Todos decían que el Subura era
lo peor de Roma. Como a todos los visitantes notables que van a Roma, les
advierten que no se internasen en la depresión que había al nordeste del Foro
Romano.
No es que los callejones del Subura fuesen más estrechos que los del Palatino,
ni los edificios tan opresivamente altos como los del Viminal y el Esquilino
superior.
No, lo que diferenciaba al Subura a primera vista era la gente; lo más representativo de la escala social más baja de Roma.
No, lo que diferenciaba al Subura a primera vista era la gente; lo más representativo de la escala social más baja de Roma.
La gente se asomaba a
aquellos miles de ventanas, chillándose unos a otros, se abrían paso a codazos
entre aglomeraciones tan masivas que sólo se avanzaba a paso de caracol; la
gente se comportaba del modo más grosero y agresivo que se da en la especie
humana; escupía, meaba y echaba el agua sucia en cualquier sitio y se mostraba
dispuesta a pelearse con cualquiera por una simple mirada de través.
La segunda impresión al entrar
en ese barrio, suele ser la de una suciedad general y un hedor insoportable.
Conforme
avanzabas desde el civilizado Argiletum hacía las Fauces Suburae, como se
llamaba al tramo inicial de la calle más importante del barrio, te darás cuenta
de que no deja ya de percibirse más que malos olores y suciedad.
Desconchados y
destrozados, en los muros de los edificios es habitual ver regueros de
porquería; como si el mortero que juntaba ladrillos y madera fuese pura basura.
Parece que lo mejor es quejar que algún incendio lo queme todo.¡Nada ni nadie
del Subura merecía salvarse!, sólo se ve la vomitiva depresión de la miseria.
UNA CALLE DEL
BARRIO DE SUBURA, EL MÁS POBRE Y CONOCIDO DE ROMA
|
Luego, la perplejidad sustituye al asco,
conforme se va adentrando, con cuidado de no alejarse de la Subura Maior, como
se llamaba la calle principal, y perderse por algún pasadizo lateral entre las
casas, porque podrías encontrarte con que, de hacerlo, quizá no encontrases la
salida.
Pero tu asombro crecerá
ante la vitalidad y la dureza de aquellas gentes que son los romanos más bajos
del censo por cabezas: sobreviven como pueden, y todos buscan algo de lo que
vivir, algo que ofrecer, y son muy industriosos en sus asuntos.
El lenguaje que escucha es una curiosa mezcla de latín, griego y
arameo, una jerga
que posiblemente no entendieran más que los habitantes del barrio, porque paseando
por el resto de los barrios de Roma, no encontrarás nada parecido.
Hay tiendas por todas partes,
fétidos tenduchos de comidas, al parecer prósperos - dinero no debía de faltar, se
supone, a pesar de ver tanta miseria alrededor-, alternando con numerosas
panaderías, charcuterías, bodegas y unas curiosas tiendecitas en las que parece
venderse (por lo que se puede atisbar en su oscuro interior) toda clase de
cosas, desde trozos de bramante, hasta cazuelas, lámparas y cirios de sebo.
No
obstante, el negocio más generalizado es el de las comidas, pues cuando menos
un tercio de las tiendas se dedican a algún derivado del de la alimentación.
También había fábricas; se oía ruido sordo de prensas, chirriar de
esmeriladoras y golpeteo de telares, pero esa clase de ruido procedía de
portales estrechos y de bocacalles, mezclándose estrepitosamente con el de las
viviendas de aquellas casas de varios pisos. ¿Cómo podía la gente vivir allí
con tanto ruido?
Hasta las pequeñas plazas de los
cruces principales estaban abarrotadas de gente. No se
explicaba cómo las mujeres podían lavar la ropa en las fuentes ni circular
hasta sus casas cargados con cántaros de agua.
No obstante, había lugares en
los que los hombres se sentaban a beber y pasar el tiempo. Solían estar situados en
los cruces principales. Cuando paseas por el Subura, todo sucede muy de prisa,
en una sucesión de escenas rapidísimas que se puede entrever , en medio de
aquel tropel, por ejemplo, desde un hombre que aporreaba a un asno cargado, a una mujer
que pegaba a un niño cargado. Pero los oscuros interiores de aquellas... -no
sabría cómo llamarlas- tabernas de los cruces, eran oasis de relativa calma.
Tengo entendido que en este barrio se prostituía la célebre emperatriz Messalina, esposa de Claudio. Es increíble que una mujer de la nobleza, casada con el hombre más poderoso del Imperio llegara a envilecerse como una prostituta en los lupanares de mala muerte del peor barrio de Roma. Lo que hace la lujuria salida de control.
ResponderEliminarBueno, no se prostituia en La Subura, cuentan que contrataron a la prostituta mas famosa de este barrio para competir entre las dos y gano Messalina cuando se retiro la profesional
EliminarJulio Cesar fue uno de los más reputados vecinos del Subura.
ResponderEliminarAl menos podrías citar la obra de la que reproduces fielmente el texto
ResponderEliminarDisculpa, ya he visto la referencia.
ResponderEliminar