Pero
los rumores continuaron corriendo y proliferando. Por suerte, aquel año la
primavera, que cayó según el calendario en verano, fue un período feliz; llovió
en la proporción adecuada, el sol calentó solamente lo justo y no parecía muy
lógico pensar que César estuviera allí, en la Galia Cisalpina, preparado como
una araña para saltar sobre Roma. No era que la gente corriente de Roma
estuviera muy preocupada por todas aquellas cosas; en general adoraban a César
en todas sus facetas, eran dados a pensar que, desde luego, el Senado lo estaba
tratando muy mal y completaban esos pensamientos llegando a la conclusión de
que todo se resolvería del mejor modo porque así solía suceder. No obstante,
entre los poderosos caballeros de las dieciocho centurias senior y sus colegas
junior menos influyentes, los rumores actuaron de forma abrasiva. Lo único que
les preocupaba era el dinero, y la más ligera referencia a una guerra civil les
ponía los pelos de punta y les aceleraba el pulso.
No
obstante, se trataba de la posibilidad de que Pompeyo estuviera detrás de la
campaña senatorial y pública para procesar a César; el banquero Atico,
inmensamente rico e influyente, necesitaba ver a Pompeyo y explicarle el efecto
que todo aquel vilipendio político estaba produciendo sobre la economía. Uno de
los problemas con Pompeyo era el relativo a su propia riqueza y a su ignorancia
del comercio. A Pompeyo el dinero se lo administraban y todo estaba depositado
en bancos o dedicado a inversiones decentes desde el punto de vista senatorial
que tenían que ver con la propiedad de tierras. Si Pompeyo hubiera sido Bruto,
ya habría hecho algo para aplastar a los boni irascibles, porque lo
único que toda aquella agitación estaba consiguiendo era espantar al dinero. Y
para Atico el dinero espantado era una pesadilla. El dinero huía hacia un
refugio laberíntico, se enterraba en la más completa oscuridad, no quería
salir, no cumplía su función. Alguien tenía que decirles a los boni que
estaban manipulando la verdadera sangre vital de Roma: el dinero.
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