Livia
Drusa Augusta, Livia Drusila o Julia Augusta (59/58 a. C.-29 d. C.), fue la
tercera esposa del emperador Augusto. Era hija de Marco Livio Druso Claudiano,
el cual se suicidó en la batalla de Filipos.
Se
casó en primeras nupcias con Tiberio Claudio Nerón, a quien dio dos hijos:
Tiberio Claudio Nerón, futuro emperador, y Druso, gran general. Fue abuela de
Germánico y Claudio, bisabuela de Calígula y Agripina la Menor y tatarabuela de
Nerón.
Fue
deificada por Claudio y recibió el título de Augusta después de que Tiberio se
negase a hacerlo y a ejecutar su testamento, tarea que fue llevada a cabo por
Calígula.
En 42
a. C., su padre la casó con Tiberio Claudio Nerón, su primo, de condición
patricia, que luchaba con él en el lado de los asesinos de Julio César contra
Octavio. Su padre se suicidó en la batalla de Filipos, junto con Cayo Casio
Longino y Marco Junio Bruto, y su marido a continuación siguió luchando contra
Octavio, ahora en nombre de Marco Antonio y de su hermano. En 40 a. C., la
familia se vio obligada a huir de Italia con el fin de evitar las
proscripciones octavianas, y se unió con Sexto Pompeyo en Sicilia, después de
pasar a Grecia.
Sobrevivió
a su segundo hijo Nerón Claudio Druso y a sus nietos: Germánico hijo de Druso
el Mayor y a su primo Druso el Menor hijo de Tiberio.
Livia
nació el 30 de enero1 del año 59 o 58 a. C.,2 hija de Marco Livio Druso
Claudiano y su esposa Alfidia. Su madre, Alfidia, era hermana de Aufidio Lurco.
En 42 a. C. su padre se suicidó en Filipos junto con Casio y Bruto, los
asesinos de Julio César, que fueron derrotados por Octaviano y Marco Antonio.
El
diminutivo de Drusila («la pequeña Drusa») hace pensar que pudiera tratarse de
una segunda hija
En
torno a 42 a. C., contrajo matrimonio con Tiberio Claudio Nerón, un primo suyo
de familia patricia. Después de la Guerra Civil que siguió al asesinato de
Julio César, Tiberio Claudio Nerón estaba en el bando contrario a Octavio; la
familia sobrevivió a la persecución y se encontró con Augusto en 39 a. C. En
aquellos momentos, Livia ya tenía un hijo, el futuro emperador Tiberio, y
estaba embarazada del segundo, Druso el Mayor. La leyenda cuenta que Augusto se
enamoró fulminantemente de ella, pues pasaba por ser una de las mujeres más
bellas de su tiempo, y que se casaron un día después de que sus divorcios
fueran anunciados. Aparentemente, Tiberio Claudio Nerón estuvo de acuerdo en
ello y fue a la boda. La importancia del papel de los Claudios en la política
de Augusto y la supervivencia política de Tiberio Claudio Nerón parecen las
explicaciones más racionales para esta tempestuosa unión.
De
cualquier modo, el matrimonio entre Livia y Augusto se mantuvo durante los
siguientes 52 años, a pesar del hecho de que no tuvieron hijos, y ella siempre
disfrutó del privilegio de ser la consejera de confianza de su esposo.
Después
del suicidio de Marco Antonio tras la batalla de Accio en 31 a. C., Octaviano
no encontró más oposición a su poder. Finalmente, y siempre con Livia a su
lado, fue nombrado emperador de Roma con el título de Caesar Augustus. Juntos,
establecieron el modelo de pareja romana. A pesar de su riqueza y de su poder,
Augusto y su familia siguieron viviendo modestamente en su casa del Palatino.
Livia fue el paradigma de la matrona romana: nunca llevó excesiva joyería ni
vestidos pretenciosos, se ocupó de las labores domésticas y de su esposo -en
ocasiones tejiendo ella misma sus ropas-, aunque intervino activamente en
política, siendo considerada la mano derecha del emperador Augusto.
