Mardonio (¿-479 a. C.), noble persa, importante comandante del
ejército del Imperio aqueménida durante las Guerras Médicas, en la primera
mitad del siglo V a. C. (en 492 a. C. y en 480 a. C.-479 a. C.).
Mardonio era hijo de Gobrias,
uno de los seis nobles persas que habían ayudado a Darío I a hacerse con
el trono asesinando al usurpador Gaumata el 522 a. C. Como era habitual
en estos casos, la alianza entre amigos quedó reforzada por matrimonios
diplomáticos: Darío tomó por esposa a una hija de Gobrias y éste se casó con
una hermana del rey, Radušdukda, hija de Histaspes. Es bastante probable que
Mardonio fuera el primer hijo de Gobrias y la hermana de Darío, ya que tiene el
mismo nombre que el padre de Gobrias (lo que sabemos por la inscripción de
Behistún).
Por tablillas cuneiformes
sabemos que Mardonio se casó con una mujer llamada Ardušnamuya. El texto fue
escrito en marzo del 495 a. C., lo que nos da un terminus ante quem para la
ceremonia nupcial. Esto contradice las palabras del historiador griego Heródoto
de Halicarnaso, quien asegura que Mardonio "era aún un hombre joven
que se había casado recientemente con Artozostra, una hija de Darío", en
el 492 a. C. Por otra parte, no hay razón para dudar de que Artozostra /
Ardušnamuya fuera realmente la hija de Darío y de su amada esposa Artistona
(Irtašduna).
Como enviado especial de Darío, Mardonio se dirigió a Lidia
después de la Revuelta jónica (499 a. C.-494 a. C.). Tenía la misión de
reorganizar la región, cosa que hizo de forma muy moderada. Tal y como nos cuenta
Heródoto, navegó a lo largo de la costa deponiendo a todos los tiranos y
sustituyéndolos por democracias. La jugada era en el fondo muy astuta, ya que
de esa forma era más difícil que las ciudades volvieran a rebelarse.
Una vez hubo finalizado este
trabajo, la flota de Mardonio se dirigió al Helesponto, punto de reunión con el
ejército terrestre. El conjunto contaba con 300 navíos y 20.000 hombres. La
primera víctima fue Tasos, isla griega que poseía importantes minas, que se
convirtió en tributaria del imperio aqueménida. La flota continuó
posteriormente hacia Macedonia, territorio que fue añadido igualmente al reino
de Darío. Durante esta campaña (que fue interpretada por Heródoto como dirigida
contra Atenas y Eretria por su ayuda a la Revuelta jónica), Mardonio perdió
muchas naves al ser cogido por una violenta tormenta cerca del promontorio de
Athos, lo que probablemente le obligó a volver al Asia Menor.
Mardonio había tenido mucho
éxito. Existen indicios de que su ejército llegó hasta el Danubio. La conquista
de Macedonia fue muy importante, ya que poseía minas de oro y podía tomarse
como excelente base para futuras conquistas en Europa.
En el 490 a. C., los persas
conquistaron varias islas del Egeo (las Cícladas y Eubea, cuya capital es
Eretria), pero Mardonio, que había perdido casi una flota completa, no estaba
al mando de esta expedición. Los 600 barcos estaban comandados por Datis y
Artafernes. Los principales objetivos de la expedición fueron logrados
(dominio del Egeo, conquista específica de Naxos, la mayor isla de las
Cícladas, y creación de una zona de seguridad entre el Asia Menor y Grecia)
pero fracasaron al intentar devolver el poder al antiguo tirano pro-persa
depuesto de Atenas, Hipias, al verse derrotados por los atenienses en la
célebre batalla de Maratón.
Sin embargo, habiendo
conquistado Macedonia y las islas del Egeo, los persas podrían intentar de
nuevo el ataque a Grecia cuando quisieran. Darío tendría que preparar
concienzudamente la nueva expedición, ya que había podido comprobar que los
soldados griegos estaban mejor equipados que los suyos. Así pues, los persas
tendrían que reclutar un gran ejército, pero Darío falleció poco antes de que
fuera puesto en marcha (486 a. C.). Fue sucedido por su hijo Jerjes I,
primo y cuñado de Mardonio.
