San
Cipriano de Cartago fue un clérigo y escritor romano, obispo de Cartago entre
los años 249 y 258, santo y mártir de la Iglesia. Autor importante del
cristianismo primitivo de ascendencia bereber, muchas de cuyas obras en latín
se han conservado. Su conversión al cristianismo se produjo alrededor del año
246, después de haber sido profesor de retórica y jurista. Su vida estuvo
marcada por las persecuciones, las herejías y los cismas que amenazaban la
unidad de la Iglesia.
En
algunos párrafos, extraídos de sus cartas y tratados, podemos apreciar su fe y
su calidad de clérigo cristiano, así como su preocupación por defender la
comunión eclesial frente a las divisiones internas y externas. Veamos algunos
aspectos destacados de su pensamiento:
- San
Cipriano reconoce en la Iglesia una sola autoridad suprema, que es el pontífice
de Dios, es decir, el obispo de Roma, que ocupa el lugar de Cristo. Para él,
obedecer al pontífice es obedecer a Cristo, y desobedecerlo es separarse de la
Iglesia. Así lo expresa en su obra De unitate Ecclesiae: "La única fuente
de donde han surgido las herejías y de donde han nacido los cismas es que no se
obedece al Pontífice de Dios ni se quiere reconocer en la Iglesia un solo
Pontífice y un solo juez, que ocupa el lugar de Cristo" .
- San
Cipriano insiste en la unidad de la Iglesia como un don divino y una exigencia
vital para los cristianos. Para él, la Iglesia es una sola, fundada sobre el
único Dios, el único Cristo, la única fe y el único pueblo. La unidad se
manifiesta en la concordia y la caridad entre los miembros del cuerpo místico
de Cristo. La unidad no puede ser amputada ni dividida por el fraccionamiento
de su organismo. Así lo afirma en su carta a los obispos numidas: "Hay un
solo Dios, un solo Cristo, una sola Iglesia de Cristo, una sola fe, un solo
pueblo que, por el vínculo de la concordia, está fundado en la unidad sólida de
un mismo cuerpo. La unidad no puede ser amputada; un cuerpo, para permanecer único,
no puede dividirse por el fraccionamiento de su organismo".
- San
Cipriano advierte contra los falsos maestros y los herejes que se oponen a
Cristo y a su Iglesia. Para él, no hay término medio entre estar con Cristo o
estar contra él. Quien no está enteramente con él es su enemigo y dispersa su
rebaño. Por eso exhorta a los fieles a permanecer fieles a la doctrina
apostólica y a la comunión con el obispo legítimo. Así lo declara en su tratado
De catholicae Ecclesiae unitate: "Cuando nuestro Señor Jesucristo, en el
Evangelio, declara que aquellos que no están con Él son sus enemigos, no
designa una herejía en particular, sino denuncia como a sus adversarios a todos
aquellos que no están enteramente con Él, y que no recogiendo con Él ponen en
dispersión su rebaño: El que no está conmigo —dijo— está contra mí, y el que no
recoge conmigo esparce".
San Cipriano fue un testigo valiente de su fe hasta el final. Murió mártir el 14 de septiembre del año 258, durante la persecución del emperador Valeriano. Su ejemplo y sus escritos nos inspiran a vivir nuestra fe con coherencia y a mantenernos unidos a Cristo y a su Iglesia.
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