Gilgamesh (acadio: 𒄑𒂅𒈦, Gilgameš, /ɡɪl.'ɡa.meʃ/1 anteriormente
𒄑𒉈𒂵𒈩 Bilgamesh2) o Gilgamés fue un soberano de la ciudad sumeria de Uruk
(actual Warqa, en Irak) y un héroe de la mitología mesopotámica. Según la Lista
Real Sumeria, Gilgamesh, hijo de la diosa Ninsun y de un sacerdote llamado
Lillah, fue gobernante del distrito de Kulab y quinto rey de Uruk. Hacia el año
2750 a. C. sucedió a Lugalbanda, reinó durante 126 años y dejó el trono a su
hijo Ur-Nungal, quien gobernó durante 30 años. Los primeros estudiosos de la
lengua sumeria leyeron su nombre, erróneamente, como Izdubar.
Ha alcanzado la fama sobre todo
como protagonista del Poema de Gilgamesh, considerada la obra literaria más
antigua del mundo. En ella se relatan sus hazañas, acompañado por su amigo
Enkidu, y su búsqueda de la inmortalidad tras la muerte de este.
La leyenda paleo babilónica
sobre este rey cuenta que los ciudadanos de Uruk, viéndose oprimidos, pidieron
ayuda a los dioses, quienes enviaron a un personaje llamado Enkidu para
que luchara contra Gilgamesh y lo venciera. Pero la lucha se torna muy pareja,
sin un vencedor claro. Finalmente, Enkidu reconoce a Gilgamesh como rey y los
dos luchadores se hacen amigos. Juntos deciden hacer un largo viaje en busca de
aventuras, en el que se enfrentan a animales fantásticos y peligrosos.
En su ausencia, la diosa Inanna
(conocida por los babilonios como Ishtar y más tarde como Astarté)
cuida y protege la ciudad. Inanna declara su amor al héroe Gilgamesh, pero este
la rechaza, provocando la ira de la diosa, quien en venganza envía al Toro de
las tempestades para destruir a los dos personajes y a la ciudad entera.
Gilgamesh y Enkidu matan al Toro, pero los dioses se enfurecen por este hecho y
castigan a Enkidu con la muerte. Muy apenado por la muerte de su amigo,
Gilgamesh recurre a un sabio llamado Utnapishtim (Ziusudra en sumerio, que
puede significar 'el de los Días Remotos'), el único humano, junto con su
esposa, al que los dioses salvaron del Diluvio Universal y concedieron la
inmortalidad. Gilgamesh recurre a él para que le otorgue la vida eterna, pero
Utnapishtim le dice que solo en una ocasión se concedió ese don a un humano, y
que no volverá a repetirse, lo mismo que el Diluvio.
Finalmente, la esposa de
Utnapishtim le pide a su esposo que, como consuelo a su viaje, le diga a
Gilgamesh dónde localizar la planta que devuelve la juventud (mas no la vida o
juventud eterna). El sabio cede y le revela que la planta está en lo más
profundo del mar. Gilgamesh se decide a ir en su búsqueda y efectivamente la
encuentra, pero de regreso a Uruk toma un baño, y al dejar la planta a un lado,
una serpiente se la roba (basándose en que las serpientes cambian de piel, y
que por ello vuelven a la juventud). El héroe retorna a la ciudad de Uruk, cuya
magnificencia es descrita al final del poema.
Según fuentes periodísticas, en
2001, en un grupo de tablillas procedentes de Irak, el asiriólogo Giovanni
Pettinato habría leído un final distinto de la epopeya. Según el mismo,
Gilgamesh se suicidó al regresar a Uruk, enterrándose vivo con ochenta miembros
de su corte.
La figura de Gilgamesh conserva
su vigencia porque el anhelo que lo mueve es universal (escapar de la muerte),
y por tanto es universal la lección que recibe: que la inmortalidad es un don
exclusivo de los dioses y es locura aspirar a ella. El lector de cualquier
época se siente también conmovido por el canto a la amistad sagrada que
contiene la obra, que probablemente influyó en la Ilíada de Homero.
En la Epopeya de Gilgamesh se
dice que este ordena la construcción de las legendarias murallas de Uruk. En
tiempos históricos, Sargón I de Acad se jactó de haber destruido esas
murallas para demostrar su poderío militar. Muchos estudiosos han señalado que
el mito del Diluvio contenido en la Epopeya de Gilgamesh constituye un claro
precedente de la historia bíblica del diluvio universal que se narra en el
Génesis.
Fragmentos de un texto épico
encontrados en Me-Turan (hoy Tell Haddad) cuentan que Gilgamesh al final de sus
días fue enterrado bajo las aguas del río Éufrates, después de desviar su
curso. En abril de 2003, notas periodísticas señalaron que una expedición
alemana habría descubierto en las ruinas de Uruk, indicios de este hecho.
A pesar de la falta de
evidencia directa, la mayoría de los estudiosos no se oponen a considerar a Gilgamesh
como una figura histórica, sobre todo desde que se han encontrado inscripciones
que confirman la existencia histórica de otras figuras asociadas a él, como los
reyes Enmebaragesi y Aga de Kish. Si Gilgamesh realmente existió,
probablemente vivió aproximadamente en el siglo XXVII a. C. Algunos de los
textos sumerios más antiguos citan su nombre como Bilgamesh. Dificultades
iniciales en la lectura de la escritura cuneiforme hicieron que en 1891 el
nombre de Gilgamesh se leyera: Izdubar.
En la mayoría de los textos, el
nombre Gilgamesh es precedido por el determinativo para seres divinos (DINGIR).
No obstante, no existe evidencia de un culto contemporáneo, y los mitos
sumerios de Gilgamesh sugieren que la deificación ocurrió con posterioridad (distinto
al caso de los reyes-dioses acadios).
