Y ese lugar que comprende las atalayas
soberanas y la capital del mundo no lo reconozco por indicios de humo, por más
que Homero recomiende tales indicios siempre que desde el solar amado se
eleva el humo hasta las estrellas, sino que una zona del cielo más clara y un
trecho despejado dibujan las cumbres brillantes de las siete colinas. Allí luce
de continuo el sol e incluso parece más puro el día que Roma se forja para sí misma.
De vez en cuando los ruidos del Circo resuenan sorprendiendo a mis oídos; una
encendida salva de aplausos indica que los teatros están a rebosar; batidos por
el aire recibo ecos de voces conocidas, bien porque realmente me lleguen o bien
porque los fragüe mi cariño
( Claudio Rutilio Namaciano )
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