¡Quirites! ¡Quirites, el Senado
de Roma está a punto de firmar nuestra sentencia de muerte! ¡Yo, Lucio Apuleyo
Saturnino, igual que Lucio Equitio y Cayo Servilio Glaucia, vamos a ser acusados de la muerte de un
valido de la nobleza, un muñeco afeminado, cuyo único propósito presentándose a la elección de
cónsul era conseguir que vosotros, pueblo de Roma, os siguierais muriendo de hambre!
¿Por qué creéis que no se nos ha
dado grano, aun después de que yo aprobase una ley para que se repartiera a precio módico? ¡Porque la primera y la segunda
clase de nuestra gran ciudad prefieren comprar
menos y venderlo más caro! ¡Porque la primera y la segunda clase de Roma no quieren
que vuestras bocas hambrientas se vuelvan hacia ellos! ¡Os toman por unos cucos que se
aprovechan de su nido, algo sobrante en Roma! Vosotros sois del censo por cabezas,
clases inferiores que para ellos no cuentan una vez ganadas las guerras y bien guardado el botín
en el Tesoro. ¿A qué gastarlo para llenar vuestros estómagos inútiles?, dice el Senado de
Roma, y se niega a darme los fondos que necesito para comprar trigo
para vosotros... ¡Porque al Senado y a la primera y la segunda clase de Roma les vendría bien, pero que muy bien, que
varios cientos de miles de los que denominan estómagos inútiles se encogieran hasta perecer de hambre!
¡Imaginaos cuánto dinero se ahorrarían,
cuántas viviendas
abarrotadas y malolientes de las insulae quedarían vacías y qué espacioso parque podría hacerse de Roma! Donde
vosotros vivís
apiñados, ellos se pasearían cómodamente por preciosos jardines, con sus bolsas bien repletas de dinero y el
estómago lleno! ¡Vosotros les tenéis
sin cuidado! Sois un estorbo
del que les gustaría deshacerse, y ¿qué mejor medio que provocar una hambruna ficticia?
¡Pero yo, Lucio Apuleyo
Saturnino, he luchado tanto y con tal tesón para llenar vuestros vientres, que ahora quieren
eliminarme por un crimen que no he cometido!. ¡Conmigo perecerán mis amigos, que lo son también
vuestros! ¡Lucio Equitio, aquí presente, el heredero del nombre y los deseos de Tiberio Graco! ¡Y
Cayo Servilio Glaucia, que tan estupendamente redacta mis leyes
para que ni los nobles que mandan en el Senado puedan cambiarles una sola
tilde!. Y cuando
muramos, quirites, ¿quién cuidará de vosotros? ¿Quien proseguirá la lucha? ¿Quién se enfrentará a los privilegiados para que os llenéis el estómago? ¡¡Nadie!!
¡Quirites, de vosotros depende!
¿Queréis no hacer nada, mientras a nosotros, que somos inocentes
y os apreciamos, nos matan? ¿O iréis a vuestras casas para armaros, avisar a todo el vecindario y volver en
tropel?. ¡ No, no os marchéis de momento!...¡luego que os marchéis, volved aquí a millares! ¡Venid a mi, que yo os guiaré! ¡Antes de
que anochezca, Roma
será nuestra porque
será mía, y entonces veremos quién se llena el estómago! ¡Asaltaremos el Tesoro y compraremos trigo! ¡Ahora, id; volved con toda la
ciudad, reunámonos
en el corazón de
Roma y mostraremos al Senado y a la primera y segunda clase quién manda realmente en Roma y en
el imperio!
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