En Adriano, hacia su fin, parece haber ganado el hombre
inspirado o alucinado, a pesar del pragmatismo.
Por sus comienzos, no se tiene la impresión de que poseyera
tantos dones; esos comienzos son muy lentos, y es una de las cosas que me
interesaron de él es que desde los quince hasta los cuarenta años atravesó
lentamente todas las etapas. Estudia latín, que no sabia bien (hablaba con acento sevillano),
estudia griego, se instruye, pasa por casi todas las funciones militares y
civiles; vive la experiencia de los países bárbaros; asiste prudentemente al
periodo de crisis bajo Domiciano, sin participar, porque es demasiado joven y
es frenado por sabios consejeros. Atraviesa también quince anos de guerra, él,
el hombre de la paz romana. Apenas fue emperador hizo cesar la guerra parta.
Luego de esto, por supuesto, debió regresar a la guerra -la de Palestina-, pero
fue años mas tarde, a causa del eterno malentendido entre dos civilizaciones
que tienen distintas exigencias. Por eso le hago decir que esa era una de sus
derrotas.
¿Que
si lo considero un genio?, por supuesto. Muchos historiadores actuales están de
acuerdo conmigo. Porque innova continuamente, o reforma sin cesar, con una rara
inteligencia. Halla un imperio a dos pasos de la bancarrota, y restablece la
economía con un arte admirable; mejora la situación de los esclavos sin caer en
la retórica demagógica; "estabiliza la tierra", como lo dice en
sus monedas; "restituye" las provincias a si mismas, sin
comprometer, sin embargo, la unidad romana. Sus leyes son muy flexibles, ponen
en practica las ideas de los filósofos griegos, con una suerte de admirable
empirismo, y su helenismo no se impone por la fuerza; inaugura
un nuevo periodo de desarrollo en el arte griego que, por otra parte, concluye
con el, sin tener, por cierto, un Praxiteles ni un Escopas a su disposición,
pero, de todos modos, el arte griego llego en parte hasta nosotros gracias a
este relevo. Fue muy inteligente, en todo, y si miro mucho hacia el pasado, no
por eso descuido el porvenir. Esta mucho mas cerca de nosotros que el típico
emperador romano de Suetonio, o de las películas y las novelas espectaculares.
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