Divicón (fl. 107 a. C. - 58 a. C.) fue un rey celta y líder de la tribu gala de los tigurinos. Guió a los tigurinos al otro lado del Rin para invadir la Galia en el año 109 a. C. hacia la provincia romana de Galia Narbonense. Derrotó a un ejército romano mandado por Lucio Casio Longino cerca de Agen en el año 107 a. C.
Julio César, en su obra Comentarios a la guerra de las Galias, recuerda que sólo el cantón de Tigurino, en tiempo de sus antepasados, al salir del país, había dado muerte al cónsul Lucio Casio, y había hecho pasar a su ejército por debajo del yugo (libro I, 12.4-6).
En venganza de
aquello, César derrotó a este cantón el primero entre los helvecios, estando
aun comandados por Divicón, según César cuenta en su libro, por lo que Divicón
seguía siendo el jefe de su pueblo en el año 58 a. C. En efecto, en el capítulo
13 del libro I dice que los helvecios le enviaron embajadores, comandados por
Divicón, «quien había sido comandante de los helvecios, en la guerra contra
Casio».
Divicón arguyó que si César quería la paz, la tendría y ellos se irían donde César dijera. Pero que si insistía en tratarlos como enemigos, que recordase el «percance» que habían sufrido los romanos en el pasado y también el valor propio de los helvecios. Que no los despreciase por el hecho de haber derrotado a un cantón atacado por sorpresa mientras aquellos que habían cruzado el río no podían ayudar a sus amigos; que ellos habían aprendido de sus antepasados en confiar más en el valor que en los trucos y las estratagemas. Así que no pasara de ese lugar donde estaban ellos, pues podría «hacerse un nombre» con el desastre del Pueblo Romano y la destrucción de su ejército.
En el siguiente
capítulo, 14, se contiene la respuesta de César, que básicamente le dijo que él
tenía muy presente el recuerdo de aquel desastre y que el Pueblo romano no lo
iba a olvidar, y aunque pudiera hacerlo, no podría ignorar las tropelías contra
pueblos amigos de los romanos como los heduos y el intento de los helvecios de
forzar su paso por la Provincia y el territorio de los alóbroges; no obstante,
mantendría la paz con ellos si le entregaban rehenes, y reparaba el daño hecho
a heduos y alóbroges.
Divicón se negó, afirmando que ellos estaban acostumbrados a recibir rehenes, no a entregarlos. El ejército romano siguió a los helvecios a corta distancia y, al final, los derrotó en una rápida batalla que narra en el capítulo 21 y siguientes del Libro I de los Comentarios.
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