Los
soldados de a pie usaban petos y yelmos. Pero cuando, debido a la negligencia y
a la ociosidad, se abandonaron los ejércitos y los desfiles, las corazas
habituales comenzaron a parecer duras y los soldados raramente las llevaban.
Por tanto, primero pidieron al emperador dejar de lado los petos y las mallas y
después los yelmos. Así, nuestros soldados luchaban con los godos sin
protección para el pecho y la cabeza y eran a menudo abatidos por los arqueros.
Aunque hubo muchos desastres, que llevaron a la perdida de grandes ciudades,
nadie intento restablecer el uso de petos y yelmos en la infantería. Así sucede
que las tropas en batallas, expuestas a las heridas por no llevar armadura,
piensan en correr y no en luchar.
(
Flavio Vegecio Renato en "De re militari" )
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