En 35
a. C., Augusto permitió a Livia administrar sus propias finanzas y le dedicó
una estatua pública. Livia tuvo su propio círculo de clientes y colocó a muchos
de sus protegidos en puestos oficiales, incluyendo al abuelo de Otón y al mismo
Galba. A la muerte de su esposo, Livia logró que Tiberio, su hijo mayor, fuese
investido emperador, tras las sospechosas muertes de otros miembros de la
familia imperial. Sin embargo cuando murió, Tiberio recibió la noticia con
frialdad, y no sólo no asistió a sus funerales, sino que prohibió que se le
rindieran los honores correspondientes.
Livia
desempeñó un papel vital en la formación de sus hijos Tiberio y Druso. La
atención se centra por su parte en el divorcio de su primer marido, padre de
ambos, en 39 a. C. Sería interesante conocer su papel en éste, así como en el
divorcio de Tiberio y Vipsania en 12 a. C., debido a la insistencia de Augusto:
si fue neutral o meramente pasiva, o si ella intervino activamente en este
proceso, actos por los que Tiberio pudo guardarle rencor a su madre, ya que él
se vio obligado a abandonar a la mujer que amaba por consideraciones
dinásticas.
Durante
su tiempo, Livia gozó de la popularidad del pueblo romano. Para ser más que la
"mujer bonita", como se describe en los textos antiguos, Livia se
sirve de la imagen pública de la idealización de las cualidades femeninas
romanas, una figura maternal, y, finalmente, una diosa como la representación
que alude a su virtud. Livia, que simboliza el poder en la renovación de la
República con las mujeres y virtudes que muestra en público, tuvo un efecto
espectacular en la representación visual del futuro imperial de la mujer como
ideal de honorables madre y esposa romana, aunque después ha sido sospechosa
del envenenamiento de muchos de estos personajes, entre ellos del de su
hijastra Julia. "Se escuchó el rumor de que, cuando Marcelo, sobrino de
Augusto, murió en 23 a. C., no fue por muerte natural, y que detrás de esto se
encontraba Livia" (Dión Casio) 55.33.4). Uno por uno, todos los hijos de
Julia y Marco Vipsanio Agripa habían muerto prematuramente: en primer lugar y,
a continuación, Lucio y Cayo, a quienes Augusto había adoptado como hijos, con
la intención de que fueran sus sucesores. Por último Póstumo Agripa, el menor,
a quien Octavio había adoptado como hijo, también fue encarcelado por
conspiración y finalmente muerto. Tácito y Dión Casio mencionan en sus obras
estos rumores, pero Suetonio no hace mención de los mismos, ni hay pruebas
suficientes para darlos por válidos.
No
sería hasta el año 41 cuando su nieto Claudio, la reivindicaría con todos sus
honores y se completaría su deificación, proclamándola Diva Augusta (La Divina
Augusta), recibiendo como símbolo un carro tirado por elefantes, para
transmitir su imagen en todos los juegos públicos. Se elevó una estatua en su
honor en el templo de Augusto, junto con su marido y se celebraron carreras en
su honor. Las mujeres romanas invocaban su nombre en sus juramentos sagrados.
También tuvo su propio templo dedicado en la ciudad ática de Ramnunte.
Su
divinización suponía un refuerzo al simbolismo de la familia imperial romana,
haciéndola modelo virtuosa de matrona y al mismo tiempo, junto con la
divinización de su marido, implicaba dar también carácter divino a sus
descendientes de la dinastía Julia-Claudia.
En la
novela Yo, Claudio de Robert Graves, Livia es uno de los personajes
principales. A lo largo de la novela es mostrada como un personaje malvado,
frío y calculador que recurre a todo tipo de estratagemas para alcanzar sus
objetivos que se resumen en conseguir que su hijo Tiberio suceda a Augusto como
emperador. El narrador de la historia, Claudio, la incrimina por múltiples
asesinatos, la mayoría de ellos por envenenamiento, entre los que se
encontraría el del propio Augusto.
Las
sospechas del narrador se confirman cuando se lo confiesa poco antes de morir,
cuando alegó que existía una necesidad de los mismos para evitar que Roma
entrase de nuevo en una guerra civil, y le pide a Claudio que la proclame diosa
para librarse de las torturas del Infierno.
En la
novela La diosa mortal de Enrique Serrano se muestra una faceta más humana y
mucho menos cruel de Livia. Como bien la define el autor, Livia fue una matrona
romana, esposa, gobernante, madre, emperatriz y diosa, mortal pero de
realizaciones inmortales.
ESCULTURAS DE LIVIA DRUSILA:
MONEDAS DE LIVIA DRUSILA:
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