Embargado de preocupación por buscar un sucesor pensó
primero en Serviano al que, como ya dijimos, obligó después a morir.
Mantuvo en el más absoluto desprecio a Fusco porque, instigado por los
presagios y prodigios, había concebido la esperanza de alcanzar el Imperio. Fue
condenado a muerte. Detestó a Platorio Nepote, al que antes había amado
de tal manera que, cuando acudió a visitarle porque se hallaba enfermo, o no le
admitió a su presencia por considerarle sospechoso, pero tampoco le castigó. Y
detestó igualmente a Terencio Genciano, aunque a éste con más violencia
aún porque veía que el Senado le apreciaba y, finalmente, a todos aquellos que
pensó que accederían al poder imperial, como si se tratara de futuros
emperadores. Y realmente, reprimió toda la fuerza de su congénita crueldad
hasta el momento en que estuvo a punto de morir en su residencia de Tívoli,
debido a una hemorragia. Entonces ya, sin traba alguna, después de haber dado
muerte a muchas personas directamente o mediante manejos ocultos, obligó a
Serviano a suicidarse, acusándole de que aspiraba al trono porque había
obsequiado con una cena a los esclavos imperiales, porque se había sentado en
el escaño real que estaba junto a su lecho y porque se habí presentado en
actitud marcial ante las guardias de los soldados, a pesar de ser un anciano de
noventa años.
( Historia Augusta )
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