La emperatriz Livia, según dicen, untó con veneno unos higos
cuando estaban aún en el árbol, del que Augusto tenía por costumbre cogerlos
personalmente; ella comió los frutos en los que no había vertido veneno, y le
ofreció al él los envenenados. Augusto cayó enfermo y al poco tiempo falleció.
( Dión Casio en "Historia romana" )
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