(...) De la misma manera que importa poco que acuestes a un enfermo en
lecho de oro o de madera, porque en uno y otro te acompaña la enfermedad, así
importa poco que un ánimo enfermo se encuentre en medio de riquezas o en la
miseria, porque su mal le seguirá en todas partes.
(...) Es grande el ánimo fuerte e inquebrantable contra los reveses, que
rechaza las voluptuosidades y hasta los combate con ahínco; que no busca ni
huye el peligro; que sabe formar su suerte sin esperarla; que sale al encuentro
de los bienes como de los males, sin turbación ni inquietud, y que no se
conmueve por la fortuna favorable ni por la adversa.
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