San Simón o Simeón el Estilita o simplemente Simón Estilita
(Sisan, Cilicia, c. 390 – Alepo, Siria, 27 de septiembre de 459), también
conocido como Simeón Estilita el Viejo (para diferenciarlo de Simeón Estilita
el Joven y Simeón Estilita III), fue un santo asceta cristiano que nació en
Cilicia a finales del siglo IV. Su fama radica en el hecho de haber elegido
como penitencia el pasar 37 años en una pequeña plataforma sobre una columna
(del griego στῦλος stílos; de ahí su sobrenombre) cerca de Alepo, Siria. Es
conocido como uno de los Padres del yermo.
Se le considera el inventor del cilicio. Fue expulsado de un monasterio por su rigor absoluto, así que decidió ir al desierto para vivir en continua penitencia; allí, después de vivir en una cisterna seca y en una cueva, y a causa de la continua molestia que le suponían las muchas gentes que venían a visitarle, apartándole de la vida contemplativa y la oración y acercándole a la tentación, decidió que le construyeran una columna de tres metros de altura, luego una de siete y por último pasó a una de 17 metros para vivir subido en ella y alejarse del tráfago humano. Sobre esta columna pasó sus últimos 37 años de vida, por lo que se ganó el sobrenombre de «el Estilita». Murió en el año 459. Su festividad se conmemora el 5 de enero.
Claro que el primer monje cristiano notable fue un egipcio
llamado Antonio, de quien se supone que vivió cien años, de 250 a 350. A
los veinte años, se retiró al desierto para vivir solo y de una manera muy
sencilla; autores posteriores (como Atanasio, quien admiraba mucho el celo
de Antonio contra el arrianismo) contaron muchas historias dramáticas de él con
respecto al modo como resistió las tentaciones que el Diablo le
presentaba en la forma de todo género de visiones lujuriosas y lascivas.
El ejemplo de Antonio se hizo muy popular y el desierto egipcio llegó a contener
muchos monjes. Ésta popularidad no es difícil de comprender. Para los hombres
verdaderamente piadosos, podía ser un modo seguro de evitar las tentaciones y
el pecado, y de asegurarse el ingreso al Cielo. Para muchos de los menos
piadosos, era también una manera de quitarse el peso de un mundo
fatigoso. Ese tipo de monaquisino solitario, aunque se adecuaba
literalmente a la palabra, tenía sus peligros. Entre otras cosas, cada
monje, librado a sí mismo, podía considerar su papel casi de cualquier
forma, y algunos fueron muy excéntricos en sus actividades. Por ejemplo, un
monje sirio llamado Simeón (que vivió del 390 al 459) practicaba austeridades
casi inimaginables. Construía pilares y vivía sobre ellos, sin descender
nunca, de día o de noche y cualquiera que fuese el clima, durante
treinta años. Por ello, es llamado «Simeón el Estilista» (de una palabra
griega que significa «pilar»). Es sumamente desagradable pensar cómo puede
haber sido su vida en un pilar semejante, y muchos no podían por menos de
abrigar dudas sobre si esa clase de actitudes podía ser realmente grata
a Dios.
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