¿Qué
porción del pueblo dirige la Asamblea de la plebe?. ¡Hombres de la segunda,
tercera y hasta cuarta clase, caballeros irrelevantes y ambiciosos que quieren
dirigir Roma como si fuese su propio negocio, tenderos y pequeños granjeros,
incluso artesanos venidos a más para tener varias galerías escultóricas, cómo
he visto yo denominar a un patio!. ¡Y hombres que se llaman abogados, pero que
tienen que buscarse clientes entre los bucólicos y los imbéciles, y hombres que
se denominan agentes y son incapaces de definir de qué son agentes! ¡Sus
actividades privadas los aburren y se dedican a acudir a los comitia jactándose
de que ellos en sus preciosas tribus pueden gobernar Roma mejor que nosotros en
la exclusividad de esta curia! ¡La jerga política chorrea de su boca cual
vómito fétido y grumoso, y parlotean de subvencionar a este o a aquel tribuno
de la plebe, aplaudiendo cuando las prerrogativas senatoriales se conceden a
los caballeros! ¡Son hombres medios esa gente! ¡Ni lo suficiente grandes para
pertenecer a la primera clase de las centurias, ni lo bastante bajos para
dedicarse a sus propios asuntos en la quinta clase y en el censo por cabezas!
¡Os lo repito, padres conscriptos, el pueblo no tiene dotes para gobernar Roma!.
Se le ha concedido excesivo poder y en su presuntuosa arrogancia, fomentada e
instigada, hay que añadir, por diversos miembros de esta cámara cuando eran
tribunos de la plebe, ahora alardean de ignorar nuestros consejos, nuestras
orientaciones, nuestras personas!
Ha
llegado la hora de que en el Senado invirtamos ese proceso. ¡Ha llegado la hora
de que demostrémos al pueblo que ellos son subalternos en esta empresa común de
gobernar!: Por supuesto que los orígenes de este deterioro del poder senatorial
son fáciles de discernir. Esta augusta cámara ha permitido el acceso a
demasiados advenedizos, a demasiadas setas venenosas, a demasiados hombres
nuevos, a cargos de magistratura superior. ¿Qué significa en definitiva el Senado
de Roma para un hombre que ha tenido que limpiarse la mierda de cerdo del
rostro antes de llegar a Roma para probar su suerte en política?. ¿Qué
significa el Senado de Roma para alguien que, en el mejor de los casos, es un
latino a medias, originario de las tierras fronterizas de los samnitas... que
alcanzó su primer consulado amparado en las faldas de la mujer patricia que
compró? ¿Y qué significa el Senado de Roma para un híbrido bizco de las colinas
infectadas de celtas del norte de Picenum?
Nuestros
hijos, padres conscriptos, son seres timoratos que crecen en una atmósfera que ahoga
al Senado de Roma hasta en su tarea de insuflar vida al pueblo de Roma. ¿Cómo podemos
esperar que nuestros hijos vayan a gobernar Roma en su día, si el pueblo los intimida?.
¡Os lo repito, si no habéis empezado ya, desde hoy mismo debéis comenzar a educar
a vuestros hijos para que se hagan fuertes en el Senado e implacables con el
pueblo!. ¡Hacedles entender la natural superioridad del Senado! ¡Y preparadlos
para luchar por el mantenimiento de esa superioridad natural!
¿Quiere
alguien decirme por qué un miembro de esta augusta cámara puede deliberadamente
optar por minarla?. ¿Puede alguien decírmelo?. ¡Porque es algo que sucede constantemente!
. ¡Y ahí están sentados, llamándose senadores, miembros de esta augusta cámara!.
¡Y también llamándose tribunos de la plebe!. ¡Ahora sirven a dos señores!. Y yo
os digo, recordémosles que son antes que nada senadores, y tribunos de la plebe
después. Que su real cometido ante la plebe es educarla a ese papel
subordinado. Pero ¿es lo que hacen?. ¡No! ¡Claro que no! Sí, algunos de esos
tribunos guardan lealtad al orden establecido, lo admito, y por ello son encomiables.
Otros, como siempre ha sucedido desde que el mundo es mundo, no hacen nada por
el Senado ni por el pueblo, temerosos de que si se sientan a un extremo u otro
del banco de los tribunos el resto se levante y ellos caigan al suelo en medio
del ridículo. Pero es que hay otros, padres conscriptos, que deliberadamente se
dedican a minar a esta augusta cámara, al Senado de Roma. ¿Por qué?. ¿Qué es lo
que puede inducirlos a destruir su propio orden?
Yo os
diré por qué, colegas senadores. Porque algunos se dejan comprar como baratijas
de mercadillo. ¡A ésos todos los comprendemos!. Pero hay otros con motivaciones
más sutiles, y entre éstos el primero fue Tiberio Sempronio Graco. Hablo de la
clase de tribuno de la plebe que ve en ella un instrumento para sus propias
ambiciones, la clase de hombre que codicia la categoría de primer hombre de
Roma sin ganársela entre sus pares, como hizo Escipión Emiliano, Escipión Africano
y Emilio Paulo, y, os ruego me perdonéis todos por la presunción, Marco Emilio Escauro,
príncipe del Senado. Hemos adoptado un vocablo griego para describir el estilo
de tribunos de la plebe de Tiberio y Cayo Graco: los llamamos demagogos. No
obstante, no lo empleamos exactamente igual que los griegos. Nuestros demagogos
no arrastran a toda la ciudad al Foro pidiendo sangre, tiran a los senadores
por la escalinata de la curia y hacen su voluntad mediante la violencia de las
masas. Nuestros demagogos se contentan con inflamar a los que habitualmente se
congregan en la zona de comicios y hacen su voluntad por medio de la legislación.
