jueves, 6 de noviembre de 2014

LA MUERTE DE CLEOPATRA


La cesta de higos llegó con una nota del médico Cha'em donde decía que todo se había hecho según sus órdenes, que Horus la recibiría cuando llegase, que el propio Ptah había facilitado el instrumento.

 

Se bañó escrupulosamente, se puso un vestido sencillo y caminó con Charmian e Iras a su tumba. Los pájaros cantaban en el alba. La perfumada brisa de Alejandría soplaba suavemente.

 

Un beso a Iras, otro a Charmian; Cleopatra se quitó el vestido y permaneció desnuda.

 

Cuando levantó la tapa del cesto de higos, los frutos se movieron para facilitar el paso a una inmensa cobra real. «¡Aquí! ¡Ahora!» Cleopatra sujetó el cuerpo de la cobra con las dos manos justo por debajo de su caperuza cuando se irguió fuera del cesto y le ofreció los pechos. La cobra mordió con un golpe audible, un golpe tan poderoso que ella se tambaleó y la dejó caer.

 

La cobra se alejó de inmediato para esconderse en un rincón oscuro, y acabaría por encontrar una salida a través de un conducto. Charmian e Iras se sentaron mientras la reina moría, un proceso corto pero agonizante. Rigidez, convulsiones, un coma inquieto. Cuando murió, las dos mujeres se ocuparon de sus muertes.

 

Desde las sombras se adelantaron los sacerdotes embalsa- madores para llevarse el cuerpo del faraón y colocarlo en una mesa desnuda. El puñal con que hicieron la incisión en su flanco era de obsidiana; a través del tajo sacaron el hígado, el estómago, los pulmones y los intestinos. Cada uno fue lavado, enrollado, envuelto con hierbas y especies, excepto el incienso, prohibido, y después los colocaron en una jarra canópica con natrón y resina. El cerebro lo quitarían más tarde, después de que el conquistador romano hiciese su visita.



( C. McC. )






LA MUERTE DE CLEOPATRA

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