¡No
me separaría de mi sagum por nada en el mundo! En otro tiempo perteneció
a Cayo Mario, y cuando Burgundo entró a mi servicio lo trajo consigo. Tiene
noventa años, apesta por más que le ponga hierbas cuando lo guardo, y odio cada
uno de los días que tengo que pasar con él puesto. Pero te digo que ya no hacen
ningún sagum así, ni siquiera en Liguria. La lluvia sencillamente resbala
sobre él, el viento no puede penetrarlo y el color escarlata está tan vivo como
el día en que salió del telar.
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