirnaldas y otros motivos decorativos, pero se representaron también gran variedad de temas narrativos. Los relatos mitológicos, como los trabajos de Hércules, Meleagro cazando el jabalí enviado por la diosa Ártemis y la leyenda de Níobe y sus hijos, fueron particularmente estimados. El Museo Arqueológico Nacional de Madrid conserva un sarcófago procedente de Husillos (Palencia) realizado en tiempos de Adriano, en el que sus relieves escultóricos muestran una temática relacionada con el mito de Orestes y su venganza, y el Museu Arqueològic de Barcelona conserva otra pieza procedente de Alicante que representa el rapto de Proserpina (siglo II d.C.). A menudo se sustituyó el retrato del fallecido por el busto de un héroe o heroína mitológica. Algunas veces los relieves sepulcrales fueron también de naturaleza pseudobiográfica de modo que el cliente pudiera elegir, a partir de un catálogo, las representaciones de escenas de guerra, sacrificio y matrimonio. La composición de estas escenas se basaba en los relieves imperiales, que podían mostrar al emperador haciendo sacrificios a los dioses oficiales o recibiendo a los emisarios de los bárbaros.
El mármol blanco fue el material preferido por los romanos para los relieves escultóricos, pero en muchas ocasiones emplearon variedades menos costosas de piedra. Por lo general, los relieves se policromaron y en ocasiones incluyeron piedras de colores como el pórfido, material predilecto en el siglo IV, sobre todo en los sarcófagos imperiales.
LA ESCULTURA EXENTA
En la estatuaria de bulto redondo utilizaron los mismos materiales pétreos, aunque se hicieron también gran cantidad de estatuas en bronce o incluso en oro y plata. Se conservan relativamente pocas estatuas en bronce y casi ninguna en oro o plata, ya que muchas de ellas se fundieron en la edad media y periodos posteriores. La estatua ecuestre en bronce (c. 175 d.C.) del emperador Marco Aurelio en la plaza del Capitolio en Roma (conservada únicamente porque se creyó que representaba a Constantino), el busto en oro del mismo emperador en Avenches (Museo Cantonal de Arqueología e Historia, Lausana, Suiza) y el busto de plata (Museo de Antigüedades de Turín, Italia) de Lucio Aurelio Vero, corregente (161-169 d.C.) con Marco Aurelio, son excepciones notables.
También se realizaron estatuas de dioses, héroes y seres humanos en una amplia variedad de contextos. Cada templo tuvo su estatua de culto. Las imágenes en mármol y bronce de dioses y héroes, originales romanos o copias de las antiguas estatuas griegas, fueron comunes no sólo en los lugares públicos como las termas, sino en los atrios, jardines y estanques de viviendas privadas. Los edificios civiles importantes solían poseer un retrato del emperador vivo y a veces incluso de su mujer e hijos. Así por ejemplo en el Museo Arqueológico de Córdoba (España) se conserva una cabeza que representa a uno de los hijos del emperador Tiberio y en el Museo Arqueológico de Tarragona (España) un retrato de Livia.
LOS RETRATOS ESCULTÓRICOS
El retrato escultórico romano compone uno de los grandes capítulos en la historia del arte antiguo. Los retratos conservados varían en tamaño, desde bustos pequeñísimos a enormes estatuas como la de Constantino I el Grande (c. 315 d.C.-330 d.C.), ubicada en su basílica del foro romano. Durante la República fue costumbre que los miembros de la familia portaran imágenes del fallecido durante el cortejo fúnebre. Recientes estudios sugieren que la representación de hombres y mujeres ancianos asociados con monumentos funerarios no son retratos concretos del fallecido sino convenciones culturales sobre su imagen. Esta costumbre se complementaba con los actos conmemorativos y otros eventos como la presencia de sus imágenes en espacios públicos. En cualquier caso, la representación veraz se incluía para completar el compendio de virtudes republicanas. Otra teoría ha sugerido que estas imágenes fueron esculpidas por artistas griegos cuya propia hostilidad hacia los romanos les impulsó a exagerar estos convencionalismos hasta el límite caricaturesco. El concepto simbólico de las imágenes continuó en el periodo de la Roma imperial, tal como revelan las imágenes de Augusto. Cuando el primer emperador murió en el año 14 d.C. a una edad muy avanzada, sus retratos oficiales todavía lo representaban como un hombre joven. Aunque la representación oficial varió a lo largo de su vida en innumerables ocasiones, ninguna le muestra como un monarca anciano. Con el tiempo, sin embargo, las imágenes de los emperadores se volvieron más figurativas.
