Qué
lamentable embrollo es este en que estamos, César. No obstante, debo confesar
que nunca creí que te atreverías a hacerlo. ¿Con una legión? Caerás. No puede
ser de otro modo. Italia está que hierve de tropas.
En
realidad te escribo para suplicarte que pongas los intereses de la República
por delante de tus propios intereses. Eso es lo que he hecho yo desde el
principio de este enredo. Francamente, me interesa más estar de tu parte, ¿no?
Juntos podríamos gobernar el mundo. Tú me enseñaste eso antes de que fueras
cónsul, si recuerdo bien. Y lo reforzaste en Luca hace seis años. No, hace
siete años. ¡Cómo vuela el tiempo! Hace siete años que no te veo.
Espero
que no te sientas insultado personalmente por el hecho de que yo haya elegido oponerme
a ti. No hay nada personal en ello, te lo aseguro. Tomé la decisión basándome
en lo que es mejor para Roma y para la República. Pero seguro, César, que tú
más que nadie te darás cuenta de que ponerse al frente de una insurrección
armada es una esperanza vana. Si tú eres de la opinión, como yo, de que Sila
estaba en su derecho de hacerlo y simplemente regresó a Italia para reclamar lo
que era legalmente suyo, entonces podemos afirmar que ninguna insurrección ha tenido
éxito. Mira a Lépido y a Bruto. Mira a Catilina. ¿Eso es lo que quieres para
tí, una muerte ignominiosa? Piénsalo, César, por favor.
Te
exhorto a que dejes de lado tu ira y tus ambiciones. ¡Por amor a nuestra amada República!
¡Piensa en Roma primero y siempre, César! ¡No le hagas daño a la República! Si sigues
decidido a hacer daño a tus enemigos, inevitablemente tendrás que hacerle daño
también a la República. Tus enemigos forman parte de la República igual que tú.
Por favor, considera otras alternativas. Envíanos con el joven Lucio César y
con Lucio Roscio la respuesta de un hombre razonable. Llega a un acuerdo con nosotros
y retírate a la Galia Cisalpina. Es lo prudente. Es lo patriótico.
Firmado,
CNEO POMPEYO MAGNO
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