miércoles, 17 de junio de 2015

ORACIÓN DE CLEOPATRA A LOS DIOSES, SUPLICANDO POR SU HIJO CESARIÓN



Se levantó de la cama y fue a la preciosa pequeña habitación junto a sus aposentos, donde estaban las estatuas de Ptah, Horus, Isis, Osiris, Sejmet, Hathor, Sobek, Anubis, Montu, Tawaret, Thot y una docena más. Algunos tenían cabeza de bestia, eso era verdad, pero muchos no. Todos reflejaban aspectos de la vida a lo largo del río, no tan diferentes de las numina romanas y las fuerzas elementales. Más parecidos a ellos, de hecho, que los dioses griegos, que eran humanos en una escala gigantesca. ¿Acaso no habían necesitado los romanos darle caras a algunos de sus dioses a medida que pasaban los siglos? Forrada en oro, la habitación estaba alineada con estas estatuas, pintadas con colores vivos que resplandecían incluso con la débil luz de la lámpara de noche. En el centro había una alfombra de Persépolis; Cleopatra se arrodilló, con los brazos extendidos delante de ella.


- Mi padre, Amón-Ra, mis hermanos y hermanas en divinidad, humilde os pido de vosotros que iluminéis a mi hijo y hermano Ptolomeo César, el faraón. Os suplico humildemente que me deis, a su madre terrenal, los diez años más que necesito para llevarlo a toda la gloria que le ofrecéis. Os ofrezco mi vida como garantía contra la suya, y suplico vuestra ayuda en mi difícil tarea.



( C. McC. )


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