Los romanos, y no sólo los legionarios, son bastante ajenos al concepto de espacio personal. Los romanos apenas van a sus habitaciones a dormir. Comen, se bañan y se reúnen con sus conocidos en lugares públicos, e incluso ir al retrete se convierte en una excusa para pasar un rato con los amigos, para quejarse de la repugnante cena de la noche anterior o para enterarse de los chismes del día.
Para limpiarse el trasero, A falta de papel,
el instrumento en función era una vara de madera
con una esponja (muchas veces literalmente, extraída del mar) atada a un
extremo, o un paño o borra de algún animal. Al fijarnos en las ilustraciones
que os subo se ve unos canalillos por donde corría agua salada justo en frente
de los asientos para lavar la esponja después de cada uso. Las esponjas era
públicas, es decir para varios usos de diferentes personas.
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