Publio Vatinio (en latín, Publius Vatinius), fue un
político y militar de la época final de la República Romana. Cicerón, en su
discurso contra Vatinio, lo describe como uno de los más grandes bribones y
villanos que han existido, y señala que su aspecto personal era poco atractivo,
con su rostro y el cuello cubiertos con hinchazones, a los que Cicerón alude
más de una vez, llamándolo struma civitatis.
Vatinio fue elegido cuestor en el 63 a. C., el año
del consulado de Marco Tulio Cicerón y Cayo Antonio Hybrida. Cicerón lo envío a
Puteoli para que impidiera que el oro y la plata saliera de la ciudad. Vatinio
extorsionó de tal manera a los habitantes de la ciudad que estos se vieron
obligados a quejarse de su conducta ante el cónsul. Vatinio fue posteriormente
a Hispania como legado del procónsul Cayo Cosconio, y en esta provincia, de
acuerdo a Cicerón, fue también culpable de abusos y robos. Cicerón pidió que se
procesara a Vatinio por corrupción.
En el 59 a. C. fue elegido tribuno de la plebe y
ofreció sus servicios a Julio César, el cónsul de ese año junto a Marco
Calpurnio Bíbulo. Vatinio se convirtió en uno de los más fervientes seguidores
de César. Llevó a la plebe las propuestas de conceder a César la Galia
Cisalpina e Iliria como provincias proconsulares durante un lustro, provincias
a las que posteriormente se añadió la Galia Transalpina. Cicerón le acusó de
legislar ignorando los auspicios adversos, de amenazar al cónsul del año,
Bíbulo, de llenar el Foro de soldados y de amenazar a los otros tribunos de la
plebe para que no interpusieran su veto. Durante su tribunado, Vatinio sacó a
la luz al espía Lucio Vetio, que acusó a muchos de los más distinguidos
ciudadanos de Roma, entre ellos Cicerón de intentar asesinar a Cneo Pompeyo
Magno.
Vatinio dejó Roma para servir como legado de César en
la Guerra de las Galias, pero pronto tuvo que regresar a Roma para proseguir su
propia carrera política. Vatinio fracasó en su campaña para el pretura, y ni
siquiera pudo obtener los votos de su propia tribu, la Sergia, que nunca había
fallado previamente en votar a favor de alguien de su propia tribu. La
enemistad entre Vatinio y Cicerón continuó y Vatinio. en el 56 a. C. compareció
como testigo contra Sestio y Milón, dos amigos de Cicerón, que habían tomado un
papel importante en el regreso del exilio del orador. En el juicio de Sestio,
Cicerón realizó un breve y feroz discurso deleznando el carácter de Vatinio.
Sin embargo, Cicerón evitó cuidadosamente decir una palabra contra César, del cual
Vatinio era sólo un instrumento. A finales del año 56 a. C. hubo serios
disturbios en Roma que hicieron que los comicios para la elección de cónsules
sólo pudiera ser realizada a comienzos del 55 a. C.
Tras la elección en el 55 a. C. de Cneo Pompeyo Magno
y Marco Licinio Craso para el consulado, los triunviros apoyaron a la
candidatura a pretor de Publio Vatinio, a fin de contrarrestar la candidatura
de Marco Porcio Catón, apoyado por la facción aristocrática del Senado, los
Optimates. La influencia y el dinero de Craso y Pompeyo aseguraron la elección
de Vatinio. Para hacer el asunto más seguro, los cónsules obtuvieron un decreto
del Senado, en virtud de la cual aquellos que resultaran electos pretores
debían asumir sus magistraturas de inmediato, lo que impedía de hecho que estos
podrían ser procesados por soborno. Habiendo eliminado este obstáculo, es que
emplearon su dinero con mayor libertad, y mediante el soborno, Vatinio pudo
derrotar la candidatura de Catón.
Tras su año en el cargo, en el 55 a. C. fue acusado
por Cayo Licinio Calvo de aceptar sobornos. Calvo ya había acusado ya a Vatinio
anteriormente, una vez en el 58 a. C., y de nuevo en el 56 a. C., pero en esta
ocasión utilizó tan refinada oratoria en el juicio que hizo que Vatinio le
interrumpiera en medio del discurso exclamando "¡Jurados, os pregunto si
he de ser condenado simplemente por la elocuencia de mi acusador!".
Cicerón, a pesar de la animadversión que sentía hacia Vatinio, y para sorpresa
de todos, le defendió en el jucio porque no quería enfadar a los triunviros y
buscaba protección contra Publio Clodio Pulcro. Vatinio fue absuelto gracias al
soborno más que a la desapasionada (dadas las circunstancias) oratoria de
Cicerón.
Vatinio regresó a la Galia en el 51 a. C. como legado
de Julio César. Vatinio se unió a César cuando estalló la Segunda Guerra Civil
de Roma. Cuando desembarcó en Grecia, en el 48 a. C., César lo envío de
emisario a escuchar las propuestas de paz de Pompeyo. Vatinio no participó en
la Batalla de Farsalia porque tuvo que defender la ciudad de Brundusium que
estaba siendo atacada por parte de la flota de Pompeyo comandada por Décimo
Lelio.
Gracias a su éxito fue recompensado con el consulado
en el 47 a. C., junto a Quinto Fufio Caleno. En el 46 a. C., fue enviado a
Iliria donde derrotó a Marco Octavio, que dominaba la provincia con fuerzas
considerables en nombre de los pompeyanos. Gracias a esta victoria fue saludado
como imperator por sus soldados, y obtuvo el honor de una supplicatio del
Senado en el año 45 a. C..7 Vatinio estaba aún en la provincia de Iliria cuando
fue asesinado César y a principios del año siguiente, 43 a. C., fue obligado a
rendir Dyrrhachium y ceder su ejército a Marco Junio Bruto, el cual se había
apoderado de Macedonia, porque sus tropas se pasaron al bando de Bruto y de los
republicanos.
Lo último que se sabe de Vatinio es que celebró un
triunfo el 31 de diciembre del 43 a. C.
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