-¡Henos
aquí, muchachos, a más de mil quinientos kilómetros de nuestro antiguo terreno
de batalla en la Galia Comata!. Este último año puede que os haya parecido
extraño. ¡Hemos caminado más de lo que hemos cavado! ¡No hemos pasado hambre
demasiados días! ¡No nos hemos helado demasiadas noches! ¡Algún revolcón en la paja
de vez en cuando! ¡En los bancos de la legión ha entrado dinero en abundancia!
¡Hemos hecho un bonito y vivificante viaje por mar para limpiarnos las narices!
Vaya, vaya... ¡a este paso acabaréis por volveros blandos! . Pero eso no
podemos consentirlo, ¿verdad, muchachos?
-¡No!
-rugieron los soldados, que se estaban divirtiendo de lo lindo.
-Eso
es lo que yo pensaba. ¡Ya va siendo hora, me he dicho a mí mismo, de que esos cunni
de soldados que tengo en mis legiones vuelvan a hacer lo que mejor saben
hacer! ¿Qué es lo que hacéis mejor, muchachos?
-¡CAVAR!
-respondieron los soldados echándose a reír.
-¡Ser
los primeros con César! ¡Cavar! A lo mejor un año de estos Pompeyo se anima a luchar,
y no podemos dejar que entréis en combate sin haber removido primero unos cuantos
millones de cubos cargados de tierra, ¿verdad?
-¡No!
-rugieron los soldados, histéricos de risa.
-Eso
me parecía. ¡De manera que vamos a hacer lo que mejor hacemos, muchachos! ¡Vamos
a cavar sin parar! Y cuando acabemos cavaremos un poco más. Tengo el capricho
de hacer que, en comparación, lo de Alesia parezcan unas vacaciones. Se me ha
antojado que pongamos a Pompeyo contra el mar. ¿Estáis conmigo, muchachos? ¿Cavaréis
junto a César?
-¡Sí!
-rugieron los soldados mientras agitaban los pañuelos en el aire.
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