Inmediatamente una nave clavó
en otra nave su espolón de bronce. Inició el ataque una nave griega y rompió en
pedazos todo el mascarón de la popa de un barco fenicio. Cada cual dirigía su
nave contra otra nave. Al principio, con la fuerza de un río resistió el ataque
el ejército persa; pero, como la multitud de sus naves se iba apelotonando
dentro del estrecho, ya no existía posibilidad de que se ayudasen unos a otros
sino que entre ellos mismos se golpeaban con sus propios espolones de
proa reforzados con bronce y destrozaban el aparejo de remos completo.
Entretanto, las naves griegas, con gran pericia, puestas en círculo las
atacaban. Las riberas y los escollos se iban llenando de cadáveres. Cuantas
naves quedaban de la armada bárbara todas remaban en pleno desorden buscando la
huida.
( Esquilo en "Los persas" )
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