domingo, 7 de junio de 2015

CARTA DE QUINTO CICERÓN (HERMANO DE MARCO TULIO CICERÓN), EX GENERAL DE LA NOVENA LEGIÓN DE CAYO JULIO CÉSAR EN LAS GALIAS, A SU ANTIGUO COMANDANTE EN JEFE



No hacía falta que te dejase tan pronto, César. Ése es uno de los castigos por trabajar para un hombre que se mueve a tanta velocidad como tú. No sé por qué supuse que mi hermano Marco se apresuraría a partir hacia Cilicia, pero no fue así. Se marchó de Roma a primeros de mayo y tardó casi dos meses en llegar a Atenas. ¿Por qué adula tanto a Pompeyo Magno? Tiene algo que ver con la época en que él tenía diecisiete años y era cadete en el ejército de Pompeyo Estrabón, ya lo sé, pero me parece que la deuda que a Marco se le antoja que tiene con Pompeyo Magno por la protección que le dio entonces es tremendamente exagerada. Por esta carta percibirás que ya en ruta tuve que sufrir dos días en la casa que tiene Magno en Tarentum. No puedo, por mucho que lo intente, simpatizar con ese hombre.


En Atenas (donde estuvimos esperando que llegase Pomptino, el legado militar de Marco... yo hubiera sido un general para Marco mucho más competente, ya sabes, pero él no se fiaba de mí) nos enteramos de que Marco Marcelo había azotado a un ciudadano de tu colonia de Novum Comum. Una verdadera desgracia, César. Mi hermano se indignó igualmente, aunque tenía los pensamientos, en su mayor parte, ocupados por la amenaza de los partos. De ahí que se negase en redondo a marcharse de Atenas hasta que Pomptino llegase.


Tardamos otro mes en cruzar la frontera para entrar en Cilicia por Laodicea. ¡ Un lugar muy bonito, con todas esas deslumbrantes terrazas de cristal que caen sobre precipicios! Entre las charcas de agua pura y templada que hay encima, los lugareños han construido unos pequeños pero lujosos refugios de mármol para personas como Marco y yo, agotados por el calor y el polvo que encontramos durante todo el camino desde Éfeso hasta Laodicea. Fue delicioso pasar unos días empapándonos en las aguas (por lo visto son buenas para los huesos) y jugueteando como peces.


Pero luego, al proseguir el viaje, descubrimos la clase de honor que Léntulo Spinther y luego Apio Claudio habían impuesto a la pobre y devastada Cilicia. Mi hermano dijo que era «una verdadera ruina y desolación», y no es ninguna exageración. La provincia ha sido saqueada, explotada y violada. Todo y todos han sido acribillados a impuestos; entre otros, por el hijo de tu querida amiga Servilia. Sí, siento decirlo, pero Bruto parece haber trabajado en la misma onda que su suegro Apio Claudio en toda clase de asuntos censurables. Aunque se reprime mucho de ofender a gente importante, mi hermano le dijo a Atico en una carta que consideraba despreciable la conducta de Apio Claudio en su provincia. Tampoco le complació que Apio Claudio lo esquivase.


Permanecimos en Tarso sólo unos cuantos días, pues Marco estaba ansioso por empezar la temporada de campaña y Pomptino también. Los partos habían atacado a lo largo del Éufrates, y el rey Ariobarzanes de Capadocia se encontraba en una situación muy apurada, debido en gran parte a un ejército casi tan pobre como las dos legiones que encontramos en Cilicia. ¿Porqué ambos ejércitos estaban tan menguados? Por falta de dinero. Uno ha de deducir que Apio Claudio se guardó para sí la mayor parte del dinero destinado a pagar las semanadas del ejército, y que no se preocupó por incrementar la fuerza de cada legión mientras estaba pagando la mitad de hombres que sus libros decían que pagaba. El rey Ariobarzanes de Capadocia no tenía dinero suficiente para pagar un ejército decente, principalmente debido al hecho de que el joven Bruto, ese pilar de rectitud romana, le había prestado dinero a un astronómico interés compuesto. Mi hermano se enfadó muchísimo.


Pero, en fin, pasamos los tres meses siguientes de campaña en Capadocia, un asunto muy cansado. ¡Oh, Pomptino está loco! Tarda días y días en entrar en una aldea patéticamente fortificada que tú tardarías tres horas en tomar. Pero, claro, mi hermano no sabe cómo se ha de manejar una guerra, así que está muy satisfecho.


Bíbulo tardó muchísimo en llegar a Siria, lo que significa que tuvimos que esperar a que se pusiera en orden antes de empezar nuestra campaña con junta desde ambos lados de las laderas del A mano. En realidad ahora estamos a punto de comenzarla. Supongo que llegó a Antioquía en sextilis y le metió prisa al joven Cayo Casio en su camino de regreso a Roma con mucha frialdad. Naturalmente, tiene a sus dos hijos con él. Marco Bíbulo tiene poco más de veinte años, y Cneo Bíbulo unos diecinueve. Los tres Bibulos se enojaron mucho al descubrir que Casio se las había arreglado muy bien con la amenaza de los partos, incluyendo una emboscada que llevó a cabo en el do Orontes que hizo que Pacoro y su ejército parto se fueran a casa con mucha prisa.


Este fervor no es muy del gusto de Bíbulo, creo yo. Su método para tratar con los partos es bastante diferente al de Casio, ciertamente. En lugar de tomar en consideración la guerra, ha contratado a un parto llamado Ornadapates y le está pagando para que le deje caer al oído al rey Orodes el rumor de que Pacoro, el hijo preferido de Orodes, tiene intención de usurpar el trono de su padre. Inteligente pero no admirable, ¿no te parece?


Echo mucho de menos la Galia Comata, César. Echo de menos la clase de guerra que nosotros solíamos llevar a cabo, una guerra tan viva y tan práctica, tan desprovista de maquinaciones dentro del alto mando. Por aquí me parece que me paso tanto tiempo tratando de aplacar a Pomptino como haciendo cualquier otra cosa más productiva. Escríbeme, por favor. Necesito que me animen.


Con todo mi afecto, tu fiel amigo QUINTO CICERÓN



( C. McC. )




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