martes, 9 de junio de 2015

LOS RUMORES DE GUERRA CIVIL ENTRE CÉSAR Y POMPEYO, ASUSTAN A LA ECONOMÍA ROMANA





Pero los rumores continuaron corriendo y proliferando. Por suerte, aquel año la primavera, que cayó según el calendario en verano, fue un período feliz; llovió en la proporción adecuada, el sol calentó solamente lo justo y no parecía muy lógico pensar que César estuviera allí, en la Galia Cisalpina, preparado como una araña para saltar sobre Roma. No era que la gente corriente de Roma estuviera muy preocupada por todas aquellas cosas; en general adoraban a César en todas sus facetas, eran dados a pensar que, desde luego, el Senado lo estaba tratando muy mal y completaban esos pensamientos llegando a la conclusión de que todo se resolvería del mejor modo porque así solía suceder. No obstante, entre los poderosos caballeros de las dieciocho centurias senior y sus colegas junior menos influyentes, los rumores actuaron de forma abrasiva. Lo único que les preocupaba era el dinero, y la más ligera referencia a una guerra civil les ponía los pelos de punta y les aceleraba el pulso.


No obstante, se trataba de la posibilidad de que Pompeyo estuviera detrás de la campaña senatorial y pública para procesar a César; el banquero Atico, inmensamente rico e influyente, necesitaba ver a Pompeyo y explicarle el efecto que todo aquel vilipendio político estaba produciendo sobre la economía. Uno de los problemas con Pompeyo era el relativo a su propia riqueza y a su ignorancia del comercio. A Pompeyo el dinero se lo administraban y todo estaba depositado en bancos o dedicado a inversiones decentes desde el punto de vista senatorial que tenían que ver con la propiedad de tierras. Si Pompeyo hubiera sido Bruto, ya habría hecho algo para aplastar a los boni irascibles, porque lo único que toda aquella agitación estaba consiguiendo era espantar al dinero. Y para Atico el dinero espantado era una pesadilla. El dinero huía hacia un refugio laberíntico, se enterraba en la más completa oscuridad, no quería salir, no cumplía su función. Alguien tenía que decirles a los boni que estaban manipulando la verdadera sangre vital de Roma: el dinero.


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