Sí, claro, hay violencia de vez en cuando, pero no es frecuente; somos nosotros,
el Senado, quienes tenemos que recurrir a la violencia para restablecer el
status quo. Porque nuestros demagogos son legisladores y leguleyos, más
sutiles, más rencorosos, ¡mucho más peligrosos que los que incitan a la revuelta!.
Corrompen al pueblo para lograr sus ambiciones. Y eso, padres conscriptos, no
tiene nombre. Y, sin embargo, se hace todos los días y cada día es más
evidente. El atajo hacia el poder, el camino fácil hacia la preeminencia.
El
atajo al poder, el camino fácil a la preeminencia. Bien, todos conocemos a esa
clase de hombres, ¿no es cierto?. El
primero es Cayo Mario, nuestro estimado primer cónsul, quien, según tengo
entendido, está otra vez a punto de hacerse elegir cónsul ¡y otra vez in
absentia! . cPor deseo nuestro?. ¡No!. ¡Por medio del pueblo, naturalmente!. ¿Cómo,
si no, iba a haber llegado Cayo Mario a donde ha llegado de no haber sido por
el pueblo?. Algunos de nosotros le hemos combatido con uñas y dientes, le hemos
combatido con todos los recursos legales de nuestro arsenal constitucional.
¡Pero en vano!. Cayo Mario cuenta con el apoyo del pueblo, el oído del pueblo,
y echa dinero en las bolsas de algunos de los tribunos de la plebe. En los tiempos
actuales, basta con eso. Ese es Cayo Mario. Pero no me he levantado para hablar
de Cayo Mario. Me perdonaréis, padres conscriptos, por dejar que mis
sentimientos me hagan apartarme de lo esencial de mi exposición.
Me he
levantado para hablar de otro arribista, una modalidad de arribismo menos ostensible
que la de Cayo Mario. La clase de arribista que aduce antepasados senatoriales
y habla bien el griego, que ha tenido una buena educación y vive en una casa lo
bastante lujosa en la que sus ojos nunca han visto mierda de cerdo, es decir,
en la que nunca ha visto nada de nada. No es un romano descendiente de romanos,
por mucho que diga. Me refiero a Cneo Pompeyo Estrabo, legado de esta augusta
cámara para servir al gobernador de Cerdeña, Tito Anio Albucio.
Y
bien, ¿quién es este Cneo Pompeyo Estrabo?. Un Pompeyo que dice tener vínculos
de sangre con los Pompeyos de esta cámara desdé hace generaciones, aunque seria
interesante ver hasta qué punto son verdad esos vínculos. Rico como Craso, con
una clientela que cubre casi la mitad del norte de Italia, un rey dentro de sus
tierras. Ese es Cneo Pompeyo Estrabo.
Miembros
del Senado ,¿adónde va a llegar esta augusta cámara si un senador bisoño disfrazado
de cuestor tiene la osadía y el... el... descaro de acusar a su superior?. ¿Tan
faltos de jóvenes romanos estamos que no podemos sentar culos romanos en
trescientas escasas sillas?. ¡Me... me... escandaliza!. ¿Es que ese Pompeyo
bizco está tan poco instruido en los detalles de comportamiento que debe
guardar un miembro del Senado como para llegar a imaginarse que puede acusar a
su superior?. ¿Qué nos sucede que consentimos que gentes como Pompeyo el bizco
sienten sus posaderas en una silla senatorial?. ¿Cómo es que se atreve a cosa
semejante?. ¡Por ignorancia y falta de clase, por eso se atreve!. ¡Hay cosas,
conscriptos padres, que no se hacen!. Cosas como acusar a un superior o a un
pariente próximo, incluidos los que lo son por matrimonio. ¡No se hacen!. ¡Descarado,
bovino, grosero, inculto, presuntuoso, estúpido... nuestra lengua latina carece
de epítetos suficientes para calificar los defectos de una seta venenosa como
este Cneo Pompeyo Estrabo, ese Pompeyo bizco!
Aquí
no se trata de Tito Anio, cuya conducta reconozco que es reprochable. Naturalmente
que ese asunto se tratará como es debido, en este caso con un proceso. Si se le
declara culpable, recibirá el castigo que la ley prescribe. Pero aquí de lo que
se trata es del protocolo, la cortesía, la etiqueta, en otras palabras, padres
conscriptos, ¡de modales!. ¡Esa seta
venenosa de Pompeyo el bizco es culpable de una flagrante transgresión de
modales!
Propongo,
padres conscriptos, que Tito Anio Albucio responda de cargos con cariz
de
traición, pero que el praetor urbanus escriba al mismo tiempo una carta contundente
al
cuestor
Cneo Pompeyo Estrabo diciéndole que, primero, bajo ninguna circunstancia se le
permitirá procesar a un superior, y, segundo, que
tiene modales de patán.
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