Era
una mujer bastante atractiva, por esa parte no había nada malo en casarse con
ella. Tenía el pelo castaño espeso y brillante y lo llevaba enrollado en
trenzas que le cubrían en parte las orejas; la boca era lo bastante carnosa
como para que apeteciera besarla, los pechos considerablemente más abundantes
que los de Julia. Y los ojos grises estaban bastante espaciados, aunque tenía
los párpados un poco abultados. Se había sometido al lecho matrimonial con
resignación encomiable; había perdido la virginidad porque había estado casada
con Publio Craso, aunque no era, según descubrió Pompeyo, ni lo bastante
experta ni lo bastante ardiente como para querer aprender a disfrutar de lo que
los hombres les hacen a las mujeres. Pompeyo se enorgullecía de sí mismo por
sus habilidades como amante, pero Cornelia Metela lo había derrotado. En
conjunto, ella no mostraba desagrado ni repugnancia, pero seis años de
matrimonio con la deliciosamente entusiasta Julia, que se excitaba fácilmente,
lo habían sensibilizado de un modo peculiar; el antiguo Pompeyo nunca se habría
fijado, pero el Pompeyo de después de Julia era incómodamente consciente de que
una parte de la mente de Cornelia Metela estaba pensando en la tontería que era
aquello mientras él le besaba los pechos o se apretaba con fuerza contra ella.
Y la única vez que Pompeyo jugueteó con la lengua entre los labios de la vulva
de Cornelia Metela para provocar una auténtica reacción, obtuvo, en efecto,
dicha reacción: ella se apartó hacia atrás con ofendida repulsión.
Pasión por los romanos. Un blog de divulgación creado por Xavier Valderas que es un largo paseo por el vasto Imperio Romano y la Antigüedad, en especial el mundo greco-romano.
martes, 9 de junio de 2015
CORNELIA METELA, HIJA DE UN ESCIPIÓN, NUEVA ESPOSA DE CNEO POMPEYO MAGNO
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