LA PINTURA
Actualmente se conservan pocas tablas pintadas, pero se sabe por la literatura antigua que los artistas romanos elaboraron sobre este soporte una gran variedad de temas, incluyendo acontecimientos históricos, mitos, escenas de vida cotidiana, retratos y bodegones.
LOS RETRATOS PINTADOS
En el periodo de la Roma imperial, los retratos pintados están tipificados por unas tablas que han aparecido en diferentes lugares de Egipto. Estas pinturas, tradicionalmente denominadas retratos del Fayum, por la región al norte de Egipto donde fueron descubiertas, están realizadas con la técnica de la encáustica, un método que disuelve los pigmentos en cera fundida. Estas tablas son los únicos retratos que se conservan en cierto número y aunque se trata de trabajos provincianos, muestran el alto nivel de los pintores romanos. Estas imágenes reflejan los gustos imperantes del momento y suministran una visión de la evolución del retrato durante el periodo imperial. Se conserva (Staatliche Museen de Berlín) un retrato imperial pintado que representa a Lucio Septimio Severo, su mujer Julia Domna y sus hijos Caracalla y Geta. La cabeza de Geta fue borrada después de su condena oficial (damnatio memoriae).
LA PINTURA MURAL
La pintura mural, en cambio, está bien documentada, sobre todo en Pompeya y en las otras ciudades que fueron enterradas en el año 79 d.C. por la erupción del volcán Vesubio. Se distinguen cuatro etapas denominadas estilos pompeyanos.
LOS ESTILOS PRIMERO Y SEGUNDO
El primer estilo, popular aproximadamente entre los años 120 y 80 a.C. (casa de Salustio, Pompeya), se basa en la decoración griega de interiores y a veces se denomina como estilo de las incrustaciones porque sus pinturas sobre el yeso se utilizaron para imitar el aspecto de los muros de mármol pulidos. Los pintores que trabajaron en el segundo estilo o estilo arquitectónico, desde el 80 al 15 a.C., intentaron crear por medio de la perspectiva una ilusión espacial que se prolongaba más allá de la superficie mural. Las columnatas, los jardines, los escenarios teatrales y los templos circulares fueron motivos usuales. Hoy se pueden encontrar extensas series de frescos del segundo estilo en Pompeya (villa de los Misterios, año 50 a.C.), en una magnífica villa excavada recientemente cerca de Oplontis (también del año 50 a.C.) y en otros lugares. La casa de Augusto en la colina del Palatino en Roma estaba decorada en este elegante estilo (c. 25 a.C.).
LOS ESTILOS TERCERO Y CUARTO
El tercer estilo u ornamental, datado desde el 15 a.C. hasta el 63 d.C. es una pintura delicada en la que el ilusionismo del segundo estilo se suprimió en favor de arabescos lineales sobre fondos monocromos. Las habitaciones más hermosas pintadas en el tercer estilo se conservan en la villa de Agripa Postumo en Boscotrecase (10 a.C.). El cuarto estilo o estilo intrincado, desarrollado entre el 63 al 79 d.C., antes de la erupción del Vesubio, es el estilo último y más complejo. Los motivos arquitectónicos fueron de nuevo populares, pero no de acuerdo con una perspectiva lógica, sino con estructuras fantásticas e imposibles de construir, como las de la casa de los Vetti en Pompeya. En los estilos tercero y cuarto la parte central de los murales está pintada al estilo de las tablas, mostrando temas mitológicos, aunque también se conocen ejemplos de vida cotidiana y retratos.
El desarrollo de la pintura mural después de la destrucción de estas ciudades por el Vesubio está menos documentado, pero se pueden encontrar estancias pintadas en los siglos II, III y IV en Ostia y, sobre todo, en las catacumbas romanas, donde los temas cristianos se desarrollaron mucho antes de la conversión de Constantino al cristianismo.
Entre los restos murales pictóricos de la Hispania romana debemos destacar los conservados en el Museo Nacional de Arte Romano de Mérida y los de Santa Eulalia de Bóveda (Lugo).
