Cuando
habían tomado posiciones opuestas unos a otros, Arquelao saco a su
ejercito en orden de combate, incitando en todo momento a la lucha, pero Sila
tardeaba inspeccionando la naturaleza del lugar y el numero de los enemigos.
Sin embargo, al retirarse Arquelao hacia Calcis, lo siguió muy de cerca
buscando la oportunidad y el lugar. Y, tan pronto como vio que el acampaba cerca
de Queronea en un lugar rocoso en el que no había posibilidad de escapatoria
para los vencidos, tomo posesión, al punto, de una ancha llanura cercana y
llevo sus tropas a ella con la idea de forzar a Arquelao a luchar, aun en
contra de su voluntad. Allí la inclinación de la llanura les resultaba
favorable para la persecución y la retirada, en tanto que Arquelao estaba
rodeado de escarpaduras que imposibilitaban, de todo punto, la entrada en
acción conjunta de todo el ejercito, porque no podía reunirlo, a causa de la
desigualdad del terreno, y la huida era imposible, a causa de las escarpas, en
el caso de que fuera puesto en fuga. Así pues, Sila, confiando, gracias a estos
cálculos, en la mala posición del enemigo, avanzo convencido de que de nada
serviria a Arquelao la superioridad numérica de sus fuerzas. Pero este ultimo
no estaba resuelto en aquella ocasión a trabar combate con él y, por esta
razón, tampoco se había tomado mucho cuidado en elegir el sitio para acampar,
así que, cuando Sila estaba ya atacándolo, se dio cuenta demasiado tarde de su
mala posición y envió un destacamento de caballería para impedírselo. Una vez
que aquellos fueron puestos en fuga y arrojados a los precipicios, envió de
nuevo sesenta carros por si podía hender y despedazar la falange enemiga con el
ímpetu de estos. Sin embargo, los romanos abrieron filas y los carros,
arrastrados hacia la ultima linea de combate por su propio movimiento y
teniendo dificultad en dar la vuelta, fueron destruidos por los de retaguardia
que los rodearon y descargaron sus dardos contra ellos.
Arquelao,
aunque hubiera podido, incluso en su situación, defenderse con firmeza desde su
campamento fortificado, puesto que tal vez las rocas hubieran coadyuvado a este
menester, saco fuera con precipitación y desplegó con ahincó en orden de
batalla a un gran numero de tropas que no se habían hecho a la idea de luchar
en este lugar, y se encontró, sobre todo, en un paraje muy estrecho a causa de
que Sila estaba ya próximo. Cargando en primer lugar con la caballería a galope
tendido, escindió en dos a la formación romana y rodeo a ambas partes con
facilidad a causa de su escaso numero. Pero estos se defendieron con denuedo
haciendo frente al enemigo en todas partes; los que mas tuvieron que esforzarse
fueron las tropas de Galba y Hortensio, contra las que dirigía personalmente el
combate Arquelao, pues los bárbaros, en presencia de su general, se esforzaban
en mostrar su valor. Finalmente, Sila se dirigió hacia ellos con muchos
jinetes, y Arquelao, conjeturando que era Sila el que atacaba, pues vio las
insignias del general y una gran nube de polvo, empezó a levantar el cerco y a
replegarse a su linea de combate. Pero Sila, con la flor y nata de su
caballería, a la que incorporo en el camino dos nuevas cohortes que habían
quedado colocadas en reserva, ataco a los enemigos, cuando no habían terminado
de ejecutar su maniobra ni de reintegrarse sólidamente a la linea frontal, y,
tras sembrar la confusión entre ellos, rompió su formación y los persiguió
cuando se daban a la fuga. Mientras que la victoria comenzaba por esta parte,
tampoco permaneció inactivo Murena, que estaba colocado en el ala izquierda,
sino que censurando a sus soldados por su pereza, cargo con valentía sobre el
enemigo y lo puso en fuga.
Una
vez que las alas del ejercito de Arquelao estuvieron en fuga, el centro no
mantuvo ya por mas tiempo su posición, sino que huyeron todos en masa. Y,
entonces precisamente, le sucedió a los enemigos todo cuanto había previsto
Sila; pues, al no tener un espacio amplio para maniobrar ni campo abierto para
la huida, fueron rechazados por sus perseguidores hacia los precipicios.
Algunos de ellos cayeron en manos del enemigo al intentar escapar y otros, con
una decisión más prudente, huyeron hacia el campamento. Pero Arquelao se situó
ante ellos, cerro las puertas del campamento y les ordeno que se dieran la
vuelta e hicieran frente a los enemigos, revelando con ello en esta ocasión la
mas grande inexperiencia en los avalares de la guerra. Ellos se revolvieron con
ardor, pero, como no estaban presentes ya ni sus generales ni sus oficiales, ni
reconocían cada uno sus propias enseñas al estar diseminadas a causa de la higa
desordenada, ni tenían espacio para huir o luchar, pues ahora, sobre todo, se
encontraban mas constreñidos a causa de la persecución, eran muertos sin
ofrecer resistencia; unos, por los enemigos sin tiempo para devolver los golpes
y, otros, por ellos mismos dada la confusión reinante por causa del número y de
la estrechez del lugar. De nuevo huyeron hacia las puertas del campamento y se
apelotonaron en torno a ellas, haciendo objeto de sus reproches a los que les
cerraban el paso, Les recordaban, a manera de censura, a los dioses patrios y
los demás lazos de familiaridad que existían entre ellos, diciéndoles que
perecían no tanto a manos de los enemigos, como por culpa de la indiferencia de
sus amigos. Finalmente, Arquelao, a duras penas y más tarde de lo necesario,
abrió las puertas y los acogió en el interior cuando corrían en pleno desorden.
Los romanos, al ver esto y tras darse ánimos unos a otros, en esta ocasión
sobre todo, se precipitaron a la carrera con los fugitivos en el interior del
campamento y completaron hasta el final su victoria.
(Apiano, en "Sobre Mitridates")