Filipo II el Joven, cuyo nombre completo era Marco Julio Severo
Filipo, nació en el año 237 d.C. en Roma, siendo el hijo del emperador Filipo
el Árabe y su esposa, Marcia Otacilia Severa. Su padre era un general
que había ascendido al poder tras derrocar al emperador Gordiano III, y
que había logrado mantener la paz con los persas y los godos. Su madre era una
noble romana de origen equestre, que se distinguió por su piedad y su caridad.
Desde pequeño, Filipo II fue criado en un ambiente de poder y
prestigio, siendo educado para ser el
heredero de su padre, y recibió el título de César cuando tenía solo siete
años. A los diez años, fue nombrado cónsul junto con su padre, y al año
siguiente fue elevado al rango de Augusto y co-emperador. Filipo el Árabe tenía
grandes ambiciones para su dinastía y deseaba asegurar el futuro de su familia
en el poder. Aunque era muy joven, su padre le confió el gobierno de Roma y de
Italia, mientras él se ocupaba de las fronteras del imperio. Aunque era joven e
inexperto, se esperaba que Filipo II se convirtiera en el heredero de su padre
y continuara con la dinastía de los Severos.
Filipo II era un niño inteligente y curioso, que mostraba interés
por la cultura griega y la religión cristiana. Según algunas fuentes, su madre
era cristiana o simpatizante del cristianismo, y le inculcó al joven emperador
el respeto por los seguidores de esa fe. Se dice que Filipo II fue el primer
emperador romano bautizado. Sin embargo, la vida de Filipo II se vio
ensombrecida por los conflictos internos del Imperio Romano. Durante el reinado
de su padre, hubo numerosas revueltas y amenazas a la estabilidad del imperio.
A pesar de estos desafíos, Filipo II demostró ser un joven astuto y perspicaz,
aprendiendo rápidamente de las complejidades del gobierno y el arte de la
diplomacia.
Su reinado fue breve y turbulento, pues tuvo que enfrentarse a
varias rebeliones y usurpaciones. La más grave fue la de Decio, un
general que se sublevó en Iliria y que marchó hacia Italia con un gran
ejército. Filipo el Árabe salió a su encuentro, pero fue derrotado y muerto en
la batalla de Verona en el año 249 d.C. Cuando su padre el emperador Filipo el
Árabe fue asesinado durante una campaña militar en Mesopotamia, Filipo II, con tan solo once años, se
convirtió en el emperador más joven de la historia romana.
Cuando la noticia de la muerte de su padre llegó a Roma, Filipo II
fue también asesinado por la guardia pretoriana, que lo consideraba un
usurpador. Murió en los brazos de su madre, a la edad de once años. Su cuerpo
fue arrojado al Tíber, y su memoria fue condenada por el Senado. Decio se
convirtió en el nuevo emperador, e inició una persecución contra los
cristianos.
Filipo II el Joven fue un emperador efímero, pero no por ello
menos importante. Su vida refleja las tensiones y las crisis del siglo III
d.C., una época de cambios políticos, sociales y religiosos en el imperio
romano.
Cabe decir que según algunas fuentes, Filipo II era conocido por
su aprecio por la cultura griega y el legado de Alejandro Magno. Se dice que
llevaba consigo una estatua del famoso conquistador macedonio y, en ocasiones,
se sentaba frente a ella para discutir asuntos políticos y estratégicos, como
si estuviera buscando consejo de su antepasado.
El historiador Herodiano, que vivió en el siglo III d.C., mencionó a Filipo II el Joven en su obra "Historia del Imperio Romano desde Marco Aurelio hasta Gordiano III". Describió a Filipo II como un niño virtuoso y de buen carácter, pero señaló que no tuvo tiempo suficiente para demostrar su valía debido a su asesinato prematuro. Por su parte, San Cipriano, un influyente obispo y escritor cristiano del siglo III d.C., hizo referencia a Filipo II el Joven en sus escritos. En una de sus cartas, lamentó la trágica muerte del joven emperador y destacó su supuesto bautismo cristiano, aunque no se ha confirmado históricamente.
Estas anécdotas, citas y testimonios proporcionan algunos
destellos de la figura de Filipo II el Joven y su breve pero significativo
papel en la historia romana. Aunque su reinado fue efímero, su vida y muerte
han dejado una huella en la memoria histórica y han sido objeto de interés y
estudio por parte de autores antiguos y modernos, por ser el emperador romano
más joven que conoce la Historia.
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