miércoles, 24 de junio de 2015

CADA VEZ QUE CÉSAR REGRESA A ROMA





Cada vez que César regresa a Roma, ésta presenta un aspecto de mayor abandono. ¿Se debe ello a que César visita otras muchas ciudades, ciudades planificadas y construidas por griegos que con su avanzada concepción de la arquitectura no temen arrasar edificios antiguos en nombre del progreso? Como los romanos reverencian la antigüedad y a los antepasados, no se atreven a derruir un edificio público simplemente porque no cumple ya su función. 


LA CLOACA MÁXIMA

Pese a sus grandes dimensiones, la pobre Roma no es una dama encantadora. Su cogollo está en el fondo de una húmeda hondonada que en justicia debería desaguar en los pantanos de las Palus Cerollas, pero no lo hace porque el borde rocoso de la Velia separa Esquilina de Palatina, de modo que el cogollo es casi una ciénaga. Si la Cloaca Máxima no pasara justo debajo sería sin duda un lago.



 La pintura de los edificios se desconcha por todas partes, los templos del Capitolio están sucios, incluso el de Júpiter Óptimus Máximus. En cuanto a Juno Moneta, ¿cuántos siglos hace que no se restaura? Los vapores procedentes de la acuñación de moneda en el sótano están causando estragos. Nada está bien planificado ni trazado; la ciudad es una vieja maraña. Por más que César intenta mejorarla con sus propios proyectos financiados con capital privado. Lo cierto es que Roma está exhausta a causa de décadas de guerra civil. No puede seguir así; esto ha de acabar.


César no tuvo tiempo de fijar la mirada en las obras públicas que había iniciado siete años atrás: el Foro julio, contiguo al Foro romano; la Basílica Julia, en el Foro romano inferior, donde estaban antes las dos antiguas basílicas Opimia y Sempronia; la nueva Curia para el Senado; las oficinas del Senado.


No, estaba demasiado ocupado contemplando los cadáveres descompuestos, las estatuas caídas, los altares destrozados, las hornacinas profanadas. El Ficus Ruminalis presentaba marcas e indicios de violencia; otros dos árboles sagrados tenían partidas las ramas inferiores, y las aguas del estanque de Curtio estaban teñidas de sangre. Más arriba, en el primer tramo de la subida al Capitolio, las puertas del Tabulario de Sila estaban abiertas de par en par, y a su alrededor había fragmentos de piedra.



( C. McC. )


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