Según Heródoto, Mardonio era un
partidario entusiasta de la nueva expedición a Grecia, pero ésta fue retrasada
debido a una rebelión en Egipto. También tuvo lugar una revuelta en Babilonia,
pero no duró mucho tiempo. Megabizo II se ocupó de ella quedando
suprimida en el verano del 484 a. C. Inmediatamente después de esta rebelión,
Jerjes, Mardonio, Megabizo y otros cuatro importantes comandantes pudieron
dirigirse al oeste a Sardes, donde un gran ejército estaba siendo formado.
El primer año de expedición fue
un gran éxito. Los persas no se dieron prisa, ya que tenían un ejército enorme
(unos 600.000 hombres) y tenían que esperar a las cosechas en Tracia y
Macedonia. En julio y agosto permanecieron en Terma (actual Tesalónica), y
posteriormente se dirigieron al sur hacia Grecia. Tesalia fue conquistada sin
excesivos problemas, y durante el 17, 18 y 19 de septiembre (o un día después),
una batalla doble tuvo lugar. Por un lado, la flota persa fue capaz de expulsar
a la griega de sus posiciones en el cabo Artemisio. Por otro lado, el ejército
venció por completo (no sin serias dificultades) a la guarnición griega dejada
en las Termópilas (Batalla de las Termópilas). Beocia fue añadida al imperio y
el 27 de septiembre, Atenas fue conquistada. Al día siguiente la Acrópolis caía
y la flota persa ocupaba el Pireo. La caballería persa destruyó el santuario de
Poseidón cerca de Corinto y disparó flechas incendiarias contra uno de los
puertos corintios.
La victoria de Jerjes era casi
completa. La flota griega había huido a Salamina, una isla frente al puerto
ateniense, separada del continente por un pequeño estrecho. Desafortunadamente
para los persas, cuando su flota trató de atacar a los griegos en sus nuevas
posiciones, sufrieron graves pérdidas (Batalla de Salamina). Para los persas
esta derrota fue un contratiempo menor. Jerjes había ganado la batalla
naval de Artemisio y la terrestre de las Termópilas. Había añadido Tesalia y
Beocia a sus posesiones y tomado Atenas. A pesar de las pérdidas de Salamina,
Jerjes podía sinceramente poner en la inscripción de Daiva que gobernaba sobre
todos los griegos.
Sin embargo, Babilonia no
estaba aún tranquila. Había rumores inquietantes y Jerjes decidió que era mejor
volver a Sardes, desde donde podría vigilar Grecia y Babilonia a distancia
razonable.
Mientras tanto, Mardonio quedó como comandante supremo de las
fuerzas expedicionarias persas. Su ejército era comparativamente muy pequeño en
relación al que había invadido Grecia, probablemente 150.000 hombres. Después
de todo, se necesitaba un gran contingente para Babilonia. Para alimentar a
estos hombres se retiró a Tesalia y abrió negociaciones con Atenas. Ofreció a
la ciudad una posición predominante en el imperio aqueménida sólo a cambio de
reconocer el dominio del rey Jerjes. Fue un movimiento brillante, porque si los
atenienses aceptaban, no quedaría flota para proteger el sur de Grecia. Los
atenienses tenían mucho que ganar porque se habrían convertido en la ciudad
Estado griega más importante, pero a pesar de ello, se obstinaron en rechazar
el ofrecimiento.
En la primavera, Mardonio
marchó al sur de nuevo, reocupando Beocia y dirigiéndose a Atenas. Esperaba que
los atenienses estuvieran más dispuestos a aceptar su ofrecimiento, pero se
equivocó. Habiendo recibido un nuevo rechazo de rendición, Mardonio saqueó la
ciudad.
Parecía que Mardonio era el
dueño de la situación. Los espartanos, quienes tenían la mejor infantería de
toda Grecia, rechazaban ayudar a Atenas. Fue sólo después de un ultimátum, que
los atenienses dirigieron a los lacedemonios en el sentido de que si
continuaban negándose a ayudar se verían forzados a rendirse quedando su flota
en manos persas, que los espartanos entraron en razón y decidieron actuar.
Enviaron un ejército al norte e invitaron a todos los griegos a unirse a ellos
en la difícil misión de la liberación de Grecia.
Los griegos se reunieron en el
sur de Beocia, en las faldas del monte Citerón. Eran unos 100.000 hombres. Casi
cada griego en edad de tomar armas se había presentado. Por ejemplo, los
atenienses se habían quedado sólo tripulando algunas galeras. El resto de los
remeros y marinos estaban ahora en el monte Citerón. El ejército griego
permaneció allí, y debido a que ninguno de los dos adversarios parecía
pretender avanzar, empezó una guerra de nervios.
