En su opinión, nada convenía menos a un
gran jefe militar que la precipitación y la temeridad, y así repetía
frecuentemente el adagio griego: «Apresúrate con lentitud», y este otro: «Mejor
es el jefe prudente que temerario», o también éste: «Se hace muy pronto lo que
se hace muy bien». Decía asimismo que sólo debe emprenderse una guerra o librar
una batalla cuando se puede esperar más provecho de la victoria que perjuicio
de la derrota; porque, añadía: «El que en la guerra aventura mucho para ganar
poco, se parece al hombre que pescara con anzuelo de oro, de cuya pérdida no
podría compensarle ninguna pesca».
( Suetonio)
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