Por
lo que veo en las líneas de la palma, deduzco que os aguarda un gran destino,
Cayo Mario. ¡Qué mano! Refleja todo lo que acomete. ¡Y qué línea del cerebro!
Rige vuestro corazón, rige vuestra vida, rige todo menos los estragos del
tiempo, Cayo Mario, pues ésos nadie los puede resistir. Pero vos resistiréis
mucho más que otros. Veo una grave enfermedad... pero la superaréis en su
primera manifestación... Enemigos que acechan, enemigos sin número... pero los
venceréis... Seréis cónsul al año siguiente del que acaba de comenzar, es
decir, el año que viene... Y después seréis cónsul seis veces más... Siete
veces en total seréis cónsul, y os llamarán el tercer fundador de Roma, pues
salvaréis a Roma del mayor de los peligros.
Tenéis
el amor y el respeto de una gran mujer y su sobrino será el más grande entre
los romanos de todos los tiempos. Es el sobrino de quien será vuestra esposa
Julia de los Césares, un hombre mucho más grande que vos, Cayo Mario. Lleva
vuestro primer nombre, Cayo, pero es de la familia de ella, no de la vuestra.
Vuestro hijo también será un gran hombre, pero no tan grande como su padre ni
vivirá con mucho tantos años como él. Pero aún estará vivo cuando llegue
vuestra hora. Y ya he visto todo lo que había que ver, Cayo Mario .
A vos
no os cobro nada. La compañía de los grandes es suficiente. Cobro a los que son
como el príncipe Gauda, que nunca será grande, aunque será rey . Pero eso lo
sabéis tan bien como yo, Cayo Mario, pues aunque no tenéis el don de leer el
futuro, sí que tenéis el de leer en el corazón de los hombres; y el príncipe
Gauda tiene un corazón mísero.
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