Heródoto, quien es nuestra principal fuente para
la Batalla de Platea, describe algunos enfrentamientos previos que tuvieron
lugar en varios días. Una escuadra de caballería persa intentó provocar a un
contingente griego de Megara pero fue derrotada. Después de este éxito, los
griegos decidieron dejar las montañas y descender al llano entre el río Asopo y
un pequeño poblado llamado Platea. Todo el tiempo, ambos ejércitos rehuyeron
los ataques reales, porque ambos habían recibido los mismos augurios: saldría
victorioso el ejército que esperara que su enemigo atacara primero.
Sin embargo, Mardonio empezó a
tener prisa. Sus suministros se estaban acabando y veía crecer al ejército
griego día a día. Uno de sus consejeros le advirtió que lo mejor sería
retirarse a Tesalia y usar oro y plata para sobornar a los líderes griegos.
Mardonio no le hizo caso, aún creía que podía resolverse el problema de una
manera honorable, por medios militares.
Heródoto nos cuenta que una
noche, un aliado persa, el rey macedonio Alejandro I, fue a visitar a
los atenienses para advertirles que Mardonio atacaría al amanecer.
Inmediatamente los oficiales atenienses informaron al comandante supremo
griego, el príncipe espartano Pausanias. Éste pensó que si los persas
atacaban, era preferible tener a los bien entrenados espartanos en el ala
izquierda defensiva para contrarrestar la fuerza principal persa, dejando a los
experimentados atenienses, quienes ya habían salido victoriosos en Maratón, en
el ala derecha ofensiva. Al amanecer, los dos contingentes intercambiaron
posiciones. Después de ser informados de una contramaniobra persa, los griegos
volvieron a sus posiciones originales.
Hasta aquí lo que nos dice
Heródoto, quien parece haber malinterpretado el incidente. Es poco probable que
Alejandro I de Macedonia pudiera dejar el campamento persa sin ser visto.
Parece más razonable pensar que Mardonio había enviado al rey macedonio precisamente
para esa misión. Fue una jugada brillante para crear el pánico entre los
griegos, quienes empezaron toda clase de movimientos agotadores.
El día pasó sin lucha y
Mardonio estaba cada vez más ansioso por atacar. Durante la noche, sus arqueros
montados atacaron la fuente de la que se abastecían los griegos entre Platea y
el Asopo, esperando forzarlos a retroceder de nuevo a las montañas. Los griegos
mantuvieron posiciones durante el día, siendo continuamente hostigados por los
arqueros persas, pero después de la puesta de sol, se retiraron tal y como
Mardonio había planeado.
Al ocaso, Mardonio se enteró de
que los adversarios habían huido, y pensando que ya había ganado la batalla,
ordenó la persecución de los griegos. Primero atacó a los espartanos, quienes
se vieron forzados a retroceder. Pausanias incluso tuvo que enviar un mensajero
para pedir ayuda a los atenienses, pero éstos fueron incapaces de ofrecer
asistencia, ya que fueron interceptados por aliados griegos de Mardonio. Uno de
los contingentes persas llegó incluso a romper la línea de batalla griega
alcanzando las faldas del Citerón.
En ese momento, mientras estaba
persiguiendo a los espartanos en retirada, Mardonio fue abatido. No se sabe
cómo ocurrió, pero podemos estar seguros de que, sabiéndose ganador de la
batalla, murió como un hombre feliz.
Este incidente cambió el curso
de la batalla. Los persas perdieron coraje, lo que dio a los espartanos un
breve respiro y la oportunidad de reagruparse. Atacaron al contingente persa
que los perseguía, los cuales, desmoralizados, acabaron poniéndose en fuga. El
campamento persa fue tomado por los atenienses y eso significó el final de la
guerra. Uno de los subordinados de Mardonio en la reserva, Artabazo I,
fue capaz de llevar de vuelta a casa a un gran contingente sano y salvo, acto
por el que fue recompensado por Jerjes, quien le ofreció la satrapía de la
Frigia Heslespóntica.
El enfrentamiento en Platea
tuvo lugar en el verano del 479 a. C., probablemente la semana del 15 de agosto.
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