El concepto de inmortalidad
presente en la epopeya hace referencia a una cualidad divina reservada para los
dioses mesopotámicos de aquella época. Según el texto:
"Cuando los dioses crearon
a los hombres
decretaron que estaban
destinados a morir,
y han conservado la
inmortalidad en sus manos." (columna III)
Podemos analizar un punto clave
entre la relación de mortales-inmortales y su equivalencia dios-hombre.
Por consiguiente, la
inmortalidad se forja como con un gran valor en la cultura mesopotámica donde
el hombre está en la constante búsqueda de alcanzarla para evitar el
sufrimiento que conlleva la muerte y disfrutar de los placeres que se ofrecían
en el mundo antiguo. Por consiguiente, se puede encontrar una causa sustentable
a obsesión con el alcance de la inmortalidad, según Kramer:
"Se decían los pensadores
sumerios que la vida está llena de incertidumbre y que el hombre no puede gozar
jamás de una seguridad completa, ya que es incapaz de prever el destino que le
ha sido asignado por los dioses, cuyos designios son imprevisibles. Después de
la muerte, el hombre no es más que una sombra impotente y errabunda en las
lúgubres tinieblas de los Infiernos, donde la "vida" no es más que un
miserable reflejo de la vida terrestre. [...] aceptaban como una gran verdad
inmediata que el hombre había sido creado por los dioses únicamente para su
provecho y placer, y que, por lo tanto, no podía considerarse como un ser
libre; para ellos, la muerte era el premio reservado a la criatura humana, ya
que solo los dioses eran inmortales, en virtud de una ley trascendental e
ineluctable."
(Kramer, 1962)
Por otro lado, a partir de la
epopeya se encuentran dos factores claves para alcanzar la inmortalidad, los
cuales son: el deseo y el objetivo.
En el deseo, se encuentra la
motivación por parte del hombre para conseguir su objetivo a partir de la
necesidad de satisfacer sus placeres; el anhelo de poseer lo que se quiere se
convierte en un impulso primitivo para el sujeto. En el texto, encontramos que
el escriba hace referencia a esta tentación de cumplir su cometido:
"Mira al hombre fuerte que
desea la inmortalidad:
el sueño, como un viento
furioso, lo ha envuelto". (Columna III)
El sentimiento de lograr la
inmortalidad es el deseo más grande que tiene Gilgamesh. Por lo tanto, se
convierte en su prioridad alcanzarlo. En el objetivo, se hace referencia a la
meta impuesta por el individuo para realizar su deseo sin importar los medios o
los obstáculos que encuentre en el camino. Esto se evidencia cuando:
En el fondo del agua hay una
planta semejante al licio espinoso,
y que pincha, como el rosal, y
te hiere las manos;
si tus dedos la cogen,
¡poseerás la inmortalidad!(Columna III)
Gilgamesh toma la decisión de
ir por la planta a pesar del daño físico que le podría generar esta acción, en
ese momento su deseo es muy grande y supera los obstáculos, lo cual lo lleva a
cumplir su objetivo. A partir de esto, se puede tomar en cuenta el concepto de
inmortalidad para aplicarlo en la sociedad mesopotámica, la cual era
considerada por los historiadores como una civilización basada en la religión,
donde cada integrante cumplía su función con relación a esta.
En contexto, los habitantes de
Mesopotamia crearon un estilo de vida alrededor de sus creencias, construyeron
grandes templos para adorar a sus dioses y se creía que estas divinidades
habitaban allí, los cuales eran atendidos por sacerdotes. La mitología de esta
civilización se caracterizaba por idolatrar a un ser superior con poder
ilimitado, sabiduría infinita y sobre todo inmortales.
Según National Geographic,
"Los dioses mesopotámicos tenían la apariencia, las cualidades y los
defectos de los hombres, pues habían sido concebidos a semejanza humana. Eran
en gran medida un reflejo de la sociedad que los había creado. En otras
palabras, se trataba de una trasposición a nivel celestial de lo que ocurría en
el mundo terrenal. Los dioses se alimentaban, se peleaban, se amaban, se casaban
y tenían familia como cualquier hombre. Pero había una notable diferencia: la
muerte les era desconocida" (2001). Por consiguiente, su inmortalidad era
una característica de superioridad. Por lo tanto, "los dioses recibían
todo tipo de cuidados, pues se les hacía el aseo personal y se les vestía y
adornaba con joyas en un alarde de indescriptible ostentación. Incluso se les
sacaba a pasear en procesión, generalmente en el marco de la celebración de
determinadas festividades religiosas, la más importante de las cuales era la
del año nuevo" (Bottero,2001).
En síntesis, el desarrollo del
concepto de inmortalidad en las antiguas ciudades mesopotámicas se puede
conocer gracias a la epopeya de Gilgamesh, la cual fue escrita aproximadamente
en el 2500 a.c y es el primer texto que nos da información detallada sobre uno
de los reyes más influyentes en la historia de Uruk, el cual, gracias a sus
travesías emprende un último viaje en busca de la inmortalidad. Se puede
observar que esta búsqueda se emprende debido a una fuerte motivación por la
muerte de Enkidu. En la epopeya se relata brevemente que los dioses poseen esta
apreciada virtud desde la creación, la cual esta exclusivamente reservada para
ellos. Para concluir, se puede tomar el concepto de inmortalidad y apreciarlo
como un producto derivado de la religión, la cual se considera sagrada, debido
a sus atributos divinos y es fundamental para la estructuración de la
civilización mesopotámica. Además, la inmortalidad es considerada como una de
las máximas virtudes que puede alcanzar el hombre antiguo debido a su relación
directa e íntima con los dioses.
No hay comentarios:
Publicar un comentario