OTRAS ARTES
Dondequiera que existieran pinturas murales, es probable que también hubiera suelos policromos. Éstos estaban pintados de forma sencilla, a menudo con tonos uniformes, pero en muchos casos se completaron con baldosas de mármol de colores o pequeños paralelepípedos vítreos (teselas) formando mosaicos.
LOS MOSAICOS
En todas las partes del Imperio se han encontrado mosaicos romanos. Oscilan desde los modelos abstractos de teselas blancas y negras hasta las ambiciosas composiciones figurativas policromas, como el gran suelo de la casa del Fauno en Pompeya, que se cree reproduce una pintura griega del siglo IV a.C. sobre la batalla de Isos, un encuentro entre los ejércitos de Alejandro Magno y el rey Darío III de Persia. A menudo los techos romanos estuvieron pintados o recubiertos de mosaicos, pero también se decoraron con relieves policromos de estuco. Se han excavado hermosas bóvedas estucadas en la casa Farnesina (20 a.C.) y en la tumba de los Pancratii en Roma (160 d.C.).
En España se conservan muchos mosaicos de época romana. Entre ellos cabe destacar los del Museo de Barcelona (temática circense y pisciforme), los del Museo Arqueológico Nacional de Madrid (sobre todo los que representan los trabajos de Hércules), los de Tarragona (con el tema de la Medusa), los del Museo de Navarra en Pamplona (Triunfo de Baco y Teseo y el Minotauro), los de Itálica (mosaico de Neptuno), los de Mérida (mosaico de los siete sabios y mosaicos de la casa del Mitreo) y los de Ampurias en Girona (Sacrificio de Ifigenia).
LAS GEMAS, LOS CAMAFEOS, LA METALISTERÍA Y LA CRISTALERÍA
En la Roma antigua las denominadas artes menores, la metalistería, el tallado de gemas o el soplado y moldeado del vidrio, aunque tuvieron un desarrollo menor, fueron muy apreciadas. Los nombres de los artistas rara vez se hicieron constar, pero conocemos al grabador de los sellos oficiales del emperador Augusto, un artífice llamado Dioscórides. Se conservan un gran número de camafeos y piedras preciosas grabadas en hueco, con retratos y figuras mitológicas, así como algunos grandes camafeos con escenas narrativas y alegóricas. Entre los más importantes están la Gemma Augustea (principios del siglo I d.C., Kunsthistorische Museum de Viena), dedicada a Augusto y el Gran Camafeo de Francia (París, Biblioteca Nacional), realizado en honor de Tiberio, sucesor de Augusto.
Los orfebres fueron diestros en la elaboración de joyas de metales preciosos y costosas vajillas. Se han encontrado vajillas de plata romanas en una villa en Boscoreale y en la casa de Menander en Pompeya. Ambos tesoros, enterrados por la erupción del Vesubio, incluyen motivos abstractos, vegetales y figurativos. Los trabajos en miniatura más difundidos del arte romano fueron las monedas acuñadas en oro, plata y cobre. Bajo el Imperio, las monedas mostraban en el lado anverso los retratos de los emperadores y en el reverso representaciones de dioses, de edificios o de relatos mitológicos.
El vidrio romano, a pesar de su fragilidad, se ha conservado en cantidades considerables. La fabricación incluyó las técnicas del vidrio moldeado y del vidrio soplado, además de variantes lujosas como los camafeos de cristal (vaso Portland, siglo I d.C., Museo Británico de Londres), los mosaicos vítreos (ejemplos del siglo I a.C. en el Museo del Vidrio de Corning, Nueva York), los fondos de oro (vidrios decorados por el reverso con pan de oro, ejemplos varios del siglo IV d.C. en el Museo Metropolitano de Nueva York) y la diatreta (vasos torneados), vasijas de cristal de una pieza con figuras talladas en altorrelieve sobre la superficie exterior (vaso Licurgo, siglo IV d.C., Museo Británico).
INFLUENCIA
El arte y la arquitectura de Roma marcaron una profunda impronta no sólo en el arte posterior de la edad media sino también en los periodos renacentista y barroco, e incluso en gran parte del arte contemporáneo que muestra algunos rasgos heredados del pasado romano.
( En las fotos de abajo, paseo por diversas ciudades y rincones del Imperio Romano procedentes de juegos de ordenador en tercera dimensión )
No hay comentarios:
Publicar un comentario